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Foto: György Lukács |
I. A manera de introducción
La obra de György Lukács
del año 1958 “La Crisis de la Filosofía Burguesa” representa a todas luces el
intento del autor húngaro de dejar de manifiesto que toda la filosofía se
encuentra determinada por las estructuras económicas fundamentales de cada
sociedad, en cada uno de los periodos históricos, y que por lo tanto, la
profundización de esta crisis se hace aun más patente a partir de la
consolidación de las revoluciones burguesas que situaron a esta clase como el
poder no sólo económico, sino político en cada uno de los Estados Nacionales.
Para nuestro autor la
crisis en que se encuentra la filosofía burguesa es un hecho que no ha podido
pasar desapercibido y cuya comprobación se ha llevado a cabo tanto por el
marxismo como por la filosofía burguesa misma. La demostración última de esta
crisis visible por toda la filosofía es posible de observar cuando percibimos
que toda la filosofía burguesa se encuentra en una erosión que hace tambalear
las mismas bases en las cuales se apoya. Y esta “evolución” destructora del
pensamiento filosófico burgués tiene como un hito, indesmentible para Lukács,
la obra de Nietzsche y su “programa de volver a estructurar la tabla de
valores”. Y es que en ese punto nuestro autor observará a un “hito” que pone al
descubrimiento la total crisis en la cual se encuentra toda la filosofía
no-marxista; el ser incapaz de ver las verdaderas razones de su misma crisis y
confundir, así como lo cree ver Lukács, que la irracionalidad nietzschiana
confunde un mero síntoma, racional, con una solución racional abstracta sin
resistencia alguna al fascismo que esta lleva en sí; “la irracionalidad”.
Es por ello que Lukács
creerá ver que la incapacidad de la filosofía burguesa ante la “crisis real” es
el hecho de pensar desde la burguesía misma, ahondando aun más el pensamiento
en una fase más radical que conlleva una filosofía irracional y fascista.
Nuestro autor se preguntará: “¿Qué hay de específicamente nuevo en la filosofía
del periodo imperialista? ¿En verdad es radicalmente nueva?. Y en caso
afirmativo, ¿En que reside su novedad?”[1]. Sobre este mismo punto Lukács se
apoyará en textos de Lenin para señalar que este: “(...) se había pronunciado
contra la tendencia representada por aquellos que se proponían estudiar la
estructura económica y las leyes internas del imperialismo haciendo abstracción
de la evolución general del capitalismo”[2]. Tendencia que no puede ser
observada por la filosofía burguesa al estar bajo un dominio ideológico que la
determina condicionándola hacia una explicación somera y superficial de las reales
preguntas que debería enfrentar la filosofía en cuanto tal. “Esta crisis
expresa un profundo malestar: la filosofía perdió su camino. ¿Dónde y cuando se
perdió? ¿Hasta dónde es preciso retroceder para encontrar el buen camino?”[3].
La filosofía se vuelve un
reflejo de las contradicciones económicas del capitalismo, ahí donde la
estructura económica produce contradicciones la filosofía se volverá una caja
de resonancia de estas sin hallar que las verdaderas contradicciones; que se
encuentran en la estructura misma del capitalismo y no en la filosofía que
pretende interpretarla a la luz de las meras contradicciones, en aquellas más
visibles. Se objetivan las contradicciones propias de la sociedad capitalista
por medio de una filosofía “atada” y “dependiente”.
Es por ello que Lukács
reconocerá que ahí donde la filosofía burguesa puede reconocer un problema
contradictorio sólo puede ver una imagen falseada de la realidad ya que se ve
imposibilitada, por su propia limitación de metodología dependiente, en pensar
siempre en las contradicciones de la sociedad capitalista por medio de un
pensamiento que es, al mismo tiempo, capitalista. Una filosofía que sólo puede
ver como realidad aquello que tan sólo es una manifestación de la contradicción
real, pero no la contradicción en sí; el imperialismo como radicalización de
las contradicciones que ya se manifiestan junto al nacimiento de la filosofía
moderna.
