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Karl Marx por Iván Jerónimo |
Paco Peña
Ahora bien,
¿por qué si Marx tenía en sus manos considerables datos, documentos y empezaba
como se ha dicho a variar su percepción de los países periféricos no prestó
atención a “… un componente decisivo en el proceso de transformación del
capitalismo en sistema mundial?” (Aricó) ¿Por qué sus investigaciones y
estudios se centraron en la búsqueda de las causas del retraso económico,
social y político de las sociedades asiáticas, ignorando a nuestro continente?
Una acotación preliminar
Como Pedro Scaron (Materiales
para la Historia de América Latina, Karl Marx, Friedrich Engels, Cuadernos del pasado y presente n°
30, 5° edición, 1980, México) muchos contestan el término de “América Latina “
para designar a nuestro continente. Se trata de un término creado y difundido a
mediados del siglo XIX en París por un grupo de suramericanos, entre los cuales
se encontraba al parecer el chileno Francisco Bilbao. El hispanista galo Paul
Estrade afirma que dicho grupo se habría reunido en París el 22 de junio de1856
para protestar por la invasión y ocupación de Nicaragua por el filibustero
norteamericano William Walker. La denominación América Latina fue desde
entonces difundida también por Francia (ver nota 27) con una clara
intencionalidad geopolítica y para contrarrestar el expansionismo
estadounidense en América. Fue combatida tenazmente por España debido a que
amagaba el monopolio que el término Hispanoamérica ejercía por entonces para
designar a nuestro continente y ello hasta fresca data. Ponía de relieve el
papel jugado por España en el descubrimiento y colonización de esta región del
mundo.
“Hasta donde está averiguado, la expresión “América Latina” se inventó en 1856 para ser lanzada en son de reivindicación identitaria y de manifiesto político. Surgió con motivo de la invasión de Nicaragua por los mercenarios de William Walker y como protesta contra la misma y también contra la potencia que, bajo ese disfraz, trataba de llevar a cabo su gran designio expansionista a expensas del Sur, después de haberlo logrado hacia el Oeste a expensas de México. En París fue -eso sí, y no es casual- fue donde brotó el término de ‘América Latina’ del cerebro de unos latinoamericanos conscientes del peligro del Norte, conscientes de la urgencia de la unión del Sur, conscientes de la necesidad de un concepto definidor y unificador después de decenios de indecisión en la América, antes española y aún sin nombre genuino. El 22 de junio de 1856, en París, delante de más de treinta ciudadanos de casi todas las repúblicas del Sur, en un acto de repudio a la agresión a Nicaragua, el chileno Francisco Bilbao calificó de ‘latina’ a la América que defendía y promovía y evocó ‘la raza latino-americana’, oponiéndola clara y únicamente a los Estados Unidos de América y al ‘yankee’. Fechado en 26 de septiembre de 1856 y motivado por la misma y prolongada agresión, fue publicado el poema “Las Dos Américas” del colombiano, exiliado también en París, José María Torres Caicedo” (“ Observaciones a don Manuel Alvar y demás académicos sobre el uso legítimo del concepto ‘América Latina’. Revista Rábala N° 13, 1994 (79-82)
Sea como sea, el concepto
ha tenido mucho éxito y ha sido adoptado mayoritariamente por los propios
latinoamericanos. Lo utilizaremos entonces para designar a todos los países de
América -ex colonias españolas, portuguesas y francesas-. Dejamos fuera de esta
denominación a las colonias inglesas y holandesas, Canadá y EEUU.
Por otra parte, Alejandro
Humboldt ya había anticipado el problema de la apelación dada a las nuevas
repúblicas independientes de América cuando escribió:
“Es embarazoso hablar de pueblos que desempeñan un gran papel en el escenario mundial y que no tienen nombres colectivos. La palabra americano no puede ser aplicada solamente a los ciudadanos de los Estados Unidos de América del Norte, y sería deseable que esta nomenclatura de las naciones independientes del Nuevo Continente pueda ser fijada de una manera cómoda, armoniosa y precisa”. (Alejandro de Humboldt, Supplément à l’Essai politique sur l’île de Cuba, Paris, 1826).
Por cierto, a las
denominaciones antes mencionadas pueden agregarse otras y que para el propósito
que desarrollaremos no bastan o son incompletas, como Amerindia; las utilizadas por España
hasta una fecha reciente como Hispanoamérica (que deja fuera a Brasil) o
Iberoamérica si se le quiere incluir. Abya Yala, es de relativamente reciente
empleo, aun cuando nos llega de la época precolombina. Con estas salvedades
hechas, nos referiremos en nuestro trabajo a América Latina, admitiendo que
dicha denominación está lejos de ser aceptada unánimemente.
Los escritos de Marx
sobre América Latina tienen un lugar secundario en su obra. La lucha de los
diversos sectores sociales en esta vasta región del Nuevo mundo no llamaron
poderosamente su atención. El autor de El Capital había creído descubrir a
mediados de los años cuarenta del siglo XIX -en el momento en que las luchas
sociales y políticas sacudían al Viejo Continente- al sujeto y actor de la
revolución mundial : el proletariado de los países de Europa occidental.
Durante sus años de
exilio en Londres, sus investigaciones en el Museo Británico lo llevaron a
estudiar y a analizar esos países, particularmente Inglaterra, Francia y
Alemania. Se trataba de comprender los mecanismos propios del capitalismo y
lógicamente no podía estudiarlos más que en las sociedades industriales o que
avanzaban en esa vía. El resultado de esos años de investigaciones le
permitieron terminar su obra inconclusa, Das Kapital.
