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Julio Le Parc [Argentina] Luz |
Walter Barboza
En su cuento “Funes, el
memorioso”, Jorge Luis Borges describe a Irineo Funes como un personaje capaz
de acumular datos inútiles e innecesarios. Funes puede recordar la información
más intrascendente que alguien pueda imaginar, por ejemplo la cantidad de
lluvia caída en una tarde de verano y cosas por el estilo. Sin embargo Borges,
que narra esta historia en primera persona, arriesga que Funes es incapaz de
pensar y que solo es un personaje que acopia datos para repetirlos a quien
quiera escucharlo.
Antonio Gramsci fue un
innovador del pensamiento marxista. Cuando introdujo en el desarrollo de su
pensamiento político el concepto de hegemonía, su aporte fue trascendental para
problematizar la cuestión del poder y la dominación en las sociedades modernas.
Gramsci explica a través
del concepto de hegemonía el modo en el que una clase social domina a otra sin
que esta última cuestione esa dominación. La explicación, o respuesta, que
encuentra para dar cuenta de este problema es la construcción del sentido
común. Según Gramsci, este sentido común que opera sobre la cultura permite
naturalizar la dominación como tal, de modo que los sectores sociales que son
víctimas de la dominación la aceptan sin ningún tipo de crítica, resistencia o
problematización.
El periodismo del siglo
XXI sabe de estas prácticas, quizás la lógica del desarrollo industrial y
tecnológico haya tenido mucho que ver en ello, pues hoy las prácticas
profesionales hacen de la realidad un mosaico inconexo de difícil armado.
Entiende, Ignacio
Ramonet, ex Director del diario Le Monde Diplomatique, que efectivamente la
información funciona así: “Hoy un fragmento, mañana otro… Pero el ciudadano no
va a poder hacer el trabajo de reunir el mosaico. Tiene que haber especialistas
de lo general”.
Hay entonces un punto en
común, un lugar de encuentro entre Funes el memorioso, Antonio Gramsci y el
periodismo mosaico. Ese lugar común es la construcción de la realidad a través
de la información. Los periodistas, ante la necesidad de atender la inmediatez
se convierten en meros acumuladores de datos, hechos y sucesos que en ningún
momento se articulan. Como “Funes el memorioso”, esos datos muchas veces se
tornan inútiles para comprender la complejidad del mundo en el que transitamos.
Ese “mosaico” que, según Ramonet, se nos presenta fragmentado e imposible de
ensamblar para entender mejor qué es lo que sucede y por qué. El periodismo, al
igual que Funes, es incapaz de pensar, con la diferencia de que Irineo Funes
desde la soledad de su morada no afecta en nada a la sociedad, solo aburre a un
Borges sorprendido por la eficacia de su memoria pero no de su talento para
pensar.
En cambio los medios
masivos de información deberían asumir la responsabilidad de explicar lo que
pasa, cómo y por qué pasa. Por el contrario esa forma vertiginosa de contar la
realidad en busca de la primicia, o la espectacularidad de la información, ha
logrado naturalizar una forma de contar los hechos y sucesos que impide tener
una visión panorámica de lo que ocurre. Es allí donde empieza a tallar lo que
Gramsci definía como la constitución de una hegemonía a partir de la
construcción del sentido común. Hay detrás de ello, obviamente, intereses
económicos, corporativos, vinculados a las empresas periodísticas constituidas
como actores sociales.
El espectador asiste a un
escenario fragmentado que lo entiende como natural e impide la posibilidad de
su interpelación. ¿Entonces para qué cambiar lo que siempre sucedió así? ¿Para
que indagar en las verdaderas raíces de los problemas? ¿Cuál es el sentido de
plantear una agenda distinta a la de los medios de información? ¿Para qué
trabajar el contexto?
Decía Rodolfo Walsh, en
el semanario de la CGT de los argentinos, durante los sucesos del cordobazo: “Nuestras
clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan
historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe
empezar de nuevo separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se
pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad
privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.
Walsh sintetizaba, y
anticipaba, lo que más de cuarenta años después ocurriría con la información y
que, de algún modo, es preocupación de los periodistas comprometidos con la
posibilidad de construir nuevas realidades, nuevos escenarios. Porque como dice
Ignacio Ramonet: “Quizás el ciudadano está esperando que le pongan la
información en contexto. Eso lo impide la urgencia, lo perturba la inmediatez”.
Una inmediatez que obtura la posibilidad de buscar sentido a los procesos
comunicacionales e informativos.