Quizás pueda parecer
aventurado, pero la crítica a la filosofía burguesa del pensador húngaro nos
puede llegar a recordar el Libro V de La República de Platón, específicamente
la explicación alegórica de la caverna, donde la realidad es confundida como
tal por medio de las apariencias que dan las sombras; una filosofía que en nada
se diferenciaría de aquellas llamas que sólo permitían ver sombras que
aceptamos como realidad, una filosofía burguesa que es una filosofía del
desconocimiento de las cadenas que lo atan a una caverna.
“Esta contradicción es la que explica el hecho de que ciertos pensadores, que son sin embargo pensadores de buena fe, nos den una representación falseada de la realidad social, simplemente por que se limitan a examinar esa superficie directamente perceptible”[4].
II. La Evolución del Pensamiento Burgués
Lukács intentará hacer
una división dentro de lo que él creerá ser una “Historia de la Filosofía
Burguesa”, y considerará una primera etapa cuya conclusión fechará en el año
1848. ¿Cuál será la unidad de estas concepciones filosóficas? El ser todas
ellas, desde Descartes hasta el año 1848 una “rebelión contra la sociedad
feudal que declinaba (...) la filosofía de esta época codifica los principios
últimos y la concepción general del mundo, propias a este vasto movimiento
progresivo y liberador que reformó tan profundamente la sociedad”[5].
No es coincidencia que Lukács
considere el año 1848 como el fin del periodo antes descrito; no sólo en ese
año se consolidarán las revoluciones burguesas en Europa Central sino que, en
ese mismo año, se publica El Manifiesto Comunista. Por ende nos encontramos con
que el año 1848 es el fin de aquello que será considerado como socialismo
utópico, para ser reemplazado definitivamente por el socialismo científico de
Marx, junto con la consolidación de la burguesía como clase dominante; poniendo
término a su “vocación” de “cabeza del progreso social” para convertirse en una
clase reaccionaria ante las fuerzas de la historia.
Sobre este punto, El
Manifiesto Comunista, y en sintonía con el pensamiento del filósofo húngaro,
Lenin señalará: “La culminación de la formación del marxismo y en el que se
traza una nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente, que también
abarca la esfera de la vida social; la dialéctica, la doctrina más completa y
profunda sobre el desarrollo; la teoría de la lucha de clases y del papel
revolucionario del proletariado, de trascendencia histórica mundial, creador de
una sociedad nueva, la sociedad comunista”[6]. Y, en palabras de Lukács esa
fecha provoca un quiebre en la Historia de la Filosofía; se produce una
maduración en la obra de Marx que llevará a “(..) una transformación
revolucionaria de la lógica, de las ciencias naturales y de las Ciencias
Sociales. Si algo es criticable en los pensadores clásicos es su incapacidad de
ver la realidad que esconden las luchas políticas revolucionarias surgiendo de
ilusiones heroicas que corresponden a necesidades históricas”[7]. Por ende la
burguesía ascendente no tenía el control de la filosofía que surgía de sus
mismas bases al no ser, aun, la clase dominante que será posterior al año 1848.
Filosofía de clase, pero de una filosofía en suspenso, que aun no tenía el
control total de la estructura económica, y por ende, de la superestructura. La
descomposición de la burguesía, como “cabeza del progreso social”, la podemos
encontrar en las revoluciones burguesas del año 1830 y, por sobre todo, luego
del año 1848, dirá Lukács: y con ellas el fin de esa filosofía burguesa crítica
y con mayor independencia con respecto a la clase dominante. Podríamos decir
que la misma “traición” de la burguesía a su “telos histórico” lleva con ella a
que toda su filosofía se sumerja en una suerte de trampa hacia sí misma.
