
Alfredo Jalife-Rahme
UBS, el mayor banco
suizo, resultante de la fusión en 1998 entre Union Bank of Switzerland y Swiss
Bank Corporation, publicó un reporte de 21 páginas, Fractura del euro; las
consecuencias (6/9/11), de corte apocalíptico y de entonaciones mafiosas
sobre las consecuencias de la balcanización del euro, cuyos autores
son los economistas Stéphane Deo, Paul Donovan y Larry Hatheway.
En paralelo, para
dramatizar sus investigaciones, el polémico UBS publica otras dos notas
ominosas: 1) La recesión pasó, pero la depresión acaba de empezar, que
predice una austeridad que llevará a una mayor forma muscular (sic) de
gobierno (¿no habrá colaborado Calderón en su redacción?); y 2) La
eurozona puede fracturarse en un horizonte de 5 años, por Nouriel Roubini,
quien se ha vuelto el espantapájaros del financierista sionismo jázaro.
La brutal amenaza de UBS
–que, por cierto, en fechas recientes destapó la cloaca de sus actividades
metafinancieras con una nueva pérdida por más de 2 mil millones de
dólares– es dicotómica: si sus bancos quebrados (sic) no son
rescatados y la eurozona se balcaniza, ergo, advendría un gobierno
autoritario o militar, o la guerra civil.
¿Por qué propaga el
pánico UBS, uno de los nueve bancos que controlan el mercado de los derivados a
escala global (Bajo la Lupa, 7/9/11)? ¿Para ganar más y/o intentar resarcir sus
cuantiosas pérdidas bursátiles?
Como los clásicos
pescadores, a río revuelto ganan más los nueve bancos globales que controlan
los derivados financieros, que se calcula han rebasado la cifra estratosférica
de alrededor de 2 mil billones de dólares, frente a unos exiguos 74 billones
del PIB global.
UBS –que, por cierto, se
ha dedicado a golpear al petróleo mexicano a través de un topo (ahora
le dicen estratega), hijo de un anterior director de Pemex quien vende sin
pudor la información privilegiada de la paraestatal mexicana (ver Bajo la Lupa,
23/11/08)– asevera que las pasadas instancias de fracturas de uniones
monetarias tienden a producir uno de dos resultados. O bien existe una
respuesta de un gobierno más autoritario (sic) para contener o reprimir (sic)
el desorden (sic) social (un escenario que tiende a requerir un cambio de un
gobierno democrático a uno autoritario o militar), o alternativamente, el
desorden (sic) social opera con las fracturas tectónicas existentes en la
sociedad para dividir (¡súper sic!) al país, desparramándose en una guerra
civil (¡súper sic!).
El resumen ejecutivo del
amenazante reporte lo divide en cinco partes:
1. El euro no debe
existir (así): la estructura actual y su membresía deberán cambiar.
2. Confederación
fiscal sin balcanización: la aplastante probabilidad es que el euro
se mueva lenta (y dolorosamente) hacia alguna forma de integración fiscal. El
casi riesgo o fractura se considera más costoso y cercano a una probabilidad de
cero. Los países no pueden ser expulsados pero los estados soberanos pueden
optar por salirse.
3. El costo
económico (parte uno): el costo de un país débil (sic) que abandona el
euro es significativo: quiebra soberana, quiebra empresarial, colapso del
sistema bancario y del comercio internacional”, lo cual equivale a entre
40 y 50 por ciento de su PIB el primer año.
4. El costo
económico (parte 2): si fuera un país poderoso como Alemania que abandona
el euro las consecuencias serían: quiebra empresarial, recapitalización del
sistema bancario y colapso del comercio internacional, lo que equivale a entre
20 y 25 por ciento de su PIB el primer año.
5. El costo político: el
mayor de todos. “El poder blando de Europa y su influencia internacional
cesarían (…) Ninguna unión monetaria se ha fracturado sin ninguna forma de
gobierno autoritario o militar, o guerra civil”.
En este tenor, surge
nuevamente Nouriel Roubini, quien sacude el espectro de una tercera guerra
mundial (Moneynews, 26/9/11).
Vuelven a coincidir los
mismos circuitos financieristas: Nouriel Roubini se suma a la no muy añeja
amenaza de Ambrose Evans-Pritchard de hace tres años sobre la inminencia de una
tercera guerra mundial (ver Bajo la Lupa, 7/9/08), curiosamente ocho días antes
de la extraña quiebra de Lehman Brothers.
Nouriel Roubini considera
que la austeridad fiscal puede desembocar en una calamidad económica seguida
por una guerra. ¿Entre quién o quiénes?
Aduce también que la
crisis financiera global y su depresión consecuente, al unísono de la
inestabilidad política y social en Europa y en otras economías avanzadas (sic),
va a ser extremadamente (sic) severa, de la que ni China estará exenta y
a quien le predice un aterrizaje duro en los próximos dos años.
Han estado resonando
demasiado los tambores de guerra en las recientes cumbres y reuniones
financieras. ¿Las guerras como continuación de las finanzas por otros medios?
En Polonia se acaba de
escenificar un choque de trenes entre Estados Unidos y la eurozona cuando
Timothy Geithner, controvertido secretario del Tesoro estadunidense e
instrumento de la potente banca de Wall Street, advirtió de una catástrofe a
los ministros de Finanzas europeos.
Por cierto, contactos en
Washington aseguran que Obama deseaba decretar ya la quiebra del insolvente
banco Citigroup pero que Timothy Geithner se opuso rotundamente (a grado de
amenazar con su renuncia). ¿Pues de tanto poder goza, no Obama ni Timothy
Geithner, sino Citigroup?
A mi juicio, la razón del
brutal apretón de tuercas de Timothy Geithner a Alemania está en la
hermeneútica de Ambrose Evans-Pritchard (The Daily Telegrap, 26/9/11): Perdona
Deutschland (nota: la tierra alemana). La historia ha conspirado contra ti de
nuevo. Debes firmar 2 millones de millones de euros y corromper (sic) a tu
banco central, y aceptar 5% de inflación o serás condenado a un Götterdämmerung
(nota: el crepúsculo de los dioses).
Detalla el rescate
Geithner bajo la brutal presión de Estados Unidos (a la que se sumó
Obama): “El paquete multibillonario que ahora se conforma para la Eurolandia fue
ampliamente cocinado en Washington (¡súper sic!), en colusión con la Comisión
Europea, y es impuesto (¡extra súper sic!) a Alemania con la fuerza absoluta de
la diplomacia (sic) de Estados Unidos”. ¡Uf!
Timothy Geithner ahora le
propina a Alemania la misma receta de rescate bancario de la post
crisis de Estados Unidos de 2008. En este jueguito bidireccional de los derivados
financieros, más que rescatar a la eurozona, ¿no es la banca de Estados Unidos
la que intenta salvarse?
La señal es prístina: o
Alemania crea una hiperinflación monetaria en Eurolandia o viene la
guerra. Mejor la hiperinflación.
Ahora Alemania tendrá que buscar
un mecanismo en la que convierta un euro a cinco (Reuters, 25/9/11) en
este nuevo modelo de estabilización monetaria europea. La alquimia
monetarista convertiría así 440 mil millones de euros de sus fondos de rescate
a 2 millones de millones de euros.
Y por si alguien no
entendiese en Europa, el controvertido Goldman Sachs, otro insolvente banco de
inversiones (y uno de los controladores de la Casa Blanca), amenazó con que ya
no existen más paraísos financieros, en alusión al franco suizo y al oro, ambos
detenidos por los mercados (Moneynews, 27/9/11).
¡Estamos en el paroxismo
de la guerra global de las divisas!