![]() |
Barack Obama por Kikelín |
Lorenzo Gonzalo /
Especial para Gramscimanía
No creo que existan dudas
que nos lleven a pensar sobre un cambio en la política internacional de Estados
Unidos. La prueba está en la manera que se ha venido proyectando la
Administración de Obama respecto a Medio Oriente.
Los sucesos a destacar
con mayor vehemencia han sido la muerte de Bin Laden, el asesinato de Muammar
Gadafi, la ampliación de la Guerra en Afganistán y recientemente, el retiro de
las tropas de Irak.
A trece meses de unas
elecciones, lo usual en Estados Unidos es concentrarse en cómo ganarlas, aun
cuando eso signifique sacrificar la paz mundial, dándole continuidad a la
política tradicional estadounidense. Pero este quizás no sea exactamente el
caso, ni explique la actitud de Obama.
Si alguna vez Obama pensó
seriamente que lograría acabar con la diferencia irreconciliable, alimentada
desde Washington y las potencias occidentales europeas, entre “el mundo
musulmán y el Oeste”, según su discurso en El Cairo, sus comparecencias desde
hace un año a la fecha y sus acciones, no solamente lo niegan, sino que la ha
profundizado.
Los sucesos del Medio
Oriente que la Administración Obama ha destacado como grandes triunfos de su
gobierno y que, desde el punto de vista de una política imperial en realidad lo
han sido, reafirman la continuidad de una estrategia de dominio, ampliada a
partir del derrumbamiento del mal llamado “Bloque Socialista”.
Personas ajenas a las
opiniones y sentimientos del estadounidense medio, pudieran pensar que esa
conducta frente a Oriente Medio, basada en los acontecimientos de los últimos
tiempos, responde a la consabida estrategia electorera que practican los
círculos de poder de Estados Unidos.
En realidad a los
estadounidenses les interesa resolver la falta de trabajo y detener el aumento
gradual del costo de ciertos servicios básicos, entre ellos la salud, así como
las obligaciones de comprar seguros con precios para ricos y contener la
inflación que hace cada vez más inaccesibles una variada gama de renglones
alimenticios. La transportación no es aún algo que interese mucho porque la
noción del automóvil aún tiene una extraordinaria fuerza. En ese sentido lo que
preocupa a la ciudadanía es el alto costo de los combustibles y las ventajas
que han tomado las petroleras a partir de las irregularidades del suministro,
aumentando sus ganancias descomunalmente.
Las famosas Guerras
inventadas por Bush y que ha costado la estabilidad económica del país, no son
al parecer los elementos que puedan tener gran peso para decidir el voto del
ciudadano medio.
Cuando las elecciones del
2008 fue precisamente el tema de la economía el que más votos le dio a Obama.
Sus promesas de retirar las tropas y cambiar el rumbo de la Guerra de Irak y
Afganistán, fueron el adorno de su discurso y un elemento que fortaleció sus
promesas de dedicarse por entero a levantar la economía del país. Ese era el
plato principal del menú electoral. En las próximas elecciones las prioridades
de la ciudadanía no han cambiado.
Si lo dicho hasta aquí
responde realmente a las realidades del proceso electoral estadounidense,
tendremos que concluir que la posición frente a Medio Oriente adoptada por
Obama, no se justifica, ni siquiera desde un punto de vista electoral, excepto
que de plano acepte personalmente una política que fustigó cuando visitó El
Cairo. Su última actitud frente a la muerte de Gadafi, la cual a todas luces
parece ser un asesinato y no la de un movimiento pidiendo cuentas a un gobernante
errático que derrochó la oportunidad para ser una diferencia en su país y en el
continente Africano, dejó mucho por desear. La misma no se parece en nada a la
frescura de ideas tantas veces expresadas cuando supuestamente era un abogado
con inquietudes sociales y vocación política.
Las elecciones del 2013
se ganan o se pierden sobre las mismas bases que se ganaron y perdieron en el
2008: la economía nacional. Obama debe saberlo y a la consecución de ese fin se
supone que encamine el mensaje de sus discursos y todos sus esfuerzos. No hay
razones para acentuar el protagonismo de Estados Unidos en Medio Oriente,
excepto que le interese recalcarle al mundo que las cosas no han cambiado y que
el Presidente de Estados Unidos está totalmente de acuerdo con esa política, a
pesar de lo expresado por él en épocas pasadas.
La retirada de tropas de
Irak, si es que llegara a efectuarse, la cual responde a un compromiso
establecido con el gobierno de Irak por la Administración de Geroge W. Bush, no
rendirá inmediatos resultados económicos, aunque sin dudas ayudará a mediano
plazo a balancear el presupuesto. En ese sentido Obama quizás tenga un pequeño
resquicio, pero en concreto, no es el gane de la partida.
Su batalla estará dada en
destacar que la economía no ha avanzado mejor, por el obstáculo que significan
los republicanos en el Senado y el Congreso. Pero tendrá que hacer galas de sus
destrezas oratorias para convencer a unos votantes, que cada día se frustran
más de escuchar los mismos cuentos.
No es cierto que la economía
de un país capitalista como Estados Unidos no esté en manos del gobierno. Aun
dentro de los principios más ortodoxos del capitalismo, si un gobierno como el
de Obama actúa sobre los intereses de Wall Street y la Banca, imponiendo
regulaciones que impidan a esas instituciones jugar con la economía de la
nación, el comportamiento del mercado cambiaría y la vida de las mayorías
podría mejorar. El Estado no podrá decirle a las empresas automovilista, a los
constructores, a la industria de la informática, a los centros de producción de
fuentes alternativas de energía y a los fabricantes en general, cómo dirigir la
gestión, qué productos producir y en qué cantidades, pero sí puede impedir, por
ejemplo, que las acciones de las compañías continúen siendo un juego de ruleta.
Ahora bien, para hacer lo
anterior hace falta ser un poco más que Presidente de un país donde el gobierno
ha perdido su autoridad o al menos hace mucho que no intenta recuperarla.
Sin un Presidente que sea
capaza de imponer su liderazgo personal, denunciando las dificultades impuestas
por intereses antinacionales, moviendo opiniones, levantando conciencias y
acusando cuando haya que hacerlo, la economía no cambiará y seguirá en las
mismas manos que hoy le impiden funcionar para beneficio de la mayoría.
Habría que ver cómo
enfocan los candidatos la cuestión económica y con cuanta claridad pueden
expresar sus ideas.
El público estadounidense
está acostumbrado a la política imperial que se sigue en Medio Oriente. Los
supuestos éxitos del país en aquella región, representan solamente una
estrategia que resulta familiar y por ende no se asombra por la violación de la
soberanía de Pakistán para ultimar a Bin Laden o de las maniobras que
autorizaron a la OTAN hacer en Libia el trabajo que los marines han hecho en
Irak y Afganistán.
El problema que ese
público quiere ver resuelto es la economía, para regresar al ritmo de vida
alcanzado en los últimos treinta o cuarenta años. Ese punto es el que dirime la
diferencia entre uno y otro partido en esta próxima contienda del 2013.
Lorenzo Gonzalo es periodista cubano radicado en
los EE.UU.
Subdirector de Radio Miami y miembro del Proyecto HERMES
Fuente original: MARTIANOS-HERMES-CUBAINFORMACIÓN
Subdirector de Radio Miami y miembro del Proyecto HERMES
Fuente original: MARTIANOS-HERMES-CUBAINFORMACIÓN