De acuerdo a lo que hemos
señalado las revoluciones burguesas, por sobre todo las de 1848, son
demostraciones del total extravío de la burguesía como “cabeza del progreso
social”: “El combate ofensivo de la burguesía contra los restos del feudalismo
ha terminado ya: lo reemplaza ahora la actitud defensiva frente al proletariado
ascendente”[8]. Y es que lo que observa Lukács es que la burguesía deja de lado
su “telos histórico”, aun más consolida su separación total con su clase de
origen para ver en la materialización de los “Estados Nacionales” como su
propio interés de clase. “Liberales y demócratas se separan y terminan por
enfrentarse los unos con los otros: el liberalismo se transforma en liberalismo
nacional de carácter conservador”[9].
Es por ello que la
consolidación económica de la burguesía y su posterior consolidación política
provocan una corrupción del pensamiento filosófico que sólo podrán abstraerse
aquellas sociedades que, carentes del proceso político-social de la burguesía
ascendente de Europa Central, permiten mantener esa independencia filosófica
con respecto a las contradicciones propias del capitalismo y que tienen como
representación más clara, a juicio de nuestro autor, en la Rusia anterior a la
revolución de 1917: ”Notemos al pasar que estas observaciones no se aplican a
Rusia (...) Es por eso que todavía podía haber, en la Rusia de la segunda mitad
del siglo XIX, pensadores tales como Tchernichevski y Dobroliubov”[10]. La
propia consolidación de la burguesía determinó la consolidación del capitalismo
llevando consigo a la formación de una filosofía burguesa que sólo podía
replicar las mismas contradicciones de la “estructura” al verse determinada por
ella. Se produce así una “renuncia a la ambición de poder contestar a las
preguntas últimas del espíritu, tendencia que sería materializada en un
“agnosticismo filosófico”, donde frente a una voluntaria renuncia al
conocimiento de la esencia del mundo y a la realidad, la filosofía, entonces,
se convierte en un mero acto interpretativo totalmente limitado dentro de las
fronteras de las “ciencias” que sirven de legitimación a un régimen.
Sobre estos “nuevos
filósofos” que surgen a la par, y posteriormente, a la consolidación de la
burguesía como “nueva clase” (que separada de su “fin histórico” se vuelve
“reaccionaria” frente al progreso histórico) las palabras del filósofo húngaro
son tajantes; convirtiendo a la filosofía de la época en un mero acto limitado
por sus propias condiciones materiales e históricas que la hacen cumplir el rol
de legitimadores del pensamiento burgués; ¿Por qué?: “Función indispensable de
la burguesía de la época, puesto que asegura la estabilidad de un compromiso
social durable con las fuerzas de reacción”[11]. La filosofía es encerrada
hacia el compromiso de la legitimación de los conflictos por medio de una
“realidad social falseada” de la cual se beneficia la burguesía. Y es que de
acuerdo al pensamiento de Lukács la consolidación de la burguesía representa un
cambio “estructural” de la cual toda filosofía posterior al año 1848 no podrá
escapar al estar condicionada y limitada a ser un “acto superestructural” que
sólo puede llegar a ser una interpretación legitimadora alejada de la realidad
en sí.
Es posible que Lukács vea
que la filosofía burguesa nacida de ella y dependiente del capitalismo provoque
un “fetichismo de la mercancía” ya que como éste señala: “(...) la sociedad capitalista disfraza las relaciones humanas y las
torna indescifrables” [12]. Es ahí donde la filosofía burguesa se vuelve
incapaz de reconocer y diferenciar la “verdadera realidad” de las relaciones
humanas al considerar como verdaderas tan sólo manifestaciones visibles que
sólo operan como “reflejos” de esa “verdadera realidad” que debe ser ocultada
en pos de los intereses de la misma clase.
