

Nikolas Kozloff
Si los cables diplomáticos del pasado pueden servir de indicación, la Casa Blanca de Obama puede estar interesada en perpetuar la actual guerra propagandística de EE.UU. en Latinoamérica. Según correspondencia clasificada recientemente revelada por WikiLeaks, Washington ve a Venezuela como una potencia advenediza cuya campaña de relaciones públicas puede interferir con importantes esfuerzos de comunicación de EE.UU.
No es ningún secreto que
el gobierno de Bush era paranoico respecto a la cobertura mediática que
criticaba su política exterior; sin embargo a medida que van saliendo cables a
la luz, es sorprendente ver cuán lejos estaba dispuesto a ir el Departamento de
Estado al equiparar medios de Medio Oriente con medios noticiosos suramericanos
recientemente formados.
Lo que parece haber
preocupado más a los diplomáticos estadounidenses fue la posibilidad de que Al
Jazeera, cuya cobertura de la Guerra de Irak había crispado los nervios del
gobierno de Bush, pudiera colaborar con Venezuela, así como con otras naciones
suramericanas. Poco popular dentro de la elite de Washington, Al Jazeera transmitió
fotografías explícitas de soldados estadounidenses muertos y capturados durante
la Guerra de Iraq.
Cuando la red transmitió
las secuencias, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld acusó a Al
Jazeera de violar las convenciones de Ginebra. Entonces, en una incursión
aérea y andanadas de artillería contra Bagdad, el 8 de abril de 2003, las
fuerzas estadounidenses mataron por lo menos a tres periodistas, incluido un
corresponsal de Al Jazeera. Según un informe, nada menos que el presidente
Bush incluso pudo sugerir, en una reunión con el primer ministro británico Tony
Blair, que se bombardearan las oficinas de Al Jazeera en Qatar.
A la luz de una historia
semejante, no es demasiado sorprendente que los diplomáticos se hayan alarmado
ante cualquier crecimiento de medios internacionales más independientes y
críticos. En una columna anterior en Al Jazeera, detallé parte de la preocupación
de EE.UU. ante los medios de tendencia izquierdista en Sudamérica, pero nuevos
cables colocan la obsesión de Washington con un mayor escrutinio sobre el
asunto.
Refundiendo Al Jazeera y Telesur
En 2005, los funcionarios
estadounidenses aceleraron sus esfuerzos de monitoreo de los medios y
escribieron a Washington que Hugo Chávez estaba “presionando vigorosamente” a
favor de la creación de una nueva red noticiosa suramericana llamada Telesur.
Los diplomáticos estadounidenses estaban preocupados por eventos semejantes y
comentaron que, si Telesur llegaba a ser un éxito, podría “promover
las ambiciones de Chávez de liderazgo continental” e incluso –horror de
horrores– llevar a un “desarrollo cultural endógeno (no-estadounidense)”.
En un disparo de
advertencia que amenazó con debilitar a medios basados en EE.UU. como CNN,
el ministro de Información de Chávez, Andrés Izarra anunció que Al Jazeera abriría
una oficina en Caracas. Este hecho parece haber alarmado a la embajada de
EE.UU., que al parecer estaba preocupada de que la red de Medio Oriente podría
colaborar con Telesur en el futuro.
En una acción de capa y
espada, el embajador de EE.UU. William Brownfield narró que una “periodista”
anónima representante de Al Jazeera había “asistido a numerosas
conferencias de prensa del gobierno de Venezuela”. Por si no fuera suficiente
motivo de preocupación, Brownfield agregó que la periodista en cuestión también
había participado en programas de entrevistas transmitidos por Venezolana
de Televisión, una estación de televisión de propiedad estatal.
Mientras investigaba para
mi segundo libro, tuve la oportunidad de entrevistar personalmente al director
de Telesur, Aram Aharonian, y le pregunté si estaba preocupado porque el
gobierno de Bush podría reaccionar de modo negativo ante cualquier cooperación
entre Al Jazeera y Telesur. Aharonian descartó cualquier
preocupación semejante, señalando que “Mire, colaboramos con Al Jazeera tal
como lo hacemos con la Voice of America. Una delegación de Voice
of America vino a nuestras oficinas el mes pasado, y llegamos a un acuerdo
para intercambiar noticias e imágenes.”