En El Capital, así como
en el Manifiesto Comunista, las referencias a las regiones periféricas,
particularmente a América Latina son tangenciales, secundarias. Aparecen en el
Libro I, cuando el autor explica el proceso de acumulación inicial en el
capítulo XXIV.
En el Manifiesto -donde
Europa es mencionada dos veces en las primeras cuatro líneas del preámbulo que
lo precede- se constatan omisiones importantes : ni una sola palabra acerca de
las luchas de los pueblos colonizados, ni se mencionan las guerras de
independencia de los patriotas durante las primeras décadas del siglo XIX
contra el poder colonial español.
En estas obras,
consideradas como significativas, así como en otras, se puede notar en Marx
resabios de una visión eurocentrista, al origen de la cual se encuentra una
idea de progreso lineal, basado en el desarrollo siempre creciente de las
fuerzas productivas, cuyo modelo eran las sociedades de Europa occidental, en
particular, Inglaterra.
En el prefacio de la
primera edición alemana de El Capital, Marx escribe:
“De hecho no es cuestión en este libro de grados de desarrollo más o menos elevados alcanzados por los antagonistas sociales que engendran las leyes naturales de la producción capitalista. Se trata de esas leyes mismas, de esas tendencias profundas que actúan y se imponen como una necesidad imperiosa. Los países más desarrollados industrialmente no hacen más que mostrar en este caso a los países menos desarrollados, la imagen de su propio porvenir…” (2, el subrayado es nuestro).
No se puede no pensar en
una suerte de ley general que anuncia el porvenir de los países menos
desarrollados como algo ineluctable. Esta visión debía desembocar
inevitablemente en una idea de progreso calcada en el modelo europeo,
considerado necesario y válido para todas las regiones “ atrasadas “ del
planeta, que deberían seguir las etapas por las cuales habían transitado los
países de Europa occidental. Esto por supuesto, tenía como corolario evidente
el hecho que planteaba como principio la centralidad absoluta del proletariado
europeo occidental como actor, sujeto y eje de la revolución mundial.
Por otra parte, en
ciertos pasajes del Manifiesto, Marx y Engels se acercan a una suerte de
filosofía de la historia cuando escriben:
“Gracias al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción, gracias a las comunicaciones infinitamente más fáciles, la burguesía arrastra al curso de la civilización hasta las naciones más bárbaras…La burguesía ha sometido el campo a la dominación de la ciudad…subordinó…transformó a los países bárbaros o semi bárbaros en países dependientes de los países civilizados, los pueblos de campesinos a pueblos burgueses, Oriente a Occidente…” (3)
La idea que la expansión
mundial del capitalismo aceleraba la revolución social está presente en este
párrafo. Y esta revolución podía ser realizada únicamente a partir de las
luchas, consideradas fundamentales, del proletariado de ciertas naciones
europeas.
Hace más de treinta años,
Pedro Scaron, en un libro precursor en América Latina, escribió que una lectura
muy difundida por la tradición marxista, consideraba que en el Manifiesto “… estaban trazadas casi definitivamente
todas las grandes líneas de la concepción que Marx tenía del mundo…Sin embargo,
la evolución de Marx y Engels…es extremadamente compleja, incluso accidentada… “.
(4)
La propia consigna del
Manifiesto, consagrada a la unidad de los proletarios de todos los países,
habría hecho decir en la época a Marx y a Engels -agrega Scaron- que la
pregunta relativa a su pertinencia estaba mal planteada: “Esta consigna podía tener sólo validez para los países donde había
proletarios…”. (5)
Para el Marx de 1848 y
luego de la década de 1850, la civilización se situaba en una estrecha franja
de Europa occidental. Las regiones periféricas, allí donde habían florecido
viejas y brillantes civilizaciones -China, Mesopotamia, India, Egipto, el mundo
árabe y por supuesto África y América Latina (“que descubrió el número cero
siglos antes que los europeos”), dice Luis Vitale (6)- así como las regiones atrasadas
o colonizadas de Europa: Portugal, España, Italia, la Península Balcánica,
Rusia, Irlanda, entrarían según el caso, en la categoría de pueblos no
civilizados, bárbaros o atrasados.
En estos textos de Marx
comienza a perfilarse una idea que después será explicitada cuando explique la
expansión mundial del capitalismo. Los “pueblos históricos”, en la ocurrencia,
Inglaterra, portadores de la civilización a las regiones habitadas por “
pueblos sin historia”, serán calificados por Marx en 1853 como “instrumentos
inconscientes de la historia”.
La visión eurocéntrica de
esos años fue recogida y difundida en América Latina a fines del siglo XIX y a
partir de la segunda década del siglo XX. Fue esta óptica, transmitida por la
II° y III° Internacional, que difundiendo este enfoque, nos colonizó una vez
más, poniéndonos bajo una autoridad intelectual occidentalista y eurocéntrica.
Como se sabe, el
pensamiento de Marx llegó a América Latina a fines del siglo XIX. Ya en los
primeros meses de 1871, Engels informaba en una reunión de la Asociación
Internacional de Trabajadores, que la sección española de ésta había tomado
contacto con los obreros argentinos de Artes Gráficas : “ Puede comenzar la
correspondencia con vistas a formar secciones “, agregaba Engels. (7)
La actividad de los
socialistas suramericanos se amplificó durante los últimos años del siglo
pasado. Traducciones de obras de Marx y Engels comenzaron a aparecer. La
primera traducción en castellano del Manifiesto fue publicada en separata en
1872, en el diario madrileño “ La Emancipación “.
