
El presidente Barack
Obama prometió que ayudaría a los estadounidenses para que consigan un empleo y
un salario, y algunas de las medidas que propuso al Congreso quizás tendrán un
efecto positivo, pero como señala el académico Richard Sennett (1) la mayoría
de quienes escucharon al Presidente saben muy bien que “hay demasiada gente
cazando muy pocos empleos, especialmente buenos empleos”.
Y Sennett apunta que este
“hecho depresivo” no fue causado por la recesión, y que “por más de una
generación la prosperidad financiera en Europa y en Estados Unidos no dependió
de una robusta fuerza laboral doméstica; la (producción) que las corporaciones
globales quieren hacer puede ser mejor hecha y a más bajos costos en otros
lugares. Otra vez más la revolución digital está concretando la antigua
pesadilla: “las máquinas pueden reducir la necesidad del trabajo (asalariado)
humano”.
El sociólogo y autor de
varios libros escribe que hacia el año 2006 el “efecto de reemplazo” – o sea el
reemplazo del trabajo manual por computadoras o equipos computarizados – se
mantenía a un ritmo del siete por ciento anual en el sector de servicio. En
consecuencia y antes de que comenzara la recesión del 2008-2009 ya había dejado
de ser posible la “viabilidad de una carrera como en el pasado”. O sea que se
puso fin al empleo seguro en los países del capitalismo “más avanzado”.
“Obama no habló de estos
problemas estructurales en su discurso ¿Cómo podría haberlo hecho? Esos son los
problemas concretos del capitalismo moderno”, agrega Sennett en su artículo
titulado “La manera inhumana de enfrentar los problemas laborales en Estados
Unidos terminarán con Obama”, donde recuerda las cifras del desempleo tanto en
ese país como en Gran Bretaña: 22 por ciento para los jóvenes sin oficios; 14
por ciento de la fuerza laboral que antes tenia un empleo permanente sufre el
“subempleo involuntario”, y en esta situación – destaca el sociólogo – la salud
de esos trabajadores subempleados declina de manera dramática. Y en Estados
Unidos se estima que hay, además de las cifras oficiales, de tres a cinco
millones de desempleados que al no encontrar empleos después de seis meses de
inútil búsqueda dejan de ser clasificados como “desempleados”.
No porque los economistas
sean incapaces de verlo y analizarlo el problema estructural deja de existir. A
finales de septiembre de 1996 el economista y Nóbel Paul Krugman escribía, en
su columna del New York Times (2) que sería injusto culpar a los observadores
de finales del siglo 20 por su fracaso en prever todo lo que el siglo 21 nos
traerá, y agrega que “aun cuando actualmente el pronóstico a largo plazo sea
una ciencia inexacta hay muchas personas que entienden que las mayores fuerzas
que impulsan los cambios económicos serán las que darán continuidad al avance
de la tecnología digital y la diseminación del desarrollo económico en todo el
mundo. En esta caracterización no hay sorpresas, continúa el Nóbel, pero el
rompecabezas comienza cuando los expertos del momento completamente
malinterpretan las consecuencias de estos cambios.
En efecto, en esa “época”
todavía se anticipaba lo que Krugman titula como una economía “inmaculada”, en
la cual la mayoría se habrá emancipado de cualquier difícil trabajo “con el
mundo físico”. El 5 de marzo pasado, a 15 años de distancia, Krugman retoma y
amplia ese artículo y escribe que la informática terminará reduciendo, no
aumentando, la demanda de trabajadores altamente calificados, debido a que un
montón de lo que los trabajadores altamente calificados hacen hoy día puede ser
reemplazado por altamente sofisticados procesos informáticos, en realidad
reemplazados más fácilmente que (si fuera) un trabajo manual.
Este tema lo toca también
Martín Ford (3) al citar al economista David Autor (4), quien analiza el
“efecto de reemplazo” a partir de la década de los 60 del siglo pasado, cuando
comenzó la introducción de computadoras y sistemas automatizados, robotizados o
digitalizados, y cómo este proceso de sustitución del trabajo asalariado, que
solo es posible con seres humanos, polarizó el mercado laboral y eliminó los
trabajos seguros y bien pagados que permitieron sustentar la clase media,
dejándonos con empleos con altos salarios que requieren de muy altas
calificaciones, mucha educación y capacitación, y un montón de trabajos con muy
bajos salarios para una mano de obra poco calificada.
Aunque tardíamente se
está reconociendo el impacto que la automatización tiene en el capitalismo de
las economías más avanzadas, en particular por la desaparición de empleos –el
efecto de reemplazo de los trabajadores y empleados por sistemas automatizados-
y por ende del trabajo asalariado. Y cuando el trabajo asalariado comienza a
escasear y se vuelve raro el consumo, o sea la demanda final de la cual
dependen los capitalistas en su conjunto, y desde el punto de vista fiscal los
Estados, se achican las posibilidades de reproducción del sistema.
El capitalismo es un
sistema que desde sus primeros pasos ha estado en gestación constante de
cambios, que se revoluciona a sí mismo, como decía Karl Marx. Y desde su
nacimiento está unido al trabajo asalariado, a la explotación de los
trabajadores que constituyen la única fuente posible de plusvalía –o de renta
diferencial cuando explota trabajadores en otros países- y que, en su conjunto
forman una parte critica de la demanda final.
Esta grave crisis
estructural impide generar suficientes empleos y salarios adecuados que
permitan mantener una robusta demanda final. Las clases medias en los países
avanzados están desapareciendo de manera acelerada porque dejaron de existir
las condiciones que las crearon: trabajos seguros y salarios decentes.
Al concluir un análisis
sobre esta problemática Andrew Price escribe (5) que si las “fuerzas del
mercado y la creciente automatización deja a las personas ( ) sin perspectiva
alguna de un trabajo decente, quizás tengamos la oportunidad, o tal vez la
obligación moral, de cambiar los roles y hacer que la oportunidad de hacer un
trabajo que tenga sentido no sea solamente un privilegio, sino algo que todos
merecemos”.
El sistema está ante una
barrera potencialmente infranqueable. Hace muchas décadas que no estaba en el
fuego un caldo de cultivo como éste para lanzar la lucha de clases. Con sus
políticas de austeridad y de postración ante el dominante sistema financiero,
el sistema político dominante no tiene algo digno que ofrecer ¿Una revolución
social en perspectiva?
Notas
1.- Richard Sennett, The
Guardian, 9 de septiembre 2011. Sobre sus libros ver: http://www.richardsennett.com/site/SENN/Templates/Home.aspx?pageid=1
2.- Paul Krugman, White Collars Turn Blue: http://www.nytimes.com/1996/09/29/magazine/white-collars-turn-blue.html
3.- Martin Ford: http://www.huffingtonpost.com/martin-ford/job-automation-is-a-futur_b_832146.html
4.- David H. Autor, economista del MIT. La ponencia citada, de la cual Autor es co-autor, se encuentra disponible en: http://econ-www.mit.edu/files/1474
5.- Andrew Price: http://www.good.is/post/automation-insurancer-robots-are-replacing-middle-class-jobs/
2.- Paul Krugman, White Collars Turn Blue: http://www.nytimes.com/1996/09/29/magazine/white-collars-turn-blue.html
3.- Martin Ford: http://www.huffingtonpost.com/martin-ford/job-automation-is-a-futur_b_832146.html
4.- David H. Autor, economista del MIT. La ponencia citada, de la cual Autor es co-autor, se encuentra disponible en: http://econ-www.mit.edu/files/1474
5.- Andrew Price: http://www.good.is/post/automation-insurancer-robots-are-replacing-middle-class-jobs/
Fuente: Red Hermes