Para Brownfield y los
diplomáticos estadounidenses, sin embargo, Al Jazeera y Telesur parecen
haber representado un frente hostil común. Por cierto, en su comunicación a
Washington, Brownfield incluso refundió a las dos, señalando en un punto que Telesur podría
representar “el nacimiento de al-Chavezeera” o “la propia CNN de
Chávez”. Lo que es más, Al Jazeera podría suministrar a Telesur secuencias
cinematográficas “provocadoras” de Medio Oriente, que entonces podrían doblarse
al castellano. Poco después, los temores del gobierno de Bush surgieron cuando Telesur comenzó
a transmitir en serio. Además, un año después del envío del cable de Brownfield
al Departamento de Estado,Telesur anuncio un acuerdo oficial de
compartición de información con Al Jazeera. En Washington Connie
Mack, una congresista republicana de derecha de Florida, señaló que la decisión
tenía el propósito de crear una “red global de televisión para los
terroristas”.
Preocupación por la conexión cubana
Durante años, Washington
ha librado una guerra de propaganda contra Castro mediante emisoras como Radio
Martí, y por ello no es sorprendente que el espectro de la colaboración
mediática cubana-venezolana sea muy importante en el cable de Brownfield.
Aunque el embajador de EE.UU. señaló que Telesur parecía tener
“piernas débiles” por el momento, el diplomático se preocupaba de que el canal
propagaría ideas pro venezolanas e incluso pro cubanas.
Durante mi propia
entrevista con Aharonian, pregunté al director de Telesur si pensaba
que el canal contribuiría a acabar con el aislamiento de Cuba. “Los cubanos”
señaló, han tenido “una mentalidad de bloqueo, es decir que todo lo que viene
de afuera es malo, es necesario que nos defendamos, etc. EE.UU. ha estado
tratando de transmitir sus medios a Cuba durante cuarenta años, y lo ha hecho
mal, Radio Martí, por ejemplo”.
“Nosotros tenemos un
enfoque diferente”, agregó Aharonian. “Vemos nuestra presencia en Cuba como una
oportunidad de informar más al pueblo cubano sobre lo que sucede en
Latinoamérica y en el mundo. Ahora tenemos tres horas a la mejor hora en la
televisión cubana. En cierto sentido, tenemos monopolizado el mercado ya que no
hay muchas oportunidades de cambiar canales. Para nosotros es un arreglo
beneficioso, y también para Cuba.”
Es probable que la
posibilidad de más intercambio cultural entre Cuba y Venezuela haya sido
exactamente lo que molestó a los funcionarios estadounidenses. Según
Brownfield, Aharonian es un exiliado uruguayo radical que originalmente llegó a
Caracas en los años ochenta para abrir una oficina de la agencia noticiosa
cubana Prensa Latina. Al buscar en Caracas más información sobre Aharonian, la
embajada encontró a un corresponsal extranjero anónimo que con placer calumnió
la reputación de otro colega para favorecer a los servicios de inteligencia de
EE.UU. Según el periodista, Aharonian tenía vínculos “formales o informales”
con espías cubanos.
Evaluando la trayectoria de Telesur
Ansioso de disipar la
noción de que Telesur estuviera vinculado a algún tipo de agenda
política específica, Aharonian me dijo que el nuevo canal no serviría de vocero
a ningún gobierno en particular, venezolano u otro. “No pienso que haya alguna
campaña contra Bush o algo parecido”, señaló, agregando que Telesur tampoco
estaba a favor del gobierno de Bush. “Es algo diferente. Damos opiniones de
ambos lados, lo que es diferente de los medios estadounidenses donde solo se
tiene un lado. La idea es suministrar más información alternativa. En Miami, al
contrario, existe una mentalidad de que debemos alentar los medios
‘anticubanos’, pero nosotros en Telesur estamos presentando un
espacio público equilibrado. No podemos estar contra nadie.”