“Cuanto más alejada de la producción material efectiva se encuentra una de esas categorías, tanto más vacío es el fetiche, más desprovisto de todo contenido humano se encuentra”[13]. Las relaciones humanas, la sociedad, el hombre, la filosofía se convierte en un fetiche y, con ello, el error metodológico de la misma filosofía burguesa al considerar como objetos y fenómenos objetivables a aquello que es un error, un espejismo. La aparición del fetichismo de la mercancía se explica porque bajo el capitalismo triunfante los vínculos de toda producción entre individuos no se establecen de manera directa sino que adoptan la envoltura de una mercancía (se materializan), y, como consecuencia, adquieren el carácter de relaciones entre “las cosas”, se convierten “aparentemente” en propiedades de las cosas. Así, “las cosas”, las mercancías creadas por los hombres empiezan, en apariencia, a dominar sobre los propios hombres. La conclusión por ende a la que llegaría Lukács sobre este punto es que ese “fetichismo de la mercancía” ocultará la verdadera situación que será considerada como una “situación verdadera” por parte de la misma filosofía burguesa. “La clase social que se convirtió en depositaria de la nueva filosofía conoce cada vez menos la estructura económica de la sociedad burguesa y hasta se muestra cada vez menos dispuesta a estudiarla en tanto que problema filosófico”[14]. Nos encontraríamos frente a una filosofía que confunde su objeto por medio de una “fetichización de la mercancía”, dependiente de la estructura económica y legitimadora de este. Y es que nuestro autor nos señala que la única forma valida de reconocimiento de la realidad en cuento tal es apartando el velo de aquellas categorías engendradas por una “ideología dominante” creando lo que nuestro autor como “formas fetichistas de la objetividad”.
Podríamos llegar a decir
que el problema real observado por Lukács con respecto a la filosofía burguesa
es que el objetivo mismo, las respuestas mismas que esta filosofía quiere
responder, están mal formuladas al no ser capaces de distinguir la realidad de
la ficción. Creando un proceso inútil que sólo tendrá como respuesta una
conclusión “ad-hoc” a la estructura en la cual se encuentra: no hay realmente
una filosofía sino una historia que como tal tiene múltiples manifestaciones,
una de ellas, la filosofía que refleja un determinado periodo histórico por
medio de ese pensamiento. En palabras de Marx: “El destino de una pregunta del
momento tiene en común con toda pregunta justificada por su contenido, y, por
lo tanto racional, es que la principal dificultad estriba en la pregunta misma
y no en la respuesta. En consecuencia, la verdadera critica analiza las
preguntas y no las respuestas. Así como la solución de una ecuación algebraica
se obtiene una vez que se ha puesto el problema en su forma más simple y
rigurosa, toda pregunta obtiene su respuesta en cuanto se convierte en una
pregunta real”[15]. Ahí es donde verá Lukács, por medio de Marx, el gran
problema de la filosofía y aun más, de la filosofía posterior a la
consolidación de la burguesía en el poder político y económico: el no poder
obtener repuestas reales al fallar totalmente en la pregunta, al no considerar
que la filosofía tiene una dependencia “ideológica” en cada periodo histórico.
La Filosofía Imperialista y la “mitificación” de la Realidad
Para Lukács la
objetividad misma en la cual se debe construir todo sistema de pensamiento ha
caído en una suerte de idealismo subjetivo producto de la influencia burguesa,
determinante, del periodo imperialista. Y es que la misma imposibilidad de
conocer la realidad, tan difundida por la filosofía burguesa, trae consigo la
negación de la “ciencia misma”, dirá nuestro autor, como posibilidad de
destruir el agnosticismo filosófico que trae consigo el idealismo subjetivo. Es
por ello, junto a la dependencia estructural de la filosofía, que la negación
de la verdad que conlleva el materialismo histórico determina una salida a la
posibilidad misma del conocimiento, esto al “mantener intactos todos los
principios de la teoría del conocimiento del idealismo subjetivo (...) presenta
el problema de tal manera que parece admitir implícitamente que las ideas y las
nociones que sólo existen en la conciencia son en sí mismas realidades
objetivas”[16]. Es aquí donde nos encontramos nuevamente con esa “singular”
concepción donde lo “reaccionario” es aquello que es incapaz de observar las
condiciones reales, a juicio de Lukács, que permiten la creación de ideas
propias de los elementos superestructurales de la teorización marxista
“ortodoxa”, convirtiéndose estos en los límites infranqueables de la filosofía
burguesa y, como tal, caen en una objetivización de la realidad legitimada en
las mismas “ideas” que permiten “justificar” las contradicciones existentes en
dicha realidad: “La realidad de la cual hablan se convierte así, efectivamente,
en una e indivisible, pero es la realidad del idealismo subjetivo”[17].
