
Miguel Urbano Rodrigues
El agravamiento de la
crisis en los países del Sur de la zona euro intensificó el debate ideológico en Europa. Los
gobernantes, los banqueros, los dirigentes de las trasnacionales y los media repiten monótonamente que no hay alternativa
para el capitalismo. Pero es indisfrazable su malestar frente a la
voluminosidad de la contestación al sistema. Los responsables por la
recesión y por el desempleo de decenas de millones de trabajadores constatan
que las guerras de agresión imperiales y el saqueo de los recursos naturales de
los pueblos del Tercer Mundo no traen solución a la crisis estructural del
capitalismo.
En tanto prosiguen
políticas impuestas por el capital que descargan el costo de la crisis sobre
sus víctimas, desarrollan un gran esfuerzo para evitar que las protestas contra
el sistema de opresión alcancen un nivel que amenace su continuidad. En ese
contexto, las campañas para promover la alienación de masas son especialmente
perversas. El objetivo es impedir que los trabajadores tomen consciencia del
funcionamiento del engranaje de la falsa democracia representativa (que en la
realidad es una dictadura de clase) y se movilicen para un combate permanente y
frontal contra el sistema.
La tesis decrepita según
la cual a través de lentas reformas, aprobadas por los Parlamentos, el
capitalismo puede evolucionar, humanizándose, es retomada en toda Europa por
las clases dominantes. Los gobernantes repiten que la vía electoral, la única
democrática, apunta el rumbo cierto para que las reivindicaciones de los
oprimidos se concreticen en una atmosfera de paz social. Todo se resolvería al
final en un dialogo sereno entre el capital y el trabajo, entre los llamados
interlocutores sociales y la patronal.
Un discurso
complementario de ese es el de los intelectuales socialdemócratas que,
afirmando ser anti-imperialistas y anti-neoliberales, proclaman que la salida a
la crisis depende de la acción de los movimientos sociales. Pero excluyen todas
las formas de violencia en la lucha que debería pretender solamente reformas
graduales.
La criminalización del socialismo y la crítica a los partidos
obreros marxistas-leninistas es una constante en la teorización de esos
señores.En esas campañas cumplen un papel fundamental los social democratas.
No es de extrañar que las
fuerzas de derecha hayan recibido con mal disfrazada simpatía la formación del
llamado Partido de la Izquierda Europea al cual se adhirieron muchos partidos
comunistas del viejo Continente (El de Grecia y el portugues fueron
excepciones). Tan benévola actitud es comprensible porque esas organizaciones
se oponen a la radicalización de la lucha de masas, defendiendo ellas también
estrategias reformistas que en la práctica anestesian la combatividad de los
trabajadores, neutralizándolos como fuerza de choque.
Lecciones de la Historia.
La comunicación presentada
en Rio de Janeiro por el representante del Partido Comunista de Grecia, en el
Seminario promovido por el Partido Comunista Brasileño para conmemorar el 140
aniversario de la Comuna de París (v.odiario.info, 18.09.11) es un documento
importante que contribuye para la clarificación del debate ideológico inseparable
de las grandes luchas contemporáneas.
Es oportuno recordar que
la burguesía francesa no dudó en aliarse en 1871 al ejército prusiano después
de la derrota de Francia, para masacrar en Paris revolucionaria a los comunards
comunistas.
Esa alianza antinatural,
rica en enseñanzas para cuantos luchan hoy contra el capitalismo, confirmo
entonces una realidad enunciada por Marx: el capital no tiene patria.
El camarada griego alerta
sobre otra evidencia: el Estado burgués no puede ser utilizado contra los intereses
de la clase dominante. En otras palabras, las instituciones creadas por la
burguesía para servir a sus objetivos no pueden funcionar como trampolín para
el socialismo.
En América Latina, en
regímenes presidencialistas ha sido posible elegir presidentes con programas
anti-neoliberales con inclinaciones socializantes. Pero el resultado de esos
procesos no permite optimismo. En Chile “la vía pacífica al socialismo” termino
en un golpe sanguinario. En Brasil, en Argentina y en Uruguay, Lula, los Kirchner
y Tabaré Vázquez archivaron compromisos asumidos con el pueblo y llevaron
adelante políticas que favorecieron al gran capital, aprobadas por el
imperialismo. En la Venezuela, en Bolivia y en Ecuador, el desenlace de las
valientes opciones de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa suscita
interrogantes sin respuesta.
En la Unión Europea es
ilusoria idea de que pueda instalarse en el poder, cualquier gobierno empeñado
en aplicar un programa de izquierda mínimamente ambicioso. La “democracia
parlamentaria” es, en la práctica, una dictadura de la burguesía de fachada
democrática.
Una luz de esperanza
El Partido Comunista de
Grecia presta un servicio a los trabajadores de todo el mundo al señalar que el
Estado burgués tiene que ser totalmente destruido. Reformas cosméticas no
alteran su esencia de instrumento de opresión de los explotados.