En otro momento de la
entrevista, Aharonian declaró que yo “partía de una premisa errónea” al creer
que Telesur estaba “contra EE.UU.” Aunque el canal ha criticado a Washington,
dijo Aharonian, Telesur también suministra cobertura independiente de
muchos países latinoamericanos. Cuando atraje la atención de Aharonian a una
foto en la pared que lo muestra de pie al lado de Chávez, el exiliado uruguayo
dijo que el presidente venezolano nunca lo llama y que las autoridades no se
involucran en los asuntos de la estación o en su política interna.
A pesar de posiciones tan
matizadas, parece por los cables de WikiLeaks que la embajada de
EE.UU. no estaba convencida de semejantes aseveraciones. La inclinación
ideológica de Telesur es evidente, señalaban los diplomáticos: “izquierdista,
antiestadounidense, y pro Chávez”.
La ‘diplomacia del dólar’ de Chávez
Al parecer la embajada de
EE.UU. consideró apropiado monitorear las finanzas del canal. Aharonian, señaló
un diplomático, “es un personaje notoriamente escurridizo y puede no haber
dicho toda la verdad cuando dijo que su presupuesto era de 10 millones de
dólares”. En otros cables, funcionarios de EE.UU. trataron de calcular cuánto
gastaba Chávez en general en propaganda, señalando que Caracas había firmado un
contrato por 1,2 millones de dólares con la firma de cabildeo Patton Boggs para
ayudar a mejorar la imagen de Venezuela en EE.UU.
Los diplomáticos
estadounidenses se preocuparon aún más cuando Chávez comenzó a gastar
profusamente en ayuda al extranjero. En 2006, notaron que Venezuela estaba
comenzando a “ganar amigos e influencias en países de la región y más allá”. En
un informe detallado, los estadounidenses catalogaron la larga lista de
proyectos en el extranjero de Chávez, incluyendo montos proyectados en dólares
para una iniciativa de construcción en Cuba, un préstamo para infraestructura a
la República Dominicana, e incluso ayuda financiera para construir un
aeropuerto en la pequeña isla caribeña de Dominica.
Pero los estadounidenses
no se detuvieron ahí y se concentraron en todos y cada uno de los proyectos que
podían reforzar la imagen de Venezuela, incluso el financiamiento por parte de
Chávez de una escuela de samba en Brasil, así como becas a bolivianos pobres,
un préstamo para un hospital en Uruguay, ayuda alimentaria a la empobrecida
nación africana de Mauritania, y ayuda humanitaria a Mali, Níger y Burkina
Faso. Brownfield se preocupó personalmente de que Chávez podría desviar parte
del Fondo Nacional de Desarrollo de Venezuela para apoyar iniciativas diplomáticas
sin un escrutinio o supervisión pública efectiva.
Interés de diplomáticos estadounidenses en estudios mediáticos
Al leer los cables
diplomáticos de la embajada de EE.UU. en Caracas, se podría pensar que sus
representantes se habían convertido en estudiantes de posgrado que realizaban
estudios avanzados en Estudios Mediáticos. Como testimonio de la creciente
importancia de Venezuela en el radar político, los funcionarios estadounidenses
mostraron un grado sorprendente de interés en todo, desde la televisión a la
publicidad, documentales, medios electrónicos e incluso a carteleras y murales
revolucionarios.
La embajada de EE.UU. se
sintió particularmente molesta por la estatal Venezolana de Televisión, que
mostró un videoclip de multitudes haciendo fila para comprar bidones de
combustible líquido durante un lockout dirigido por la oposición. Una
voz comentó: “La oposición desató el terrorismo contra el pueblo venezolano y
llevó al hambre y el desempleo. Gracias a la nueva PDVSA (compañía petrolera
estatal), PDVSA es para todos nosotros, todos nosotros somos PDVSA.”
