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Especial para Gramscimanía |

Manuel E. Yepe
El derecho internacional
condena firmemente el magnicidio y la conciencia humana solo lo admite en casos
de insurrección popular legítima en la que las masas populares abusadas e
impedidas de poner fin por otros caminos a un régimen opresor se ven obligadas
a apelar a ello para hacer justicia. La ejecución extrajudicial de un jefe de
Estado o gobierno de un país extranjero, sin embargo, es en cualquier circunstancia
un crimen condenado universalmente.
El asesinato del Jefe del
Estado de la República de Masas (Jamahiriya) de Libia, Coronel Muammar Gadafi,
propiciado por la OTAN reúne todos los requisitos para ser calificado de
magnicidio. Se puede discutir si fue muerto en combate o asesinado en
condiciones de indefensión; si fue un acto de guerra violatorio o no del
tratado de Ginebra; si fue un ajusticiamiento o hubo violación expresa de los
derechos humanos; si murió tras alguna forma de enfrentamiento o ejecutado tras
su captura. Pero solo mediante una abrumadora manipulación global de los medios
-que ya se ha iniciado- podrá disimularse la culpabilidad criminal del
imperialismo estadounidense, propiciada por los líderes de las oligarquías
europeas que le son serviles, en el derrocamiento y posterior homicidio de
Gadafi.
El primer ministro
impuesto en Libia por las fuerzas ocupantes de la OTAN había informado en un
primer momento que Gadafi había sido gravemente en la cabeza durante un
tiroteo, en tanto otras fuentes del propio Consejo Nacional de Transición
aseguraron que se desangró camino al hospital o que fue asesinado por soldados
después de su captura.
Los videos caseros que
inicialmente se publicaron muestran a Gadafi con vida, cuando era subido por la
fuerza al vagón de una camioneta, golpeándolo y vilipendiándolo, mientras el
líder libio, ensangrentado, les oponía resistencia vociferando y forcejeando
con ellos. En otro video de teléfono celular se muestra a Gadafi, ya sin vida,
sobre el pavimento. También vio el cadáver exhibido en un frigorífico de
Misrata y luego paseado como trofeo sobre el capot de un auto por las calles de
esa localidad.
El amplio historial
estadounidense de manipulaciones y mentiras en circunstancias similares hizo
que muchos observadores se resistieran a aceptar tranquilamente las versiones
puestas en circulación por la prensa corporativa internacional con sus
multimillonarios recursos económicos y avanzada tecnología.
Varios suspicaces
observadores rechazaron por burda la versión difundida por muchos medios
occidentales en la que se presenta a un bien parecido joven “héroe libio” con
una gorra deportiva de los New York Yanquis y un pistola recién disparada,
reclamando ser autor personal del asesinato, conformando una versión destinada
a servir de base para excluir a los verdaderos criminales de responsabilidad
por la ejecución del prisionero.
Aún quedan por definir
muchas cuestiones relativas a la forma en que murió el líder libio y quizás
haya una investigación formal a nivel nacional o internacional dispuesta por el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU o se llegue a una acción de la Corte
Penal Internacional (CPI).
Pero el hecho consumado
es que Estados Unidos, con escudo de la OTAN o sin él, esta acreditando como su
derecho legítimo, las ejecuciones extrajudiciales contra los dirigentes que le
son incómodos, cuando hasta la Constitución de EEUU especifica que ni el peor
asesino puede ser castigado sin haber sido condenado por un tribunal.
No han faltado quienes, a
partir de abundantes inconsistencias en los videos mostrados que evidencian
montajes y adulteraciones muy obvias, consideran -aún hoy- que es falsa la
muerte de Gadafi.
Para el célebre
periodista francés y presidente de la Red Voltaire, Thierry Meyssan, “este
asesinato militarmente inútil ha sido perpetrado más que para servir de
ejemplo, para desestructurar la sociedad tribal libia”.
De hecho, los dirigentes
de la Coalición interventora de la OTAN, al llevarla a cabo, admiten que la
operación no tenía como finalidad hacer respetar y aplicar la Resolución 1973
del Consejo de Seguridad de la ONU, sino derribar un sistema político y matar a
su líder sin llevarlo ante la Corte Penal Internacional.
Esto último porque no
habrían podido condenarlo por crímenes contra la humanidad a falta de pruebas,
como les sucedió ante el Tribunal Penal Internacional con el del líder serbio
Slobodan Milosevic, quien luego de dos años de proceso murió en prisión, en
circunstancias misteriosas.
Ahora habrá que ver si
las fuerzas patrióticas libias que hayan sobrevivido la invasión serán capaces
que mantener en jaque a los golpistas para entorpecer la entrega de las
riquezas que son del pueblo libio al agresor extranjero para así obstaculizarle
nuevas depredaciones contra el Tercer Mundo.
Fuente: Red Hermes