
Miguel Urbano Rodrigues
En los últimos días las
protestas de Wall Street fueron tema de cabecera en influyentes media
internacionales. En Washington el gobierno intenta desvalorizar el significado
de las manifestaciones que iniciaron con la ocupación por un grupo de
“indignados” de la calle de la Bolsa de Nueva York, símbolo del poder del
capital.
Pero lo que parecía ser
una iniciativa inofensiva de un puñado de jóvenes asumió rápidamente las
proporciones de una protesta de dimensiones nacionales. La brutal represión que
el día 1 de Octubre afectó a los jóvenes que avanzaban hacia Wall Street –más
de 700 detenidos y golpeados- suscitó una ola de indignación y generó
solidaridades inesperadas. El movimiento alcanzó a otras ciudades y asumió un
carácter diferente, de contestación al sistema responsable por la actual crisis
mundial.
El discurso de Obama en
el décimo aniversario de la invasión a Afganistán produjo un efecto opuesto al
deseado por la Casa Blanca, empeñada en desviar las atenciones de los
acontecimientos de Wall Street. Al homenajear a los muertos norteamericanos y
de las fuerzas de la OTAN, el Presidente mintió. Para justificar la agresión
afirmó que el país está ahora más “seguro” y en camino del progreso. En
realidad, la guerra está perdida y el pueblo afgano, empobrecido, odia a los
ocupantes, como reconoce el general Mc Chrystal, ex comandante-jefe destituido
por Obama.
La pieza oratoria del
Presidente, marcada por la hipocresía, trajo a la memoria de sus compatriotas,
los discursos en que Nixon hace 40 años prometía la victoria en Vietnam e
invocaba la democracia y la libertad en tanto promovía la escalada en un
conflicto en que murieron más de un millón de vietnamitas. Es oportuno recordar
que al inicio de los años 70 del siglo pasado las protestas torrenciales de la
juventud estadounidense contra la guerra forzaron a Nixon a negociar con Hanói
la retirada de los EEUU de Vietnam, en un acuerdo que fue el prologo de la
derrota norteamericana en el Sureste asiático. La analogía de las situaciones,
señalada por observadores internacionales termina, por ahora, ahí.
El rechazo creciente del
pueblo norteamericano por las guerras neocoloniales de Iraq, de Afganistán y de
Libia está evolucionando en los EEUU hacia una actitud de protesta contra el
sistema del cual Wall Street, como vitrina del capital, es el símbolo.
Algunos sindicatos
hicieron público su apoyo al movimiento iniciado por jóvenes. Dirigentes suyos
desfilaron en la Plaza de la Libertad y cientos de pilotos de las grandes
compañías aéreas los imitaron. La autodenominada Asamblea General de la Ciudad
de Nueva York lanzó un llamamiento con la consigna “¡ocupen Wall Street!”.
Universidades de prestigio se adhieren a las manifestaciones.
En una de las
movilizaciones, una estudiante exhibía un cartel expresivo: “Nadie es más
completamente esclavizado que aquel que cree falsamente ser libre”- Goethe.
Noam Chomsky, Michael
Moore y otras personalidades progresistas de prestigio internacional se dislocaron
a la Plaza de la Libertad y a las calles proximasz de Wall Street y escriben
artículos apoyando la protesta. La Casa Blanca tiene motivos para estar
preocupada. En un país donde las fortunas de 400 multimillonarios exceden los
bienes, sumados, de la mitad de la población –como señala Michael Moore- las
consignas de los manifestantes son ahora más radicales. Muchos pasan de la
crítica al sistema y de los banqueros y especuladores a la condena al
capitalismo.
Los grandes de las
Finanzas están alarmados. Una protesta de jóvenes que inicialmente subestimaron
como asunto de hippies está por tomar un rumbo que definen como “peligroso”.
¿Qué lecciones?
Los medios portugueses
«de referencia» han dedicado poca atención a los acontecimientos de Wall
Street. Para las fuerzas progresistas, ellos constituyen, ahora, tema de
reflexión. Una de sus enseñanzas es la demostración inesperada de que en el
mayor baluarte del capitalismo ha sido posible contestar el sistema en las
calles de forma permanente [por] más de tres semanas.
En Portugal las
manifestaciones contra la política de traición nacional y las medidas impuestas
por el imperialismo a través del gobierno que los representa deben también,
para golpear el sistema, asumir carácter permanente, mediante iniciativas
diversificadas.
La CGTP anuncio el día
primero una semana de lucha al final del mes, que incluirá huelgas sectoriales.
Las manifestaciones de Lisboa
(130.000 personas) y de Oporto (60.000) llevaron al pánico al gran capital. Es
significativo que la PSP (Policía de Seguridad Pública) haya divulgado sin
demora un comunicado en el cual prevé que la contestación social a las medidas
del memorándum de la troika desemboque en “tumultos” y actos de violencia
“semejantes a los del PREC” (alusión perversa a la Revolución Portuguesa de
Abril).
Ese berrido reaccionario
vale para una certeza: el aparato represivo del Estado, imitando al griego, se
prepara para infiltrar provocadores en protestas masivas que traduzcan el
descontento popular frente a las calamidades que afectan el país. Algunos
periódicos se anticipan, sugiriendo que el Partido Comunista Portugués puede
eventualmente surgir ligado a esos futuros “tumultos”, no obstante ser de
dominio público que el Partido Comunista siempre condena la violencia irracional
(saqueo de tiendas, incendios, quemas de automóviles y edificios, etc.).
La intención de intimidar
a los trabajadores que se evidencia en el comunicado policial tiene por
complemento el slogan ampliamente difundido de que somos un pueblo diferente,
de blandas costumbres, que abomina la violencia social. Ese discurso y el
lenguaje utilizado ocultan el propósito de misturar ajos con ojos. Los
tumultos, los saqueos, la destrucción de edificios no pueden ser confundidos
con acciones legítimas de violencia social. El abismo entre la violencia
irracional y la violencia social es tal que hasta un destacado político de
derecha como Pacheco Pereira reconoce esa evidencia en la crónica publicada en
el diario “Publico” (8.10.11) en la que denuncia la especulación de gobernantes
sobre “tumultos hipotéticos”.
Llamo la atención sobre
el hecho porque la lucha de masas tiende a radicalizarse en Portugal como
respuesta defensiva inevitable a una política criminal.
La anunciada semana de
lucha programada por la CGTP traerá algunas respuestas a cuestiones teóricas y
prácticas que condicionan el futuro del pueblo portugués. Repito: los
acontecimientos de Wall Street confirman que el gran capital que controla el
sistema de explotación responsable por la crisis, está preparado para absorber
y neutralizar las protestas aisladas, más cuando estas se tornan permanentes y
asumen un carácter masivo, entra en pánico. El gigante tiene pies de barro.
Traducción: Jazmín Padilla para www.odiario.info
Fuente: http://www.lahaine.org/index.php?blog=3&p=56673
Fuente: http://www.lahaine.org/index.php?blog=3&p=56673