Sin embargo Lukács verá
que este “idealismo subjetivo” trae consigo un nuevo “agnosticismo” que no
presenta las mismas características del existente antes del triunfo y
consolidación de las revoluciones burguesas. Y es que este nuevo agnosticismo
es una suerte de “negativa” a las ciencias, creando una relación donde el
idealismo subjetivo logra legitimarse y justificarse por medio de lo
injustificable; lo no científico. Y es que Lukács verá que las nuevas formas
que adquiere el agnosticismo ha alcanzado amplia difusión en la filosofía
burguesa, especialmente en Nietzsche y su influencia. Es por ello que
obviamente, al observar Lukács en la obra de Nietzsche el punto máximo del
“irracionalismo” verá en este, y la filosofía que nace bajo la burguesía, a una
tendencia que busca limitar la ciencia, a renunciar al pensamiento lógico, a
apartar la atención de lo que signifique conocimiento de las leyes objetivas de
la naturaleza y, por sobre todo, como si fuera un fin ideológico; el apartar el
conocimiento verdadero de la sociedad. La variante moderna del agnosticismo se
convierte en “mistificadora y, por ende, creadora de mitos”[18]. Ante la
imposibilidad de la “verdad científica”, por parte de la filosofía imperialista
burguesa que acusa Lukács, se ve forzada ésta a ver en la necesidad de crear
“ahí” el mito como una respuesta ideológica que permita darle una coherencia
falsa a todos aquellos vacíos propios de un pensamiento totalmente “alejado de
la verdad”, y sin animo de llegar a encontrarla, debido a su dependencia a
elementos ideológicos propios del rol de la filosofía como elemento legitimador
de las condiciones existentes; como ejercicio meramente explicativo según
nuestro autor. Una filosofía que se vuelve creadora del mito como “única
salida” ante la falsedad de sus mismas especulaciones anticientíficas que
desembocan en la acientificidad de la filosofía. Ante la realidad verdadera que
demostraría el materialismo histórico, nos dirá el filosofo húngaro, la
filosofía burguesa del periodo imperialista se convertirá no sólo en la
negación de la verdad, ni en la mera creación de mentiras legitimadoras, sino
en la “reacción” misma de la filosofía frente al progreso.
Esta nueva forma y fin
que adquiere el “mito”, propio según Lukács de la filosofía burguesa
imperialista y encarnada en Nietzsche, se convierte en formas de respuestas
irracionales que buscan dar solución a las contradicciones mismas que se dan
entre ciencia y sociedad. Se vuelve así a la respuesta fantasiosa que busca
convertirse en una salida valida y “coherente”, por su propia irracionalidad,
para el proceso contradictorio en la que la sociedad se cierra a sí misma. La
ciencia se vuelve reaccionaria al ser reaccionaria en sí la filosofía del
periodo. No hay evolución de la humanidad, nos señala Lukács, no hay un proceso
objetivo “donde el hombre se encuentra
consigo mismo y su verdad”, más bien se produce una negación del socialismo
como telos de la historia de la humanidad, y frente a esto, frente al
insoportable peso de la “verdad”, sólo es posible oponer la existencia del
“mito”:
“Desde el momento en que el idealismo, sea cual fuere, abandona el agnosticismo cae en la fabricación de mitos pues se ve forzado a atribuír a las construcciones puras del espíritu un papel de realidad en la explicación, de los fenómenos reales (...) Cuanto más se aproxima el idealismo objetivo un sistema filosófico, tanto más acusa esta tendencia a fabricar mitos”[19].