Pero será necesario
esperar hasta 1898 para que Juan Bautista Justo -fundador del Partido
Socialista Argentino- traduzca el libro I de El Capital.
La II° y III°
Internacional transmitirán hacia América Latina la visión eurocentrista que se
desprende de los textos de Marx (fundamentalmente aquellos entre 1847 y 1858
que fueron traducidos) y que corresponden a una primera etapa de su
pensamiento, una vez que adoptó el comunismo. Estos escritos tienen una fuerte
influencia hegeliana.
La III° Internacional se
interesará oficialmente en América Latina a partir del 6° Congreso del
Ejecutivo -febrero a marzo de 1926- cuando se aceptó tomar en consideración las
particularidades de esta región del mundo, adoptando una estrategia específica
para nuestro continente.
La indiferencia de Marx y
Engels por América Latina fue entonces adoptada por las dos Internacionales y
demuestra el interés tardío manifestado por el centro europeo: “Esta
indiferencia pesará mucho sobre el destino teórico del continente” dirá años
más tarde Régis Debray en su “Crítica de las armas”.
La asimilación de esta
visión eurocentrista por los comunistas latinoamericanos se manifestará
abiertamente con ocasión del conocido “ comentario marginal “ que precedió el
artículo de Marx, “ Bolívar y Ponte “ (Dialéctica, n° 1, marzo de 1935, Buenos
Aires), en donde el dirigente argentino Aníbal Ponce expresaba un acuerdo e
identidad total con dicho texto.
Es alrededor de 1848 y
durante la década de los años cincuenta, una vez que está instalado
definitivamente en Londres, cuando Marx escribe textos que la tradición
marxista siempre consideró como “ circunstanciales “ o “ menores “. Se trata de
escritos dispersos de Marx y Engels, artículos redactados para la Nueva Gaceta
Renana, diarios de exiliados alemanes en Bélgica y una serie importante de
escritos para diarios norteamericanos. (8)
Estos escritos “menores”
tienen la particularidad de confirmar los que antes hemos dicho: es posible
detectar en Marx y Engels una visión eurocentrista con una fuerte impregnación
hegeliana.
En esos años (1848)
Engels celebraba “el coraje de los voluntarios norteamericanos” que habían
procedido al descuartizamiento de México: “Hemos asistido a la conquista de
México, lo que nos ha complacido…Es un progreso…que un país semejante sea
lanzado por la violencia al movimiento histórico. Es en el interés de su propio
desarrollo que México estará ahora bajo la tutela de Estados Unidos”. (9)
Un año después Engels
reincidía:
“¿Les reprochará Bakunin a los norteamericanos una guerra de conquista que ha sido llevada a cabo simplemente en función del interés de la civilización ? ¿O es una desgracia que la espléndida California sea arrancada de las manos de los perezosos mexicanos que no sabían qué hacer con ella ? ¿Es una desgracia que los enérgicos yanquis, explotando rápidamente las minas de oro que existen en ese territorio aumenten así los recursos monetarios? La ‘justicia’ y otros principios morales pueden ser violados aquí y allá. Pero, ¿qué es eso frente a hechos tan importantes para la historia del mundo?” (10)
En junio de 1853, en el
New York Daily Tribune, Marx publicó su famoso escrito sobre la dominación
británica en India, que se inscribe en la línea del artículo de Engels que
acabamos de citar, es decir, una suerte de justificación del progreso, de la
gran industria, de la universalisación del capitalismo y del estado moderno,
todos fenómenos que lo fascinaban :
“Es cierto que Inglaterra, provocando una revolución social…estaba guiada por los intereses más abyectos…pero el el problema no está ahí. Se trata de saber si la humanidad puede cumplir su destino sin una revolución fundamental en el estado social de Asia…Si no, sean cuáles sean los crímenes de Inglaterra, ella ha sido el instrumento inconsciente de la historia y tenemos el derecho de exclamar con Goethe:
¿Debe atormentarnos esta pena
puesto que ella aumenta nuestra alegría ?
¿El yugo de Timor no ha aplastado
miles de vidas humanas? (11)
“Es cierto que Inglaterra, provocando una revolución social…estaba guiada por los intereses más abyectos…pero el el problema no está ahí. Se trata de saber si la humanidad puede cumplir su destino sin una revolución fundamental en el estado social de Asia…Si no, sean cuáles sean los crímenes de Inglaterra, ella ha sido el instrumento inconsciente de la historia y tenemos el derecho de exclamar con Goethe:
¿Debe atormentarnos esta pena
puesto que ella aumenta nuestra alegría ?
¿El yugo de Timor no ha aplastado
miles de vidas humanas? (11)
La visión eurocentrista
de Marx -tributaria del pensamiento de Hegel, quien había calificado a los
países de América Latina como “ pueblos sin historia “- desembocaría en 1858 en
la publicación de su torpe y desgraciado panfleto contra Bolívar.
Simón Bolívar, la figura
americana de mayor relevancia del siglo XIX, será escarnecido por Marx en el
artículo publicado en la New American Cyclopaedia de Nueva York.
