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Foto: Josep Termes |
Salvador López Arnal / Especial para Gramscimania
El historiador catalán
Josep Termes falleció el pasado 9 de septiembre de 2011. Autor de obras tan
significativas e influyentes como Anarquismo y sindicalismo en España: La
primera Internacional (1864-1881), Federalismo, anarcosindicalismo y
catalanismo, Las raíces populares del catalanismo, Historias de la Catalunya
trabajadora, Josep Termes fue un investigador documentado, uno de los primeros
estudiosos del movimiento obrero catalán de los siglos XIX y XX y de sus
vinculaciones con el catalanismo político popular. Antes del pasado verano
publicó su síntesis de la historia del anarquismo español: Historia del
anarquismo en España. 1870-1980 (RBA / L'Avenç).
Ni que decir tiene que
toda persona interesada por el movimiento obrero catalán tiene en Termes un
referente indiscutible. Más allá de diferencias marginales, los familiares de
cenetistas represaliados, es el caso del que suscribe, hemos tenido y tenemos
por él el máximo reconocimiento. Así, pues, no se trata con esta nota de
realizar ninguna aproximación corvina ante un fallecimiento reciente. Una mera
aclaración.
El Periódico publicó el pasado 10 de septiembre la que fue seguramente su última o una de sus últimas entrevistas. Está fechada en junio o julio de 2011. Termes, ya enfermo, conversó sobre su libro-testamento en su piso de la calle de Nàpols. Una de sus tesis: más de cien años de historia del movimiento han rebrotado, en sus maneras de hacer, en las movilizaciones de las plazas españolas de los últimos meses. Algunas de las preguntas formuladas en la entrevista versan sobre el contenido del libro –“Desde cuándo lleva trabajando en esta historia?”, “Usted explica que la evolución ideológica del anarquismo tiene menos importancia que la acción”, “¿Qué cuota de responsabilidad se le debería adjudicar al anarquismo en el fracaso de la República?”,…- y algunas van más allá: “Demos un salto a la transición. ¿Por qué fracasa la reconstrucción del movimiento anarquista?”.
El Periódico publicó el pasado 10 de septiembre la que fue seguramente su última o una de sus últimas entrevistas. Está fechada en junio o julio de 2011. Termes, ya enfermo, conversó sobre su libro-testamento en su piso de la calle de Nàpols. Una de sus tesis: más de cien años de historia del movimiento han rebrotado, en sus maneras de hacer, en las movilizaciones de las plazas españolas de los últimos meses. Algunas de las preguntas formuladas en la entrevista versan sobre el contenido del libro –“Desde cuándo lleva trabajando en esta historia?”, “Usted explica que la evolución ideológica del anarquismo tiene menos importancia que la acción”, “¿Qué cuota de responsabilidad se le debería adjudicar al anarquismo en el fracaso de la República?”,…- y algunas van más allá: “Demos un salto a la transición. ¿Por qué fracasa la reconstrucción del movimiento anarquista?”.
Interesa aquí comentar lo
señalado por Termes al ser preguntado por no complacencia de su ensayo, por su
perspectiva crítica. Su respuesta: “No,
[el ensayo] es crítico. Parto de un fondo de simpatía por ese mundo obrero que
es el mío. Nací a cincuenta metros de aquí y vivo aquí, mi vida está entre
Nàpols 275, 270 y 268. En cambio, muchos de mis amigos progres, mucho hablar de
las raíces pero viven en Pedralbes [2]. Pero describo las barbaridades que
hacen porque mi oficio de historiador me obliga a buscar la objetividad y la
verdad y huir de la politiquería y el tópico. Yo entré en el PSUC en 1957
y me fui peleado con Manuel Sacristán, que era un retórico, porque me decía que
no se podía hablar del asesinato de Andreu Nin porque no había una resolución
del Comité Central. Así no podía ser historiador” [la cursiva es mía].
No parece que, en
principio, el autor de Pacifismo, ecologismo y política alternativa tenga
que ver directa o incluso indirectamente con la perspectiva no complaciente del
ensayo de Termes, ni tampoco con la ubicación del historiador en La ciudad
de los prodigios ni con las posibles inconsistencias sociales de sus
amigos progres. Huir de la politiquería y el tópico, apostar por la objetividad
y la verdad, ¿tiene una relación de oposición con la forma de estar en el
ámbito de la política y con los procedimientos de trabajo teórico y los
resultados del que fuera su compañero de partido? No lo parece.
No es fácil entender que
la causa principal -tal vez la desencadenante- por la que Termes dejara de
militar en el PSUC fuera por una discusión con Sacristán en torno a la figura
de Andreu Nin. Probablemente, lo más razonable es pensar que sus desacuerdos políticos
con el autor de Sobre Marx y marxismo se sumaran a multitud de otras
causas.