Así consideradas desde el
punto de vista de Lukács, la filosofía, y podríamos decir las Ciencias Sociales
en general, aparecen como una mezcla de investigaciones empíricas y de teorías
idealistas integradas a la ideología burguesa una vez que esta ha abandonado su
posición de enfrentamiento con el Antiguo Régimen.
Lukács verá, a partir de
Marx, que el establecimiento de nuestras representaciones son expresiones
totalmente invertidas de la vida a partir de una constante forma de
“idealización” de esta, que carentes de veracidades en las cuales fundamentarse
y legitimarse omiten la materialización de las contradicciones para llevar el
pensamiento hacia el terreno de los abstracto, de lo irracional, del mito. Es
por ello que el punto de partida del pensamiento del autor húngaro es, en
sintonía con el marxismo ortodoxo, la supremacía de la práctica sobre la
teoría, que no sería más que una expresión invertida, “ideológica” por lo
tanto, de aquellas sino partiera deliberadamente de esta práctica; es decir ahí
donde la irracionalidad del pensamiento burgués buscará respuestas, de manera
fútil, para lograr disminuir las cada vez mayores contradicciones existentes
que esta misma crea, el mito como expresión máxima, se le opone la
cientificidad objetiva de la verdad del pensamiento marxista: carente de mitos
e irracionalidades propias de la filosofía burguesa, exacerbado, en el periodo
imperialista de esta.
“En la época de la filosofía clásica el mito se presentaba bajo el aspecto del mismo conocimiento científico, mientras que en la filosofía de la fase imperialista el mito representa una actitud, una relación con el mundo que sería, por así decirlo, de una esencia superior a la que se accede por medio del conocimiento científico, y que llega hasta negar los resultados de la ciencia. La función social de la ideología, es decir de los mitos, consiste actualmente, entonces, en lo siguiente: sugerir una concepción del mundo que corresponda a la de la filosofía del imperialismo allí donde la ciencia aparece incapaz de ofrecer una visión de conjunto y remplazar la perspectiva que ofrece la ciencia, cada vez que esta contradice la concepción propuesta por la filosofía paradójica del estadio del imperialismo”[20].
En la cita anterior se
resume como ve Lukács, ejemplificada “indirectamente” en la figura de
Nietzsche, su visión sobre lo que es y representa la filosofía burguesa del
periodo imperialista: una suerte de fuerza irracional que frente a la ciencia y
su progreso utiliza el mito para subordinar, de manera ficticia, a este mismo
progreso en pos de explicar, o más bien legitimar, la estructura donde descansa
la burguesía triunfante. Es un volver a la utilización del mito de manera más
radical, incluso, a como lo concebía el propio Marx: “Toda mitología vence,
subordina y modela las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y con la
ayuda de la imaginación, por consiguiente, desaparece cuando se llega al
dominio real sobre esas fuerzas de la naturaleza”[21].
Ahí, en lo señalado
anteriormente, es donde el autor húngaro pone a Nietzsche, y la “filosofía
irracional” que acusa, extrañamente, como parte de la “jaula” del idealismo del
pensamiento hegelieano y, obligatoriamente, como una negación de los
fundamentos de Marx sobre la “realidad”[22]. Se produce una confusión donde la
“razón” misma es puesta en tela de juicio pero, a la vez, no se produce
cuestionamiento alguno sobre “la razón” en el pensamiento de Lukács... esto
hace que el confuso “idealismo”, muy cercano a Hegel según el filosofo hungaro,
y la “creación de mitos” con el que se acusa a Nietzsche, como el gran símbolo
de esta “decadencia filosófica[23], se convierta en una suerte de ejercicio de
teorización marxista sobre el funcionamiento superestructural de la filosofía
en la “realidad”, así como la influencia de esta en la “realidad” misma, pero
sin jamás detenerse, ni cuestionarse, en la “razón” que invoca como “su
razón”[24].