Charles Dana, un
norteamericano que había asistido a las revoluciones europeas de 1848, había
obtenido que tanto Marx como Engels publicaran colaboraciones en el diario
neoyorkino New York Daily Tribune. También pidió a los dos amigos artículos que
publicaría la enciclopedia antes citada. Ahora bien, Marx vivía con su familia
durante la década de los cincuenta un período muy difícil del punto de vista
económico y encontró aquí una forma de hacer entrar un poco de dinero en sus
escuálidas arcas. Había escrito entonces, según Aníbal Ponce en el artículo
antes mencionado “pro pane lucrando”,
compelido por la angustiosa pobreza en la que se debatía. Esta explicación ha
servido oficialmente para desvirtuar la importancia de los escritos “menores”
de Marx, tratando así de librarlo de polvo y paja.
Por cierto que no se
trata de comparar esta serie de textos que van desde 1851 hasta 1862, con la
sistematización de su pensamiento contenida en La Ideología Alemana o El
Capital. Simplemente nos parece ligero considerar que las colaboraciones de
Marx y Engels en el periódico norteamericano, que comprenden nada menos que 465
entregas -las cuales constituyen seis volúmenes de la nueva MEGA (12)- hayan
sido dejadas de lado con el prurito que Marx las habría escrito únicamente para
ganar su sustento..
Prueba lo afirmado
anteriormente, la carta que Marx le dirigió a Engels en febrero de 1858, donde
le participa que el editor Charles Dana le ha escrito haciéndole parte de sus “
reservas a propósito de un artículo…sobre Bolívar, porque dice que está escrito
en un estilo tendencioso y pide mis
fuentes…Me salí, es cierto, del tono enciclopédico. Ver al más cobarde, al más
infame, al más miserable elevado al rango de Napoleón I°, era pasarse de la
raya. Boíivar es un verdadero Souluque”. (13)
Si Marx hubiese escrito
solamente guiado por un propósito de obligada necesidad ¿cómo se explica que
ante el editor que le permitía esta actividad no transigiera y aceptara hacerle
algunas modificaciones al texto, teniendo en cuenta que con ese proceder
tendencioso podía perder su entrada regular de dinero?
El Che que no tenía pelos
en la lengua expresó lo que muchos latinoamericanos no ortodoxos pensaban :
“A Marx como pensador, como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le tocó vivir, se puede, evidentemente objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos podemos por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieran él y Engels de los mexicanos, dando por sentadas ciertas teorías de las razas o de las nacionalidades inadmisibles hoy “. (14)
Sin embargo es cierto
como anota Pedro Ribas en la obra ya citada que el propio Marx minimizaba el
alcance de sus colaboraciones periodísticas: “Siempre espero poder arreglarme antes para retirarme algunos meses a
la soledad y elaborar así mi Economía. Parece que voy a conseguirlo. El
continuo emborronar periódicos me fastidia. Me quita mucho tiempo, me distrae y
al final no es nada. Por independiente que sea, uno está ligado al periódico y
a su público, especialmente como es mi caso, si se recibe dinero a cambio. Los
trabajos científicos son otra cosa completamente diferente”. (15)
En el mismo sentido
abundaba Engels una vez que Marx murió, cuando dijo que esos artículos no eran
más que papelería.
Estos escritos muestran
no obstante un sorprendente desconocimiento, mala fe y particularmente aquél
sobre Bolívar, está escrito en un lenguaje insultante que denota prejuicios
frente a América Latina. Seguir las pistas tratando de encontrar las razones
que llevaron a Marx a escribir un artículo tan tendencioso y prejuicioso,
podría explicar en parte el desencuentro, como lo llama José Aricó de Marx con
nuestro continente.
Es verdad que en la época
cuando Marx escribió este artículo, no hacía más que expresar la opinión
dominante en Europa sobre el Nuevo Mundo. Toda producción científica, cultural,
es también expresión de las circunstancias históricas y sus contradicciones y
Marx era un europeo del siglo XIX, imbuido de “prenociones”, como hubiese dicho
Durkheim.
Carlos Franco, en el
prefacio del libro de José Aricó “Marx y América Latina”, habla de ese
desencuentro.. “en la reflexión de Marx a propósito de la realidad capitalista
europea en relación a los procesos históricos de las sociedades no europeas o
atrasadas…” (16)
El trabajo de Aricó, como
el antes citado de Pedro Scaron, son libros pioneros. Los dos autores -en
quienes reconocemos una gran deuda intelectual- a algunos años de distancia, se
propusieron buscar los elementos presentes en el discurso de Marx que le habría
impedido “ descubrir la especificidad histórica de América Latina”. A estos dos
trabajos, agregaremos el excelente rastreo de Néstor Kohan “Marx en su (tercer)
mundo”, publicado recientemente en París (17)
Estos autores establecen
una periodización en el pensamiento de Marx y Engels sobre América Latina.
Una primera etapa iría
desde 1847 hasta 1854. Este período estaría marcado con una fuerte impregnación
hegeliana y un apoyo entusiasta a la expansión capitalista en el mundo, en
consecuencia, a la expansión norteamericana. La segunda etapa comenzaría
alrededor de 1856, yendo hasta 1864. Son los años en los cuales Marx se abriría
al mundo periférico, colonial o atrasado, sin proceder a una revisión de su
esquema anterior, es decir, sin reanalizar las relaciones entre los países
europeos y la periferia, pero en sus escritos comienza a aparecer la denuncia
de las atrocidades cometidas por las potencias occidentales en China, India y
México. En relación a este último, Marx condenará firmemente la invasión anglo-franco-española
de 1861.