La lucha de los
trabajadores por reivindicaciones en múltiples frentes son no sólo necesarias
sino indispensables. Victorias sectoriales quebrantan el poder de la burguesía
y fortalecen la combatividad de las masas, pero esas victorias son ineficaces
si no se insertan en una estrategia de ruptura con el sistema. En el ámbito de
una ruptura con la política de un gobierno, más dentro del sistema, son por
esté neutralizadas.
Lo mismo puede decirse de
la acción de los Movimientos sociales. El papel desempeñado por muchos de ellos
fue muy útil, pues contribuyó para el desprestigio del neoliberalismo. Más el
imperialismo pronto percibió que el carácter espontaneísta de la contestación
al sistema no configuraba amenaza real. Algunas ONGs son instrumentos de la
CIA; un porcentaje elevado es controlada
por social demócratas anti-comunistas. La evolución del propio Foro
Social Mundial –además rápidamente infiltrado por personalidades ligadas al
capital- incluso Mário Soares - demostró precisamente eso. En breve pasó a
defender la imposible humanización del capitalismo.
El mensaje transmitido al
mundo por el camarada Nikos Seretakis en Rio de Janeiro bien vale una
invitación a la reflexión sobre el papel decisivo e insustituible del partido
revolucionario marxista-leninista en las grandes luchas sociales de nuestro
tiempo.
El nos recuerda que en
Grecia hubo más de 20 huelgas generales desde el 2010 y muchas sectoriales. La
movilización masiva de los trabajadores fue posible debido al elevado nivel de
la conciencia de clase y de la conciencia política de una parte importantísima
del pueblo griego. Un frente muy amplio de organizaciones y fuerzas
progresistas –el PAME- unió partidos, sindicatos, federaciones y comités de
orientación clasista en torno a objetivos consensuales.
La lucha permanente de
las masas librada en condiciones dificilísimas, bajo una represión violenta no
apuntó a una ruptura inmediata orientada para la toma del poder a corto plazo.
El Partido Comunista –el
KKE- sabe que tal meta seria intangible en la actual coyuntura. Mas la
reafirmacion de la necesiadd de la destrrucción del Estado burgués no significa
que ese objectivo tenga una fecha en el calendario.
En una atmosfera de
tensión diaria, de denuncia de la política de vasallaje frente a las
imposiciones de la Unión Europea y del imperialismo estadounidense, el KKE, sin
miedo de las palabras, defendió durante años un programa revolucionario.
Sustentó con firmeza que la socialización de los medios de producción básicos
es en Grecia una exigencia de la Historia, así como la de la banca, las
telecomunicaciones y transportes. Exige la gratuidad total de la salud, la
educación y de las jubilaciones y pensiones. Y, ahora, defiende la salida de la
Unión Europea, de la OTAN y del euro.
Reivindicaciones que son
inaceptables para el Estado burgués. Pero justas, traduciendo aspiraciones
profundas de un pueblo que no olvida la represión salvaje del ejército
británico, en 1945, cuando, al final de la guerra, expulsados los nazis
alemanes, los trabajadores estaban listos para conquistar el poder y construir una sociedad progresista y libre.
Fue esa tenacidad y
lucidez en la lucha del KKE la que viabilizó el surgimiento del PAME, como
organización frentista de perfil revolucionario.
En tanto de Washington a
Berlín los gobiernos del capital, alarmados con la crisis pantanosa en que
están atorados, presentan de Grecia la imagen de una sucursal del infierno,
mundo afuera millones de oprimidos acompañan con admiración y respeto el
combate de los trabajadores revolucionarios del país que fue origen de una
civilización que marcó indeleblemente el rumbo de la humanidad.
La arrogancia y el poder
del imperialismo intimidan hoy, es un hecho, a millones de personas. Más la
mayoría de las grandes revoluciones antiguas y contemporáneas irrumpieron
contra la lógica aparente de la Historia. Los pueblos, cuando destruyeron un
orden social que para ellos se había tornado no solamente ilegitimo como
insoportable, no siempre pensaron en el futuro inmediato.
Acumulada, la opresión,
al rebasar determinado limite, genera en las victimas una casi indiferencia
frente a la muerte. Y llega el momento en que la desesperación, al
generalizarse, en efecto epidémico, disponibiliza a las masas para luchas que
conducen a rupturas revolucionarias. Eso pasó con la Revolución Francesa de
1789, con las Revoluciones Rusas de Febrero y Octubre de 1917, y, en la segunda
mitad del siglo pasado en Vietnam, Cuba y Argelia.
En Portugal era
imprevisible, que el golpe militar del 25 de Abril fuese el prologo de una
revolución que vendría a sacudir el Mundo, la más profunda en Europa Occidental
por sus conquistas desde la Comuna de Paris.
Mantener esperanza firme
no es una actitud romántica; es un deber comunista. El representante del KKE
admitió en Brasil que “el siglo XXI será
marcado por una nueva onda de revoluciones socialistas.”
Hago mía su convicción.