Para Lukács, y en
sintonía con el pensamiento marxista ortodoxo de la época, la fuerza del
conocimiento científico radica en el carácter general, universal, necesario y
objetivo de su veracidad. Frente al “mito”, que ofrece una representación
tergiversada y fantástica de la realidad, la verdadera ciencia formula sus
conclusiones basándose en hechos. La ciencia se halla íntimamente vinculada a
la concepción filosófica del mundo, de ahí la función “ideológica” que esta
cumpliría, según nuestro autor, el pensamiento filosófico burgués en pos de la
necesidad de zanjar y corregir, artificialmente, los conflictos propios de la
sociedad materializada por el capitalismo.
Sin embargo, nos señalará
Lukács, que el idealismo es en sí mismo contrario a la ciencia; conduciendo a
esta a un callejón sin salida propio del agnosticismo, y más aun en el caso del
“nuevo agnosticismo”, llevando inexorablemente al irracionalismo y, finalmente,
al “mito”: “Hasta ahora, los hombres se han formado siempre ideas falsas acerca
de si mismos, acerca de lo que son o debieran ser. Han ajustado sus relaciones
a sus ideas acerca de dios, del hombre normal, etc. Los abortos de su cabeza
han acabado por imponerse a su cabeza. Ellos, los creadores, se han rendido
ante sus criaturas. Liberémoslos de los fantasmas cerebrales, de las ideas, de
los dogmas, de los seres imaginarios bajo cuyo yugo degeneran. Rebelémonos
contra este dominio de los pensamientos[25]”.
Notas
[1] LUKÁCS, György. La
Crisis de la Filosofía Burguesa. Editorial Siglo XX. 1958. Pág.2.
[2] IDEM.
[3] IBIDEM. Pág.3.
[4] IDEM.
[5] IBIDEM. Pág.5
[6] LENIN, V.I. Citado en; ROSENTAL, M.M. Diccionario Filosófico. Taller de Gráficas Modernas. Bogota, Colombia. 2001.
[7] OPCIT. Pág.5.
[8] IBIDEM. Pág.6.
[9] IDEM.
[10] IDEM.
[11] IBIDEM. Pág.7.
[12] IBIDEM. Pág.4.
[13] IDEM.
[14] IBIDEM. Pág.9.
[15] Marx, Karl y Engels, F. Collected Works. Vol I.Moscú. Progress Publishers. Págs 182-183. En Hounie, Analía. Sobre la Idea de Comunismo. Paidos. Barcelona. Pág.207.
[16] IBIDEM. Pág.14.
[17] IDEM.
[18] IDEM.
[19] IBIDEM. Pág.15.
[20] IDEM.
[21] Marx, Karl; Engels, Frederich. Obras Escogidas. Editorial Ciencias del Hombre. Buenos Aires, 1975. T XII. Pág. 737.
[22] En términos generales; Marx, refutando a Hegel, sostiene que las realidades no proceden de la mente, sino que son objetos que preceden al conocimiento y lo determinan; más aun, la elucubración hegeliana se encuentra fuera de la realidad, ya que, siguiendo a Marx; la producción de las cosas a partir de la mente, “sólo existiría en el cerebro del filósofo”.
[23] Domenico Losurdo en su obra Nietzsche il ribelle aristocratico (2004) considera la obra de Lukács, El Asalto a la Razón, como una obra maniqueísta y totalmente carente de conocimientos sobre la obra y pensamiento de Nietzsche. En; Rossi, Luis. Reseña de “Nietzsche, Il Ribelle Aristocratico”. Revista Araucaria. N° 14. Universidad de Sevilla. 2005.