Tercera etapa, de 1867 a
1883. Período en el que Marx participa en la AIT -contribuye a desarrollar su
internacionalismo- y donde cambia su visión eurocentrista (escritos sobre
Irlanda, India, China, Rusia y su comuna rural y el problema campesino. Ya no
se trata sólo de una condena moral por las prácticas de las potencias europeas,
sino que es detectable un cambio en su percepción entre las relaciones existentes entre el mundo periférico y Europa.
Por su parte, la
evolución de Engels no sigue el mismo itinerario. Aunque es posible constatar
cierta evolución positiva (cartas a Kautsky poco antes de su muerte), una idea
está presente a lo largo de sus escritos: la revolución será obra del
proletariado europeo, aun si en las cartas a las que hacemos alusión afirma que
“El proletariado victorioso no puede imponer a ningún pueblo la felicidad sin
con eso socavar su propia victoria”. (18)
Engels que en los años
cuarenta del siglo XIX elogiaba las proezas de los “valientes norteamericanos”
que se habían apoderado de la mitad de México, o que se refería a lo que
llamaba “ruinas de pueblos” hablando de los serbios, checos y rumanos,
continuará a hablar de los eslavos de esta manera, aceptando la idea que se les
podía acordar la independencia una vez que el Zar fuera derrocado (que en esos
años por razones geopolíticas aportaba una ayuda material y política en los
Balcanes a los pueblos eslavos) pero que en todo caso, no se les tenía que
conceder jamás el derecho de impedir “la extensión del ferrocarril europeo
hasta Constantinopla”. (19)
Engels irá hasta adoptar
una actitud “ patriótica “ en 1891, cuando el peligro de guerra llegó a ser
inminente entre Alemania por un lado, Francia y Rusia por el otro.
El viraje en el pensamiento de Marx
Los autores antes citados
sitúan a fines de la década de 1860, el momento en el cual se verificaría un “viraje
decisivo” en la visión de Marx con respecto a los países periféricos. Este
viraje habría tenido lugar después de los años pasados por Marx en la AIT y
habría surgido en parte, gracias a la nunca desmentida preocupación de Engels
por la situación colonial en Irlanda. Desde esta época, Marx, comienza a
interesarse en los países atrasados y colonizados.
José Aricó habla de la
nueva perspectiva que abre Marx en el campo de las relaciones entre la lucha de
clases y las luchas de carácter nacional:
“El acento es puesto en el efecto disruptivo que puede tener la lucha de las clases populares de la nación dependiente sobre la lucha de la clase trabajadora de la nación dominante. El Marx eurocéntrico y privilegiador de los efectos objetivamente progresivos del capitalismo, que emergió de la lectura del Manifiesto…debe ceder su lugar a una nueva figura, profundamente matizada y abierta a los nuevos fenómenos operados en el mundo por la universalización capitalista”. (20)
Este viraje se manifiesta
también por una modificación en Marx del esquema teórico del desarrollo y de la
evolución de las sociedades; por su interés creciente por el “modo de producción
asiático”, por la comuna rural rusa y las sociedades precapitalistas ; por su
descubrimiento del problema nacional y colonial; por el nuevo papel que ve en
el campesinado del mundo periférico y, particularmente, por el potencial
revolucionario de Rusia.
Ahora bien, todos los
escritos en los cuales está plasmada esta nueva perspectiva, son artículos
periodísticos, borradores o páginas de su correspondencia que fueron ignorados
durante años por la tradición marxista.
En estos textos es
posible detectar un “ descentramiento “ de su visión basada hasta ese entonces
en Europa. Las naciones de la periferia comenzaban a existir en el pensamiento
de Marx, no sólo en su “ exterioridad “, es decir, en relación a los países
europeos, sino que ahora atraían poderosamente su atención por las
repercusiones e influencias que podían provocar en Europa. Un texto
significativo de lo que acabamos de decir es el siguiente:
“Una vez que Inglaterra provocó la revolución en China, surge la interrogante de cómo repercutirá con el tiempo esa revolución en Inglaterra y a través de ésta en Europa…Resultará un curioso espectáculo ver que China envía desórdenes al mundo occidental”. (21)
Cuando Marx empieza a
preocuparse y a estudiar la sociedad irlandesa y rusa, lo hace en este último
caso, como una manera de demostrar las múltiples vías y posibilidades del
desarrollo histórico. Si en un momento pensó que la liberación de Irlanda
pasaba obligatoriamente por una previa revolución social inglesa, en los años
sesenta, este punto de vista había cambiado : desde ahora una vez que comienza
a darse cuenta que la revolución no tendrá lugar en Inglaterra y pone sus
esperanzas en la capacidad de los irlandeses para realizar cambios que harían
posible la independencia de su propio país. En los dos casos estos nuevos
enfoques cuestionan su visión eurocéntrica anterior.
En varios escritos de
Marx podemos verificar el “viraje”. Kohan señala los Grundrisse, en los
fragmentos relativos a las “Formas que preceden la producción capitalista”;
agreguemos el capítulo sobre la renta de la tierra, en el libro III de El
Capital y otros dos conocidos “escritos circunstanciales”: la carta dirigida a
un diario ruso -Los Anales de la Patria- en 1877 y la célebre carta a Vera
Zasulich en 1881.