Aparte de Venezolana de
Televisión, el tabloide pro gubernamental VEA “atacaba al Tío Sam” y solía
“lanzar dardos” al embajador de EE.UU. “mediante el uso de caricaturas
insultantes o fotos alteradas”. Además, tanto Venezolana de Televisión como VEA
presentaban anuncios “suaves y amistosos” mostrando a una mujer “que gracias a
un micro-crédito del gobierno de Venezuela ha establecido un exitoso negocio de
tejeduría”.
Documentales, ciberespacio y murales populares
Preocupados aparentemente
de que las mujeres pobres que recibían dinero para establecer tejedurías
pudieran un día volverse contra EE.UU., los diplomáticos no dejaron piedra sin
mover en su amplio análisis de los medios, incluyendo las cintas documentales.
Por haber participado en paneles de discusión después de la proyección de La
Revolución no será televisada, una cinta que trata del golpe de 2002
dirigido contra al gobierno de Chávez, me intrigó especialmente la alarma de
los funcionarios estadounidenses ante ese documental.
En un cable, la embajada
señaló desilusionada que la cinta había estado compitiendo con proyecciones
importantes realizadas “en varias prestigiosas universidades estadounidenses,
incluidas Harvard, Stanford, y el sistema de la Universidad de California, y
más recientemente en el Lincoln Centre en Nueva York”. Por desgracia, señalaron
los diplomáticos estadounidenses, los medios dominantes no habían pensado que
valía la pena cuestionar “la veracidad del documental” y por lo tanto el
documental favorable a Chávez había comenzado a atraer un público.
La embajada de EE.UU.
también se preocupó por Internet. “El gobierno de Venezuela” señaló un cable,
“utiliza liberalmente el ciberespacio para propagar su guerra contra la oligarquía,
el neoliberalismo, el gobierno de EE.UU., y la propuesta Área de Libre Comercio
de las Américas”. Personalmente me desconcertó que los diplomáticos hayan
estado preocupados por semejantes sitios web pro Chávez como venezuelanalysis.com y vheadline.com, para las cuales
he escrito de vez en cuando.
Durante un viaje a
Caracas en 2006, me desconcertaron algunos incendiarios murales pro Chávez en
Caracas, y al parecer lo mismo le pasó a la embajada de EE.UU. [para ver un par
de fotos que tomé durante mi estadía, haga clic aquí]. Al escribir a Washington, los diplomáticos
tomaron nota de una cartelera que llevaba la consigna “Venezuela nos pertenece
ahora a todos”. Otra tenía fotos de Chávez abrazando a una anciana, escuchando
a una niña llevando una boina roja y riéndose junto a un miembro de una de las
tribus indígenas de Venezuela.
El monitoreo de la
imaginería popular continuó en la era de Obama, y la embajada de EE.UU. envió
un cable a Washington a finales de 2009 en relación con un mural que atacaba al
sucesor de Bush en Washington en el centro de Caracas, que dice: “Un mural
pintado de alta calidad, exhibido de manera destacada, que denigra al
presidente Obama se muestra actualmente al público”. El mural en cuestión
mostraba la cara de Obama dividida en dos partes: “una mitad máquina y la otra
humana”. Al lado izquierdo, un título decía: “Juguete del Imperio. Fácil de
usar, totalmente manipulable”, mientras a la derecha otro decía: “Falso Premio
Nobel, 68.000 soldados yanquis en Medio Oriente. 680.000 millones de dólares
para la guerra”-
La embajada de EE.UU.
envió fotos del mural a Washington como archivo adjunto, señalando que la obra
de arte pública “parece haber sido producida profesionalmente”. Los
diplomáticos agregaron que presentarían una carta formal de protesta al alcalde
local y solicitarían que se retirase el mural.
Monitoreando a todos, desde celebridades a estudiantes
Los esfuerzos de
monitoreo de propaganda de la embajada no se limitaban al arte público y al
ciberespacio. En 2004, por ejemplo, los estadounidenses se preocuparon de
celebridades estadounidenses que habían mostrado simpatías por Venezuela y Hugo
Chávez, incluidos el actor Danny Glover e incluso el promotor de boxeo Don
King. Peor todavía, Venezuela había expandido su red de los denominados
“Círculos Bolivarianos” en EE.UU., incluyendo Florida, Nueva York, Washington
DC, Oregón, Texas, Oklahoma, y California, y los simpatizantes habían
organizado mítines pro Chávez en sitios públicos como Times Square.