[24] Existiría una suerte de necesidad de condenar a Nietzsche desde Marx, y esa es la labor fundamental que buscaría la obra de Lukács, en especial en “Asalto a la Razón”, tratando de pasar revista a toda la filosofía moderna bajo el criterio de “razón”, sin jamás interrogar la razón que defiende. No debemos de olvidar que la figura de Nietzsche se había convertido, luego de la Segunda Guerra Mundial en un topos de la polémica y discusión interna, y externa, del movimiento obrero marxista y es así, como lo señala Negri en Tres Lecturas de Nietzsche, que el pensamiento del filósofo húngaro hace suya la interpretación que el nazismo hacía de Nietzsche (y en especial la de Alfred Bumler, prologuista oficial de su obra en los años treinta) y la dirige contra el irracionalismo de la cultura burguesa junto con una adaptación de la interpretación, conciente o inconsciente, a los cánones oficiales de la ideología stalinista de los años treinta.
[25] MARX, Karl. La Ideología Alemana. Prólogo. En; MARX, Karl. La Ideología Alemana y Otros escritos filosóficos. Editorial Losada. Buenos Aires. 2002.
[2] IDEM.
[3] IBIDEM. Pág.3.
[4] IDEM.
[5] IBIDEM. Pág.5
[6] LENIN, V.I. Citado en; ROSENTAL, M.M. Diccionario Filosófico. Taller de Gráficas Modernas. Bogota, Colombia. 2001.
[7] OPCIT. Pág.5.
[8] IBIDEM. Pág.6.
[9] IDEM.
[10] IDEM.
[11] IBIDEM. Pág.7.
[12] IBIDEM. Pág.4.
[13] IDEM.
[14] IBIDEM. Pág.9.
[15] Marx, Karl y Engels, F. Collected Works. Vol I.Moscú. Progress Publishers. Págs 182-183. En Hounie, Analía. Sobre la Idea de Comunismo. Paidos. Barcelona. Pág.207.
[16] IBIDEM. Pág.14.
[17] IDEM.
[18] IDEM.
[19] IBIDEM. Pág.15.
[20] IDEM.
[21] Marx, Karl; Engels, Frederich. Obras Escogidas. Editorial Ciencias del Hombre. Buenos Aires, 1975. T XII. Pág. 737.
[22] En términos generales; Marx, refutando a Hegel, sostiene que las realidades no proceden de la mente, sino que son objetos que preceden al conocimiento y lo determinan; más aun, la elucubración hegeliana se encuentra fuera de la realidad, ya que, siguiendo a Marx; la producción de las cosas a partir de la mente, “sólo existiría en el cerebro del filósofo”.
[23] Domenico Losurdo en su obra Nietzsche il ribelle aristocratico (2004) considera la obra de Lukács, El Asalto a la Razón, como una obra maniqueísta y totalmente carente de conocimientos sobre la obra y pensamiento de Nietzsche. En; Rossi, Luis. Reseña de “Nietzsche, Il Ribelle Aristocratico”. Revista Araucaria. N° 14. Universidad de Sevilla. 2005.
[24] Existiría una suerte de necesidad de condenar a Nietzsche desde Marx, y esa es la labor fundamental que buscaría la obra de Lukács, en especial en “Asalto a la Razón”, tratando de pasar revista a toda la filosofía moderna bajo el criterio de “razón”, sin jamás interrogar la razón que defiende. No debemos de olvidar que la figura de Nietzsche se había convertido, luego de la Segunda Guerra Mundial en un topos de la polémica y discusión interna, y externa, del movimiento obrero marxista y es así, como lo señala Negri en Tres Lecturas de Nietzsche, que el pensamiento del filósofo húngaro hace suya la interpretación que el nazismo hacía de Nietzsche (y en especial la de Alfred Bumler, prologuista oficial de su obra en los años treinta) y la dirige contra el irracionalismo de la cultura burguesa junto con una adaptación de la interpretación, conciente o inconsciente, a los cánones oficiales de la ideología stalinista de los años treinta.
[25] MARX, Karl. La Ideología Alemana. Prólogo. En; MARX, Karl. La Ideología Alemana y Otros escritos filosóficos. Editorial Losada. Buenos Aires. 2002.