Termes, es una
entrevista, no estamos frente a un ensayo, no cita ninguna fecha pero ¿es
probable que Sacristán dijera en alguna ocasión que no se podía hablar de Nin
porque no existía una resolución del Comité Central del PSUC al respecto? Todo
el mundo tiene su mal día, nadie está libre de decir alguna sandez, los tiempos
eran duros en aquellos años, pero si algo caracterizó la práctica política de
Sacristán durante sus más de dos décadas de militancia en el partido de los
comunistas catalanes no sólo fue su actitud nada servil ni sumisa ante las
instancias dirigentes de la organización sino su firme apuesta por la veracidad
y por romper tópicos no documentados del Partido y de la tradición marxista
comunista. Los ejemplos de agolpan: su mirada crítica de Lenin, su aproximación
a Gramsci y a Lukács, su posición ante la invasión de Praga, sus críticas al
eurocomunismo,…
Josep Termes, como es
inevitable, no siempre acuñó bien la moneda de sus recuerdos. Así fue, por
ejemplo, en el caso de su aproximación a las relaciones entre Vázquez Montalbán
y Sacristán, comentadas años después del fallecimiento de ambos [3]. Un
periodista, amigo y discípulo suyo, Francesc-Marc Álvaro, tomó sus comentarios
como única fuente, arriesgándose a transitar por caminos de alta tensión y con
pendiente escasamente documentada.
Salvo error por mi parte,
Sacristán se refirió públicamente al asesinato de Nin en una única ocasión. Fue
en 1978, en el coloquio de una mesa redonda, compartida con Manuel Vázquez
Montalbán, “Sobre el estalinismo” [4]. En el transcurso del coloquio se le
preguntó sobre si las nuevas generaciones de dirigentes soviéticos habían
seguido la política iniciada por Stalin. Su respuesta –repito: fechada en 1978,
en la época Brézhnev- fue la siguiente: “Me parece que estoy obligado a decir:
sí, yo creo que la Unión Soviética, el régimen que existe ahora, es un régimen,
como he dicho, de naturaleza estalinista suavizado. Esto es lo que yo creo y lo
que he dicho”. Interrumpido por el mismo interlocutor -“Un inciso. Luego
entonces como se justifica que aquellos “chavales””-, Sacristán prosiguió:
“Puedes estar seguro, si lo piensas un rato, que el camino para la unidad del
movimiento obrero consiste no en que cada cual se empeñe en defender las
injusticias que él lleva a cuestas, y sus errores y sus falsedades, sino en
darse cuenta de que ha cambiado la época, de que no se puede superar la
división del movimiento obrero sin un baño de todo el mundo en la verdad y en
la autocrítica. Es mucho más útil para la unidad del movimiento obrero que
los que venimos del estalinismo examinemos qué ha sido el estalinismo y lo
autocritiquemos, que sigamos empeñados en defender algo que significa, te repito,
el asesinato de Bujarin, de Zinoviev, de Kamenev, de Trotski”. Y, según los
datos más modestos, añadió con énfasis partiendo de la documentación de la
época, de muchos millones, de sesenta millones de rusos.
Varias personas del
público asistente exclamaron: “Y de Andreu Nin”. Sacristán no apuntó objeción
alguna después de pedir disculpas por el olvido: “De Andreu Nin, perdón, en
este mismo país. Y de tantos otros”.
No ha sido el único
comentario crítico formulado sobre Sacristán estos días pasados. Andreu Mayayo,
catedrático de historia contemporánea de la UB, gran conocedor de la historia
del PSUC, colaborador usual de Público, discípulo de Termes, de quien
reconoce su magisterio (“Gràcies per tot, mestre”) público el pasado sábado, 10
de septiembre, una breve aproximación a la obra del historiador catalán
Inicia su artículo Mayayo
recordando una ponencia que Termes presentó en 1974 y que marcó, según el
biógrafo de Josep Solé Barberà, un antes y un después en los estudios sobre el
catalanismo. Tras presentar brevemente la polémica, no sólo académica, con las
tesis defendidas en aquellos por Jordi Solé Tura sobre el catalanismo político,
Mayayo escribe: “[…] Sin embargo, en 1974, Josep Termes y Jordi Solé Tura se
encontraban en lugares opuestos en la puerta giratoria del PSUC: el historiador
se iba del partido harto del dogmatismo de Manuel Sacristán y el politólogo
entraba en el PSUC con la mayoría de los Bandera Roja, que finalmente
desplazarían a los sacristanistas de la federación universitaria”.
Es muy probable que
Mayayo tenga razón en su consideración histórica sobre la federación
universitaria del PSUC (para desgracia del PSUC, en mi opinión), pero parece de
nuevo muy extraño que Termes se fuera del PSUC únicamente por causa de
Sacristán y que la razón fuera, además, su hartazgo por el dogmatismo del
traductor de Gramsci, Marx y Quine.
No sé en qué acepción de
dogmatismo está pensando Mayayo, pero, sea la que fuere, choca muy mal con el
Sacristán de aquellos años. Dos ejemplos entre mil posibles. El 23 de abril de
1970 el entonces expulsado profesor de la Universidad de Barcelona dictó una
conferencia inolvidable en la Autónoma con el título “El filosofar de Lenin”.