La noción de que
izquierdistas estadounidenses y venezolanos puedan hacer causa común no
complacía al parecer a la embajada de EE.UU. Diplomáticos estadounidenses
relataron que el director del Círculo Bolivariano de Miami, Álvaro Sánchez,
estaba tratando de reclutar estudiantes universitarios estadounidenses para que
trabajaran en el programa de salud Barrio Adentro de Chávez. La embajada estaba
tan interesada en Sánchez que pensó que era apropiado transmitir la dirección
personal de correo electrónico del activista, y agregó que el nativo de Miami
había buscado a estudiantes voluntarios para enseñar inglés en los barrios
pobres de Venezuela.
En 2006, tuve la
oportunidad de hablar a miembros del innovador Banco de la Mujer de Venezuela,
y en mi segundo libro discutí la interesante historia de la directora de la
entidad, Nora Castañeda. Según la correspondencia diplomática parece que no fui
el único que mostró interés en la novedosa institución: Funcionarios de EE.UU.
señalaron que el banco había enviado a mujeres a EE.UU. “para hablar de las
glorias de la Revolución Bolivariana y para arremeter contra las dañinas
políticas neoliberales del gobierno de EE.UU. que se dirigen esclavizar a las
poblaciones de los países en desarrollo”.
Contraofensiva propagandística de EE.UU.
Chávez también logró
denunciar de otras maneras a EE.UU. en Latinoamérica, por ejemplo, mediante la
promoción de conferencias internacionales en Venezuela. Mediante un hábil y
sagaz uso de los denominados Congresos del Pueblo Bolivariano, Chávez logró
“extender su ideología e influencia”. Los diplomáticos sospechaban que los
congresos eran un medio para que Chávez realizara ayuda directa a otras
naciones empobrecidas de Latinoamérica.
Al parecer, la embajada
estaba tan preocupada por el creciente perfil de Chávez en semejantes
actividades que consideró apropiado enviar los nombres individuales de
representantes indígenas de Ecuador que asistieron al Congreso Bolivariano de
diciembre de 2004. “Mientras el sentimiento antiimperialista, es decir
antiestadounidense, es a menudo un atractivo para muchos dirigentes indígenas”,
señalaron los diplomáticos, “Chávez también capitaliza en las tensiones
raciales o étnicas. En países como Perú, Bolivia y Ecuador utiliza esas
tensiones para alentar protestas masivas y manifestaciones y para debilitar a
gobiernos tambaleantes o debilitar a otros desde el flanco izquierdo.”
En 2006, EE.UU. vio
claramente la necesidad de medidas mayores para contrarrestar la ofensiva
propagandística de Chávez. En un cable a Washington, el embajador Brownfield
apoyó la oleada marítima de “cooperación de las Américas” planificada por el
Comando Sur de EE.UU. hacia el Caribe, que encabezaría el portaaviones USS
George Washington. Siempre maquiavélico, Brownfield vio un gran valor de
relaciones públicas en la demostración de fuerza naval. El gobierno declaró
específicamente: “el despliegue nos ayudará a contrarrestar el idilio de Chávez
con los países caribeños y sus intentos de enfrentarlos con EE.UU.”
Brownfield creía que, al
proveer beneficios directos a la gente del lugar, el USS George Washington
sería un “agudo contraste” con el supuesto fracaso de Chávez en el combate
contra el narcotráfico y promovería el desarrollo económico en la región del
Caribe. Brownfield quería presentar el despliegue del grupo de portaaviones
como “ayuda militar y humanitaria de rutina de EE.UU. a la región” llevando a
beneficios económicos a la gente local en diversos puertos de escala.
Como el mismo diplomático
artificioso de siempre, Brownfield esperaba que Chávez “mordiera la carnada”,
deploraría a EE.UU. como imperialista, y por ello aparecería “tonto en el mejor
de los casos y clínicamente paranoico en el peor”. Uno de los diplomáticos más
intrigantes que han emergido de los cables de WikiLeaks, Brownfield,
esperaba que Chávez “se alienaría si sugería públicamente que los participantes
colaboraban con las supuestas maquinaciones de los militares de EE.UU. contra
él”. El embajador agregó: “es una situación en la que no podemos perder”.