En su rectificación al
diario ruso, Marx refuta las aseveraciones de un escritor, quien pretendía
interpretar su pensamiento sobre el mundo periférico:
“Quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en Europa occidental en una teoría filosófica-histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ellos concurran… He aquí…dos clases de acontecimientos que aunque presentando palmaria analogía, se desarrollan en diferentes medios históricos y conducen por tanto a resultados palmariamente distintos. Estudiando cada uno de estos procesos históricos por separado y comparándolos luego entre sí, encontraremos fácilmente la clave para explicar estos fenómenos, resultado que jamás lograríamos en cambio, con la clave universal de una teoría general de filosofía de la historia…”.(22)
En la carta a Vera
Zasulich, borrador que Engels encontró en los papeles de Marx y que pareciera
no haber sido enviada jamás, este último responde a la pregunta acerca de la
fatalidad histórica de la inevitable disolución de esa forma precapitalista que
era la comuna rural, que se desprendería de la teoría histórica contenida en El
Capital, al respecto Marx puntualiza :
“Analizando la génesis de la producción capitalista digo : en el fondo del sistema capitalista está pues, la separación radical entre productor y medios de producción…La base de toda esta evolución es la expropiación de los campesinos. Todavía no se ha realizado de una manera radical nada más que en Inglaterra…Pero todos los países de Europa occidental van por el mismo camino…la ‘fatalidad histórica’ de este movimiento está pues, expresamente restringida a los países de Europa occidental “. (23)
Hay entonces
manifiestamente un “ viraje “ en el Marx de 1880. Y este se expresa en las
nuevas interrogantes ligadas al problema nacional, colonial y al desarrollo de
las sociedades de la periferia. Pero al mismo tiempo aparece en Marx una
crítica vehemente a la modernidad capitalista, anteriormente exaltada : “ En lo
que respecta a las Indias Orientales…Todo el mundo sabe que la supresión de la
propiedad común de la tierra no era más que un acto de vandalismo inglés que
empujaba al pueblo indígena no hacia adelante sino hacia atrás “. (24)
El interés que tiene
desde ahora Marx por la periferia lo llevará a estudiar la antropología, la
etnología y lo forzará a analizar el problema nacional, el problema campesino y
el colonialismo.
No hay más justificación
de este último ni de la expansión capitalista en función del desarrollo de las
fuerzas productivas. Néstor Kohan en su trabajo antes citado llega a la conclusión
que el viraje en el pensamiento de Marx demuestra que:
“1°) no existe una lógica histórica universal al margen de la lucha de clases. 2°) Que no corresponde a un sujeto autocentrado y privilegiado –el proletariado europeo urbano y moderno- la responsabilidad de conducir el motor de la historia universal, sino que ese sujeto está en realidad conformado también por las luchas de liberaciónn nacional y social de los pueblos periféricos sometidos. 3°) Que el sistema de dominación capitalista solamente puede reproducirse a condición de mantener la explotación y la opresión tanto en el capitalismo central como en su periferia”. (25)
Marx, América Latina, el desencuentro.
Aun cuando es posible
constatar un viraje en el pensamiento de Marx n lo que respecta a su visión del
mundo periférico, la paradoja es que en ese mismo momento, es decir, “cuando
comenzaba la tarea compleja de determinar la especificidad del mundo asiático”,
mantuvo frente a América Latina una indiferencia y ceguera que lo acompañará
hasta su muerte.
Este desconocimiento o
indiferencia no pueden explicarse únicamente invocando su falta de información
como se ha dicho durante años, acerca de las luchas de los pueblos
latinoamericanos. Marx pasó muchos años estudiando según sus propias palabras
en el prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, “la
prodigiosa documentación …acumulada en el Museo Británico, ese puesto favorable
que ofrece Londres para la observación”, en una época en la cual Gran Bretaña
era la potencia dominante en el mundo y su presencia era particularmente
importante en nuestro continente. Las relaciones entre la City y los países
latinoamericanos conocieron en esos años una gran intensidad.
Ahora bien, ¿por qué si
Marx tenía en sus manos considerables datos, documentos y empezaba como se ha
dicho a variar su percepción de los países periféricos no prestó atención a “un
componente decisivo en el proceso de transformación del capitalismo en sistema
mundial?” (Aricó) ¿Por qué sus investigaciones y estudios se centraron en la
búsqueda de las causas del retraso económico, social y político de las
sociedades asiáticas, ignorando a nuestro continente?
Debemos en este punto
repetir lo que hemos dicho anteriormente : todo pensamiento es expresión de las
circunstancias y de las contradicciones históricas de una sociedad. El mundo en
el que Marx elaboró su teoría consideró siempre al Nuevo Mundo -hasta una fecha
muy avanzada del siglo XIX- como una Terra Incógnita , según la expresión de
Pedro Scaron. Esto debemos tenerlo presente pero no debe impedirnos plantearnos
la pregunta acerca de la capacidad de la teoría marxista para explicar y
analizar las sociedades periféricas.
De manera general,
retomamos a nuestra cuenta una primera aseveración ya explicitada por Aricó y
Scaron : la herencia filosófica hegeliana pesó de manera importante, voluntaria
o involuntariamente, en el Marx de los años cuarenta y cincuenta del siglo
pasado. Aricó por su parte señala que se trataría de un “ razonamiento
analítico por analogía “el que Marx habría proyectado sobre América Latina :
nociones tales como “pueblos sin historia”, “naciones históricas”, habrían
permanecido subyacentes en su pensamiento. Para Hegel, nuestro continente no
tenía ningún papel en la historia universal del espíritu humano y Marx observó
la realidad latinoamericana con anteojos hegelianos, aun si en ese mismo
momento comenzaba a mirar con ojos diferentes, nuevos, la realidad de otros
pueblos de la periferia.
América Latina se le
representaba como una masa informe, donde lo arbitrario y la irracionalidad parecían
primar. Aricó va hasta detectar un rasgo en Marx que los psicólogos califican,
dice, de “terror a lo ambiguo”, a lo que no se nos representa de acuerdo a los
parámetros que aceptamos como racionales y lógicos. Esa percepción habría
tenido Marx de la convulsionada América Latina, que debió atravesar durante el
siglo XIX por el caótico proceso constitutivo de formación nacional, proceso
que en Europa había durado varios siglos.
Pensamos que hay
prejuicios en Marx, y más todavía en Engels, que se explican por su formación
ideológica y cultural.
Por otra parte, ciertas
ideas como aquella de la universalidad del proletariado, no podían existir nada
más que conceptualmente. De hecho el proletariado existía en Europa a mediados
del siglo pasado al interior de cada estado nacional. Aricó tiene razón cuando
afirma que años más tarde, “el movimiento socialista fue sacudido por un
internacionalismo formal y un nacionalismo real”, que se orientaría a defender
los intereses particulares de cada proletariado nacional. La catástrofe de 1914
y la “bancarrota” -para emplear una expresión conocidísima- de la II°
Internacional lo demostrarían con creces.
En la Europa donde Marx
escribió, existían naciones que habían podido dotarse de una organización
estatal. Si bien es cierto que en la visión de Marx y Engels -tributarios de
Hegel- existían pueblos de un rango menor al de los pueblos “ históricos”,
quienes manifestaban su voluntad de ser dueños de su propio destino, noción de “pueblo
vital” acuñada por Hegel. Marx descubrió esta potencialidad en las luchas
nacionales de pueblos europeos y asiáticos, pero ignoró sin embargo la realidad
de las luchas de los pueblos latinoamericanos porque no “vio” su proceso
constitutivo. Esta “capacidad nacional” por el contrario la veía en Irlanda,
China, India, España, Rusia, todos, países que tenían una “densidad nacional”
evidente a sus ojos y no los países de América Latina.
El estado -se sabe-
surgió antes de la conformación de las naciones latinoamericanas, estas últimas
fueron un proceso proyectado hacia el futuro, una apuesta a cumplirse con el
correr de los años. Marx no visualizó en la mitad del siglo pasado a ninguna
fuerza social en el continente capaz de hegemonizar este proceso de “acceso a
la historia”.
Su ceguera es evidente
puesto que en nuestro propio país los sectores sociales dominantes agrupados en
torno al combate independentista pusieron en marcha un proceso de orden estatal
que con los años forjaría la nación chilena. El estado, como en los otros
países de América Latina, precedió a la nación. De este proceso quedaban
excluidos lógicamente los pueblos “sin historia”, es decir, originarios.
Y así fue como -escribió
Marcelo Carmagnani en un artículo publicado en 1980, “Historiografía y
conciencia nacional”- que durante el siglo XIX, la oligarquía chilena fue capaz
de llegar a forjar una identidad entre los valores propios de su clase con los
valores nacionales. Marx veía la realidad latinoamericana como sometida a la
irracionalidad autoritaria. Constataba de acuerdo a la percepción que tenía de
ella, la ausencia de “una clase dirigente capaz de construir la nación”, dice
Aricó, razón por la cual excluyó de su centro de interés al proceso iniciado
con las guerras de la Independencia.
Marx veía la realidad
latinoamericana que se le presentaba como una especie de continuas revueltas,
golpes de estado y gobiernos autoritarios. Y por analogía los interpretó como
una expresión de bonapartismo. La diatriba contra Bolívar de la cual hemos
hablado confirma que Marx identificaba a las naciones latinoamericanas con un
proyecto bonapartista y a Bolívar con su odiado enemigo: Napoleón III.
Esto es sumamente
extraño, puesto que adoptó el mismo método -personalizar un acontecimiento de
gran alcance- que le reprochó en su debida oportunidad a Víctor Hugo, con
ocasión de la publicación de su libro antibonapartista “Napoleón, le petit”.
Dice Marx en el prefacio a la segunda edición alemana de “El 18 Brumario de
Luis Bonaparte” (1869):
“Victor Hugo se contenta con invectivas amargas y sarcásticas contra el autor responsable del golpe de estado . El acontecimiento mismo, le parece un relámpago en un cielo sereno. No ve más que el golpe de un individuo aislado..Cae en el error que cometen nuestros historiadores ‘objetivos’. Yo por mi parte, muestro como la lucha de clases en Francia, creó circunstancias y una situación tal que un personaje mediocre y grotesco pudo tener un papel de héroe”. (26)
Pensamos como Aricó que
hubo en Marx una innegable “ oclusión “ respecto a América Latina, provocado
por un antibonapartismo exacerbado, que por otra parte lo llevó a no ver en la
Francia de Napoleón III, una serie de medidas llevadas a cabo en el Segundo
Imperio que decían relación con el desarrollo del capitalismo moderno en ese
país.
En relación a nuestro
continente esta “oclusión” le impidió percibir las luchas y los procesos
constitutivos de nuestros pueblos que se desarrollaban, por cierto, de manera
bastante contradictoria.
Hay que agregar que bajo
Napoleón III, Francia elaboró una política exterior que se presentaba como “protector”
de las nacionalidades y que en nuestra América contribuyó a imponer la
apelación de Latina (27) ocultando una política colonialista que se expresó
abiertamente con la invasión de México. A pesar de esta aventura terminada
desastrosamente con la muerte de Maximiliano de Austria en Querétaro, las
élites latinoamericanas siguieron viendo en Francia, al paladín del progreso y
de la civilización. Los “científicos” en México confirmarían esta visión.
Marx identificó entonces
a las repúblicas de nuestro continente con el proyecto bonapartista. Esto
pesará en su visión prejuiciosa sobre América Latina y podría constituir -junto
al legado hegeliano- un principio de explicación acerca de su indiferencia ante
esta región del mundo.
Finalmente, luego de casi
dos siglos de existencia convulsionada, los países de América Latina -teatro de
luchas y combates ininterrumpidos, surgidos a veces de condiciones históricas
inéditas e incomparables- han llegado a veces a torcerle la nariz a los
clásicos.
Nuestros pueblos
continuarán sin duda a crear y forjar procesos nacionales, revolucionarios, de
gran singularidad : Cuba, Venezuela y los que necesariamente están por venir.
Entonces, el viejo Goethe al que Marx tanto le complacía citar, podría
repetirle muy quedo al oído : “ Gris es la teoría mi amigo y verde, muy verde
el árbol de la vida".
Notas
Karl Marx, El Capital,
libro I, prefacio a la primera edición alemana, PUF, primera edición francesa
Quadrige, París, 1993, página 5.
Manifiesto del Partido
comunista, edición bilingüe alemán-francés, ediciones sociales, París, 1972, páginas
43-45.
Pedro Scaron, Materiales
para la historia de América Latina, Karl Marx-Friedrich Engels, Cuadernos de
Pasado y Presente n° 30, quinta edición, México 1980, página 5
Ídem, op. cit., página 7.
Luis Vitale, Una lectura
latinoamericana del Manifiesto, revista Punto Final n° 415, Santiago de Chile,
marzo de 1998, página 18.
El movimiento obrero
internacional, Historia y Teoría, tomo 2, editorial Progreso, Moscú, 1982,
página 498.
Pedro Ribas, recopilación
del New York Daily Tribune, en “Escritos sobre España”, editorial
trotta-Fundación de investigaciones Marxistas, Madrid, 1998.
Federico Engels, Die
Bewegung von 1947, publicado en la Deutsche Brüsseler Zeitung y por Scaron, op.
cit., página 183.
Federico Engels, El
paneslavismo democrático, en la Nueva Gaceta
Renana (15/02/1849), ediciones sociales, París, tomo III, 1971, página
66.
Karl Marx, en el New York
Daily Tribune n° 3804 del 25/06/1853. En Marcel Merle, Soc.de RRII, Dalloz,
cuarta edición, 1998, París, página 73.
MEGA : Marx-Engels Gesamtausgabe
(Obras completas), Berlín, 1975, 47 volúmenes hasta la fecha.
Marx-Engels,
Correspondencia, tomo V, ediciones sociales, París, 1975, página 135-136.
Citado por Néstor Kohan,
en “Marx en su (tercer) mundo", Le Manifeste Comuniste 150 ans après, Rencontre
Internationale, Contributions; 5° dossier, marzo de 1998, página73 b.
Pedro Ribas, op. cit;
página 28
Carlos Franco,
Presentación de “Marx y América Latina" de José Aricó. Centro de Estudios
para el Desarrollo y la Participación, Lima 1980, página 19.
Néstor Kohan, “ Marx en
su (tercer) mundo “, op. cit.
Pedro Scaron, op. cit.,
página 9.
Ídem, página 10.
José Aricó, op. cit.,
páginas 67-68.
Marx-Engels, “La
revolución en China y Europa”, (14/06/1853), en “Sobre el colonialismo”,
Cuadernos de Pasado y Presente n° 37, México, quinta edición, 1980.
Néstor Kohan, op. cit.,
página 76 b.
Karl Marx, “Manuscritos
de la carta de Vera Zasulich” en “ Marx y Engels, el porvenir de la comuna rusa
“ II, México, 1980, página 60.
Ídem, página 52.
Néstor Kohan, op. cit.,
página 77 b.
Karl Marx, “El 18
Brumario de Luis Bonaparte”, prefacio a la segunda edición alemana (1869),
ediciones sociales, París, 1984, página 60.
En el libro de Aricó se
menciona al francés Michel Chevalier (1806-1879). Este fue en un primer momento
partidario de Saint-Simon, posteriormente librecambista, senador e inspirador
de la política exterior francesa bajo Bonaparte. Aricó lo cita en las páginas
110-111, : “ Ya es tiempo, por lo tanto, de unirnos en Europa para ayudar a las
naciones ‘latinas’ hermanas de América, a encontrar esta vía del progreso que
Francia ha descubierto por sí misma y sostener eficazmente en primer lugar a
México para frenar la expansión de los Estados Unidos".
Este trabajo fue presentado originalmente en
francés por Francisco J. Peña, profesor de la Universidad París 1 La Sorbona en
el “ Congreso Marx International II “, Universidad de Nanterre, 1998, organizado por la revista Actuel Marx,
Presses Universitaires de France, la Universidad de París 1 y la Universidad de
Nanterre, con el título “ Marx et l’Amérique latine : un rendez-vous manqué".
Fuente: http://www.piensachile.com/secciones/ciencia-tecnica/9263-el-desencuentro-de-marx-y-america-latina?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Suscripciones%3A+piensachile+%28piensaChile%29
Fuente: http://www.piensachile.com/secciones/ciencia-tecnica/9263-el-desencuentro-de-marx-y-america-latina?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Suscripciones%3A+piensachile+%28piensaChile%29