Fue publicaba cinco años más tarde como prólogo a Materialismo y
empiriocriticismo. Se abría, golpeaba inicialmente con las siguientes palabras:
“La insuficiencia técnica o profesional de los escritos filosóficos de Lenin
salta a la vista del lector. Para ignorarla hacen falta la premeditación del
demagogo o la oscuridad del devoto” [6]. ¿Dogmático alguien que, en aquellos
años en los que casi todo el mundo cantaba complacido salmos leninistas los
domingos y fiestas de guardar e incluso en días laborables, hablaba, con esa
frescura y limpieza teórica, de la oscuridad del devoto, la premeditación del
demagogo, de la insuficiencia filosófica de Lenin?
Años después,
precisamente en 1974, el año de la marcha de Termes, Sacristán escribía una
entrada para la enciclopedia Universitas sobre Karl Marx [7]. En sus compases
finales, el causante del hartazgo del historiador apuntaba: “[…] Pasiones,
entusiasmo y sufrimientos no están al margen de la obra científica de Marx. Sin
duda no hay que confundir el estímulo de un esfuerzo con sus resultados. Pero
en el caso de Marx el resultado mismo es una síntesis. Síntesis de filosofía
(formulación de los fines), economía (estudio de la realizabilidad de los
fines) y política (estudio y realización de la práctica inmediata al servicio
de los fines). Si en vez de esta síntesis, nunca perfecta, siempre en realización,
se toma el sistema perfecto de tesis filosóficas, económicas y
político-científicas de Marx y se entiende que esto es el marxismo, el sarcasmo
de Marx repetirá: “Yo no soy marxista” [la cursiva es de Sacristán]”. No parece
que esta aproximación, este recuerdo del sarcasmo marxiano que Sacristán
siempre consideró asunto metodológico destacado, tenga mucho que ver con el
dogmatismo.
¿Entonces qué? Hay otras
explicaciones sobre el muy probable desencuentro político entre Termes y
Sacristán que apuntan en otras direcciones: formas de entender la tradición
marxista revolucionaria, concepción de la política, tarannà de uno y otro, y
otros vértices sociales y académicos que podrían delimitarse. Por lo demás,
Sacristán había dimitido en 1970 del comité ejecutivo del PSUC y en 1974, el
año del que Mayayo habla, su innegable influencia entre sectores de las bases
del Partido, no sólo universitarias, de contrapesaba con su alejamiento de la
dirección del PSUC, e incluso con alguna mala jugada de los dirigentes de la
organización en citas para reuniones congresuales.
Fueron también esos años
cuando el traductor de Lukács y Zeleny estudió la vida y lucha de Gerónimo y
cuando habló de dar batallas que se sabían perdidas. El dio una que no perdió:
una renovación de los procedimientos, conceptos y finalidades de la tradición
marxista y comunista que pocos autores, incluyendo clásicos de renombre, fueron
capaces de emprender. Gran parte del eco-conomunismo ibérico y europeo ,
consciente o inconscientemente, con reconocimiento o sin reconocimiento
explícito, bebe de sus fuentes y de sus aportaciones. Véase para ello un libro
que es todo un clásico: Pacifismo, ecologismo y política alternativa [8].
Notas
[1] http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/oficio-obliga-huir-politiqueria-1145487
[2] La calle Nápoles está ubicada en el ensanche barcelonés (el número indicado por Termes tocará al bario de Gràcia probablemente). Pedralbes es un barrio de gente adinerada de Barcelona.
[3] Salvador López Arnal, “La veracidad de una información. A propósito de Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Sacristán y el PSUC”, El Viejo Topo, nº 218, marzo 2006, pp. 103-111.
[4] Manuel Sacristán, Seis conferencias, El Viejo Topo, Barcelona, 2005 (edición de Salvador López Arnal).
[5] Andreu Mayayo, “Un heterodox lúcid e entranyable”. Público, 10 de septiembre de 2011, p. 6.
[6] Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barcelona, 1983, p. 133.
[7] Ibidem, p. 307.
[8] Publicado recientemente en la colección Pensamiento crítico de Público.
[2] La calle Nápoles está ubicada en el ensanche barcelonés (el número indicado por Termes tocará al bario de Gràcia probablemente). Pedralbes es un barrio de gente adinerada de Barcelona.
[3] Salvador López Arnal, “La veracidad de una información. A propósito de Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Sacristán y el PSUC”, El Viejo Topo, nº 218, marzo 2006, pp. 103-111.
[4] Manuel Sacristán, Seis conferencias, El Viejo Topo, Barcelona, 2005 (edición de Salvador López Arnal).
[5] Andreu Mayayo, “Un heterodox lúcid e entranyable”. Público, 10 de septiembre de 2011, p. 6.
[6] Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barcelona, 1983, p. 133.
[7] Ibidem, p. 307.
[8] Publicado recientemente en la colección Pensamiento crítico de Público.