
Fernando Arellano Ortiz
El sistema capitalista se
agotó porque no está funcionando para el bienestar de la gente, por ello es
urgente pensar en una transición de largo plazo a partir del cambio de patrones
culturales, relaciones con la naturaleza y redefiniendo las formas tecnológicas
y organizativas de producción, intercambio y consumo. El planteamiento es del
reputado sociólogo urbano, geógrafo urbano e historiador social inglés David
Harvey, uno de los más connotados intelectuales de la izquierda de prestigio
mundial en desarrollo de su participación como conferencista en el V Encuentro
Internacional de Economía Política y Derechos Humanos, organizado por la
Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo de Buenos Aires.
Harvey dictó en este
Encuentro un seminario especial sobre los desequilibrios estructurales y
alternativas al capitalismo, así como participó de un panel con otros
expositores para analizar la nueva estructura de la crisis mundial y América Latina.
Su visión crítica de la
crisis capitalista da luces respecto del límite al que ha llegado el mundo por
culpa de un sistema codicioso, criminal y depredador que no tiene límites.
Este científico social
marxista nacido en Kent, Inglaterra, en 1935, actualmente profesor de la
Universidad de Nueva York y catedrático visitante de London School of
Economics, es conocido además por sus formulaciones en torno al Derecho a la
Ciudad y a la Acumulación por desposesión. Autor de varios trabajos ya clásicos
sobre urbanismo y la dinámica espacial del capitalismo, cuenta también con
investigaciones que constituyen contribuciones importantes a la teoría
económica. Ha escrito una obra de referencia en el campo de la crítica
cultural: "La condición de la posmodernidad". Se doctoró en la
Universidad de Cambridge en geografía histórica y obtuvo un post doctorado en
la Universidad de Uppsala, Suecia, en 1961.
Especulación a expensas del Estado
El Observatorio
Sociopolítico Latinoamericano recogió sus planteamientos durante las
intervenciones que realizó en el certamen académico internacional convocado por
la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo, en la siguiente síntesis:
¿Cómo detener la
acumulación de la riqueza mundial?, esa es la pregunta que hay que hacer, sostiene
David Harvey, puesto que es irónico que en medio de la crisis civilizatoria que
ha causado el capitalismo, haya hoy más millonarios en el mundo que hace tres
años, y a los bancos, los grandes especuladores, ahora les vaya muy bien a
expensas del Estado. Es decir, “se avala a los bancos y se le pega a la gente”.
La crisis económica que
enfrentan actualmente Estados Unidos y Europa se debe en buena medida a la
riqueza de los multimillonarios, mientras tanto, los pobres se han multiplicado
por diez.
Eso quiere decir que el
neoliberalismo se está profundizando en algunos aspectos, en el sentido de que
es un proyecto de clase que consolida poder político y económico, explica.
Para el capitalismo las
crisis son necesarias porque sus grandes beneficiarios renuevan su posición. Si
bien las crisis se mueven geográficamente de un lado a otro y de manera rápida,
no resuelven nada. En efecto, de la crisis inmobiliaria se va a la crisis del
sector financiero y así sucesivamente.
Lo peor, sostiene el
reputado geógrafo inglés, es que “vamos a ver al Fondo Monetario Internacional
(FMI) hacer más de lo mismo en el futuro: implementando feroces medidas de
austeridad que están llevando a una enorme disminución de los niveles de vida
de los ciudadanos”.
Harvey no sólo acusa a la
desregulación del sector financiero como uno de los factores que llevaron al
descalabro actual, sino que advierte que la supremacía del capital concentrado
sobre las decisiones políticas seguirá siendo un impedimento para salir de la
crisis.
La irracionalidad capitalista
El sistema capitalista
está basado en el crecimiento. En general, la tasa mínima de crecimiento
aceptable para una economía capitalista saludable es del tres por ciento. El
problema es que se está poniendo cada vez más difícil sostener esa tasa sin
recurrir a la creación de variados tipos de capital ficticio, como viene
ocurriendo con los mercados de acciones y con los negocios financieros en las
últimas dos décadas. Para mantener esa tasa media de crecimiento, sostiene
Harvey, será preciso producir más capital ficticio, lo que provocará nuevas
burbujas y nuevos estallidos de las burbujas. Un crecimiento compuesto del tres
por ciento exige inversiones del orden de los 3 billones de dólares.