Preocupación por la expansión en Sudamérica de Telesur
En 2007, un año después
de que Brownfield envió su cable a Washington sobre el despliegue naval de
EE.UU., los diplomáticos estadounidenses admitieron francamente que se
encontraban en una guerra propagandística total con Venezuela. En
correspondencia revelada por el periódico argentino Página 12, los
diplomáticos estadounidenses hablaron sobre la necesidad de contrarrestar las
iniciativas mediáticas lanzadas por Chávez, incluido Telesur, un medio que
servía como la “principal fuente para transmitir propaganda contra EE.UU.”, emitiendo
documentales “particularmente hábiles” sobre la interferencia de la CIA en
Latinoamérica.
Según los cables de WikiLeaks,
los estadounidenses monitorearon al director de Telesur, Aharonian, no
solo en Venezuela sino en otros países más lejanos. Cuando Aharonian viajó a
Chile para promover Telesur, los diplomáticos de EE.UU. se preocuparon del
caso, señalando que el radical uruguayo se había reunido con funcionarios
locales del gobierno. Los estadounidenses incluso tomaron nota del discurso de
Aharonian en la reunión del Colegio de Periodistas de Viña del Mar, señalando
que “la presentación incluyó un discurso de 15 minutos seguida de una cinta de
promoción de 15 minutos”. La embajada de EE.UU. en Santiago estaba
aparentemente preocupada de que Telesur pudiera formar una
cooperación con el principal operador de televisión por cable de Chile (VTR), y
los diplomáticos hablaron posteriormente con representantes de la estación
local en un esfuerzo por establecer la factibilidad de algún acuerdo.
Revisando los numerosos
cables que trataban de todo, de Telesur a Aharonian, a las obras de
arte público incendiario, a Congresos Bolivarianos, es desalentador notar la
actitud condescendiente, arrogante y categóricamente cínica de los diplomáticos
de EE.UU. enviados a Venezuela y por cierto por toda Latinoamérica.
Sin embargo, con base en
las revelaciones de WikiLeaks del año pasado y del “escándalo de
cablegate”, se podría concluir que el establishment público y mediático solo
tomará nota de la información desclasificada si está vinculada a ilegalidades
flagrantes. Tal vez tendremos que esperar, por lo tanto, hasta que un filtrador
de la CIA o de otras agencias de inteligencia de alto nivel revele más hechos
insidiosos antes que podamos lograr un debate generalizado sobre el curso de la
política exterior de EE.UU.
Es una lástima, no
obstante. Aunque “cablegate” no ha revelado escándalos al mismo nivel que,
digamos, el affaire Irán-Contra o guerras encubiertas en
Centroamérica, los cables muestran al Departamento de Estado como una agencia
profundamente tosca e inquietante. Tal vez la pregunta constante sea, por lo
tanto, si el público estadounidense cree que dedicar considerables recursos
diplomáticos a monitorear los medios latinoamericanos y a contrarrestar las iniciativas
propagandísticas de Chávez es constructivo e incluso ético.
Por desgracia, por el
momento los estadounidenses parecen pasivos y lo aceptan todo como asuntos
normales y corrientes. Tal vez a largo plazo, sin embargo, comiencen a pedir la
reforma del Departamento de Estado y una reestructuración exhaustiva de la
política extranjera de EE.UU., para reflejar una relación más conciliadora y
armoniosa con Latinoamérica, en lugar de la actitud condescendiente y sardónica
de diplomáticos como el embajador Brownfield.
Nikolas
Kozloff es autor de Revolution: South America and the Rise of the New Left,
y de Hugo Chavez: Oil, Politics and the Challenge to the US. Visite su sitio web: www.nikolaskozloff.com
Fuente: http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/10/2011101131015237289.html
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Fuente: http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/10/2011101131015237289.html
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens