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Especial
para Gramscimanía
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Carece de sentido
deplorar un asesinato: éste es modus operandi y modus vivendi de todo imperio.
Útil es aprender sus métodos, reforzar la seguridad de los dirigentes y
establecer mecanismos de sucesión que mantengan incólume el liderazgo.
Inoperante resulta
criticar la ausencia de juicio y sentencia: las cortes imperiales son turbas de
linchamiento y sus tribunales sepulcros blanqueados. Urge negarles jurisdicción
mientras no condenen a sus propios sicarios.
No tiene caso
descalificar tribunales internacionales que condenan sin proceso y expiden
órdenes de detención por encargo. Hay que dejar sin efectos los tratados que nos someten a jueces o árbitros extranjeros y recuperar
el derecho soberano de cada país a resolver sus controversias con sus
tribunales propios y sus propias leyes.
Es irrelevante censurar
un genocidio: las potencias hegemónicas se nutren de sangre derramada como los
bosques de la lluvia. Cabe defenderse para no seguirlas alimentando.
Es inútil quejarse
de entidades financieras que
confiscan reservas internacionales: el
latrocinio es su razón de ser. Hay que retirarles los fondos de los que se
alimentan y colocarlos en instituciones nacionales o regionales invulnerables.
Es tiempo perdido
denunciar el robo a mano armada por parte de los países hegemónicos. Es preciso
armarse para no dejarse saquear.
Resulta vano condenar que mercenarios armados asesinen
decenas de miles de ciudadanos desarmados: el asesino a sueldo es el único
recurso de poderes que nadie se alista para defender. Lo indispensable es que cada ciudadano sea
voluntario de su legítima defensa.
Fútil es quejarse de países sicarios que prestan territorios para bases del Imperio y súbditos como carne de cañón de las
transnacionales. Eficaz es negarles el sustento y el apoyo que les posibilite
destruirnos.
De nada sirve demostrar
que los monopolios mediáticos mienten,
tergiversan, engañan y fabrican realidades: su industria es el fraude. Es
necesario aprender a descubrir sus falsificaciones y crear redes alternativas
de información y educación que divulguen los hechos.
Banal es lamentar
que aves de rapiña se repartan los
recursos del país que destruyen. Indispensable es asegurar que la rebatiña sea
infructífera o imposible.
Inefectivo es reprobar la
traición de políticos que agasajaron a
cambio de otorgamiento de concesiones u homenajearon a precio de financiamiento
de elecciones: A Judas hay que darle la soga y no los treinta dineros.
Ningún sentido tiene
censurar a las potencias que en el Consejo de Seguridad omitieron el veto que hubiera evitado el
genocidio. Son ellas quienes emprenden
la marcha al patíbulo energético con el Mediterráneo confiscado por la OTAN,
África ocupada por el Africom y Asia bloqueada por guerras de rapiña.
Irrelevante sería
explicar que bombardeos de aplanadora de coalición
imperial no equivalen a un movimiento social. El relevo de la leal izquierda de su Majestad es una
incondicional izquierda de la OTAN, que cree que ésta le hará las revoluciones
que nunca realizó ella misma.
Ineficaz es condolerse de
que un pueblo sea invadido milicias extranjeras, cuyos propios países a su vez
están ocupados por bases militares
foráneas. Procede evitar que el propio territorio sea ultrajado por la planta
insolente del extranjero.
Vano es lamentar que
diferencias regionales, culturales, sociales o étnicas sean fomentadas y
manipuladas por imperios como coartada para su injerencia. Efectivo es alentar
el sentimiento de unidad en el propio país y el de integración en la región.
Inane es derramar
lágrimas por las víctimas: imperativo destruir la maquinaria que las causa
resistiendo con ellas la prueba terrible que nos viene.