En Estados Unidos se
quiere hacer pagar el costo de la crisis económica a los sectores más
vulnerables de la población mediante la reducción de programas sociales y la
disminución de los impuestos a los sectores más adinerados como ocurrió en los
gobiernos conservadores de Reagan y W. Bush. El propósito de estas medidas de
claro tinte neoliberal es lograr el rescate de las instituciones financieras,
las causantes de la crisis, lo que también se busca hacer en Europa.
Harvey da un ejemplo más
de la irracionalidad capitalista: en enero de 2008, dos millones de personas
perdieron sus casas en los Estados Unidos. Esas familias, en su mayoría
pertenecen a las comunidades afroamericanas y de origen hispano, perdieron, en
total, aproximadamente 40 mil millones de dólares. En aquel mismo mes, Wall
Street distribuyó un bono de 32 mil millones de dólares entre aquellos
“inversores” que provocaron la crisis. Una forma peculiar de redistribución de
la riqueza, que muestra que, con esta crisis, muchos ricos se están haciendo
más ricos.
El mundo capitalista vive
bajo la dictadura de los bancos centrales y las instituciones financieras de
carácter privado tienen simplemente la finalidad de utilizar el dinero de la
gente para especular. Simultáneamente, el capitalismo no puede funcionar sin su
infraestructura típica: carreteras, puertos, edificios y fábricas. La gran
pregunta es cómo se construyen estas infraestructuras y en qué medida
contribuyen a la productividad en el futuro. En Estados Unidos se habla mucho
de puentes que van a ninguna parte. Hay intereses muy grandes de los lobbistas
de la construcción que quieren construir sin importar qué. Pueden corromper
gobiernos para hacer obras que no van a ser de uso para nada.
Una parte de la
explicación de la crisis en Grecia y España puede vincularse con estas malas
inversiones en infraestructura, afirma Harvey. Grecia es también un caso típico
con los Juegos Olímpicos, grandes obras de infraestructura que ahora no se
usan. En la mitad del siglo XX la red de caminos y autopistas, en Estados
Unidos, fue muy importante para el mejoramiento de la productividad. Algo
similar se observa actualmente en China, con caminos, ferrocarriles y nuevas
ciudades, que en los próximos años van a tener un alto impacto en la
productividad.
Frenar la acumulación del capital
El imperativo de las
fuerzas sociales y los sectores de izquierda, advierte este científico social,
debe ser frenar la acumulación del poder capitalista, porque esta crisis es de
la abundancia que se está ahogando en su propia dinámica.
Hay que superar “la ética
neoliberal” que proclama el sálvese quien pueda. Para el neoliberalismo,
explica, la educación, la salud y la garantía efectiva de los derechos sociales
es problema de cada una de las personas, por lo cual busca externalizar los
costos.
Pero al mismo tiempo,
también busca desregularizar todo lo que le ponga freno a la explotación tanto
de la naturaleza como de los recursos humanos y públicos. El capitalismo ha
logrado en su afán desmedido de acumulación transformar la vida de la
naturaleza en algo muerto. La explotación capitalista es a todas luces inmoral,
basta con ver las condiciones de vida de los pobres del mundo.
China
En China, por efecto de
la crisis norteamericana, la respuesta fue hacer grandes proyectos de
infraestructura de inmediato. Además, el gobierno centralizado de China tiene
enorme poder sobre los bancos. Dio la orden: “den préstamos para estas obras a
gobiernos municipales y a los privados que estaban haciéndolas”. El gobierno
central de los Estados Unidos no puede hacer eso. Se mantiene diciéndoles a los
bancos: “presten” y los bancos dicen: “no”. China está creciendo a ritmos del
10 por ciento y Estados Unidos está por el piso.
La austeridad es contraproducente
En concepto de Harvey,
“La austeridad es algo totalmente erróneo. En primer lugar, por las diferencias
de impacto entre clases sociales. En general, las clases más bajas son las más
damnificadas. Además, las clases más bajas, cuando tienen dinero, lo gastan,
mientras que las clases altas lo usan para generar más dinero y no
necesariamente para hacer cosas productivas. Hay que pensar qué es lo que
realmente necesitamos para tener una buena vida, y muchas de las cosas que
pensamos del consumo son una locura; es dilapidar recursos, naturales y
humanos. Hay que pensar cómo hacemos en el largo plazo para que la humanidad
pueda vivir dignamente, tener vivienda, salud, alimento, logrando una vida
estable y razonable”.
La reacción de América Latina
En concepto de Harvey, en
América Latina la reacción de los gobiernos ha sido mucho más sensible a la
crisis que lo que se observa en los Estados Unidos y Europa. En Europa, dice,
hay un gran conflicto entre los países más grandes y los más chicos. Alemania,
que por razones históricas tiene una obsesión con el tema de la inflación,
impone el tema de la austeridad. El triunfo de un gobierno conservador en
Inglaterra también fortalece la idea de austeridad. Por eso, no sorprende que
Europa esté estancada, mientras China está creciendo fuerte.
En Suramérica destaca a
Colombia como caso patético de las consecuencias nefastas del modelo
neoliberal. “La historia de Colombia es terrible porque es un claro ejemplo de
acumulación por desposesión”, señala Harvey, pues los gobiernos de este país
andino han entregado el territorio a las transnacionales minero-energéticas
para su explotación, las cuales a su vez son protegidas por el ejército y
cuentan con todas las garantías y gabelas del Estado colombiano.
Posibilidad a corto plazo para el capitalismo
Si el capitalismo
quisiera salvarse debiera volcar hacia políticas keynesianas en vez de adoptar
medidas de austeridad, advierte Harvey. Lo que ocurre, sostiene, “es que las
clases que ostentan el poder económico están más interesadas y preocupadas por
salvarse a sí mismas”.
Hay una posibilidad de
corto plazo para el capitalismo, agrega, y es adoptar el libreto keynesiano
para lo cual es necesario ponderar a los trabajadores de forma que logren
recuperar sus ingresos. “Esto está
comenzando a ocurrir en China. Los movimientos sociales están creciendo en las
fábricas y los salarios han aumentado en un 20 o 30%. Esta para mí es una
solución a corto plazo, pero no creo que sea sustentable en el futuro, porque
la solución keynesiana no puede ser permanente, siempre ha sido contracíclica.
Pero en este momento no tenemos esa posibilidad por lo que la solución a largo
plazo debe ser encontrar un camino alternativo para organizar la producción y
el consumo en torno a un juego de mecanismos distintos a los del capitalismo de
libre mercado”.
Es urgente pensar en una transición
Harvey se pregunta, ¿por
qué debemos ser anticapitalistas?, y a renglón seguido responde con una frase
que pronunció el sacerdote de la Teología de la Liberación y poeta nicaragüense
Ernesto Cardenal cuando le indagaron por qué es marxista. “Porque leí los
evangelios”, fue su categórica respuesta.
El capitalismo con
crecimiento es insostenible, por eso es urgente pensar en una transición a
largo plazo. Si bien tras la caída del Muro de Berlín, hablar de
anticapitalismo se tornó prohibido, los muros del capitalismo siguieron
incólumes pero excluyendo, provocando crisis, pobreza, hambre, destrucción
ambiental, guerras, explotación, señala Harvey.
“Por eso necesitamos alternativas
al capitalismo”, insiste. Históricamente esas alternativas son el socialismo o
el comunismo. El primero terminó transformándose en una forma menos salvaje de
administración del capitalismo; el segundo fracasó. Sin embargo, esos fracasos
no son una razón para desistir porque las crisis del capitalismo se están
volviendo cada vez más frecuentes y más graves. “La visión a largo plazo es
pensar en una transición a partir del capitalismo”, sostiene, por lo que “la
izquierda en el mundo debe cambiar sus patrones mentales, así como las
universidades necesitan también de un cambio radical” que posibiliten una nueva
y más humana solución.
Como primera medida,
Harvey señala que no se pueden realizar transformaciones revolucionarias sin
modificar, como mínimo, las concepciones mentales y culturales.
Esa transición, explica,
debe comenzar poniendo impuestos a los ricos y a las corporaciones, y tornar a
los bancos que hoy son simplemente especuladores en comunitarios.
Se requiere, además, de
otros factores como redefinir las formas tecnológicas y organizativas de
producción, intercambio y consumo; modificar las relaciones con la naturaleza;
las relaciones sociales entre las personas; las concepciones mentales del
mundo, reagrupando saberes y niveles de interpretaciones culturales y de
creencias; darle un nuevo enfoque a los procesos de trabajo y de producción de
bienes específicos, geografías, servicios o afectos; fortalecer las agencias
institucionales, legales y gubernamentales; y darle un nuevo encuadramiento a
la vida cotidiana que sostiene la reproducción social.
El movimiento
anticapitalista tiene que luchar en todas esas dimensiones y no solamente en
una de ellas como muchos grupos hacen actualmente, colige Harvey, para evitar
que el mundo se siga autodestruyendo y de esta manera, la humanidad tenga otra
oportunidad sobre el planeta tierra.
Fuente: www.cronicon.net