
Martin Khor
Funcionarios de los
ministerios de Economía y bancos centrales de varios países asiáticos se
reunieron en Manila la semana pasada, en un taller sobre Asia y la crisis
mundial, en el que participaron también expertos independientes.
La reunión, organizada
por la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el
Pacífico y el Banco Central de Filipinas, no pudo ser más oportuna, en especial
ante al agravamiento sustancial en las últimas semanas de las perspectivas
económicas a corto plazo de Estados Unidos, Europa y Japón.
En la “gran recesión” de
2008-2009, la región se vio afectada por una brusca caída de las exportaciones,
que repercutió en el Producto Nacional Bruto (PNB). Pero las políticas de
estímulo económico aplicadas por los países desarrollados y varios países
asiáticos -entre ellos China, India y Malasia- provocaron una rápida
recuperación.
El cambio de políticas en
los países desarrollados, que pasaron del estímulo fiscal a la austeridad, es
una de las principales razones de la reciente desaceleración, que esta vez
parece que durará más.
Asia es vulnerable a una
nueva recesión debido a su alta dependencia de las exportaciones. Un documento
de South Centre estima que las exportaciones contribuyen aproximadamente en un
cincuenta por ciento al reciente crecimiento previo a la crisis. China ya se
está preparando para una reducción de sus exportaciones y del crecimiento de su
PNB.
La idea es que China
aumente el gasto del consumo interno, que pasaría a ser su futuro motor de
crecimiento. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
En los últimos años, la
participación del consumo en el PBI bajó de cincuenta y cinco por ciento a
fines de 1990, a treinta y seis por ciento en 2008. Una de las principales
razones es que el aumento de los salarios quedó muy rezagado con respecto a los
aumentos de productividad. Como resultado, la participación de los salarios en
el PBI cayó a un cuarenta por ciento, cuando en la década del noventa se
ubicaba entre cincuenta y cincuenta y cinco por ciento.
China está adoptando
medidas para aumentar los salarios de los trabajadores, lo que podría estimular
la demanda interna. Pero también existe el temor de que salarios más altos
resten competitividad a las empresas chinas en tanto tengan menores márgenes de
ganancia.
Otros países asiáticos
tienen incluso mayor dependencia de las exportaciones. En Indonesia, Corea del
Sur, Taiwán y Tailandia, las exportaciones contribuyeron en más del sesenta por
ciento a su crecimiento, comparado con el cuarenta a cincuenta por ciento de
China, y la dependencia es aún mayor en Malasia, Singapur y Vietnam.
Los países asiáticos son
muy vulnerables a una desaceleración de las exportaciones tanto hacia los
países desarrollados como a China, ya que exportan gran parte de los
componentes que este último utiliza para fabricar sus productos de exportación.
Por eso, una desaceleración de las exportaciones chinas a Estados Unidos y la
Unión Europea también tendrá un fuerte impacto.
En numerosos países del sudeste asiático, un gran problema es la aparente falta de oportunidades de inversión, ya que se ha quedado atrás con respecto al ahorro.
En numerosos países del sudeste asiático, un gran problema es la aparente falta de oportunidades de inversión, ya que se ha quedado atrás con respecto al ahorro.
En los últimos años, los
índices de inversión en Malasia, Singapur, Filipinas, Taiwán e Indonesia han
sido aproximadamente el veinte por ciento del PBI, menos de la mitad del índice
registrado por China. Sus índices de inversión no se han recuperado a los
niveles alcanzados antes de la crisis asiática de 1997 y son demasiado bajos
para generar un crecimiento rápido de la demanda efectiva.
Estos países necesitan planificar nuevas fuentes de crecimiento a partir de un aumento de la demanda interna, así como del comercio entre los países de la región y con otras regiones del Sur en desarrollo.
Estos países necesitan planificar nuevas fuentes de crecimiento a partir de un aumento de la demanda interna, así como del comercio entre los países de la región y con otras regiones del Sur en desarrollo.
Una lección importante
que muchos países asiáticos aprendieron en la crisis de 1997-1999 es que no
deben quedar atrapados en una situación vulnerable en que sus reservas de
divisas caigan hasta el punto de enfrentar un incumplimiento de la deuda. Es
así que el alto excedente de cuenta corriente e importante acumulación de
reservas de divisas protegieron a muchos países durante la crisis mundial de
2008-2009.
Sin embargo, la región
también enfrenta una serie de vulnerabilidades financieras que la nueva
conmoción mundial deja más en evidencia.
En primer lugar, algunos
países tienen importantes déficit de cuenta corriente y dependen de los
ingresos de capital extranjero para cubrirlos. Podrían tener problemas con la
balanza de pagos en caso de que las exportaciones se deterioren, o si se
revirtieran los ingresos de capital.
En segundo lugar, varios
países asiáticos estuvieron liberalizando sus ingresos de capital en la década
pasada. Se abrieron al ingreso de capital extranjero, incluso inversiones
directas, inversiones de cartera y préstamos. También permitieron ingresos de
capital de residentes, bancos y empresas. Están, pues, más susceptibles a
oleadas de ingresos de capital y egresos de fondos de empresas locales y
personas.
En épocas en que los
ingresos de capital son grandes, éstos se equilibran con los egresos de los
residentes o los superan. Pero cuando un país enfrenta un revés en las
corrientes de capital extranjero, podría ser difícil recuperar el capital local
que se fue al exterior. Como resultado, el país queda expuesto a los riesgos de
importantes egresos netos. Si eso no se compensa adecuadamente con un excedente
en la balanza comercial y las cuentas corrientes, la posición de su balanza de
pagos podría verse afectada.
En tercer lugar, los
países asiáticos están expuestos a los aumentos de fondos internacionales en
busca de mayores rendimientos. La reciente ola de ingresos de capital causaron
problemas tales como apreciación de la moneda -lo que se traduce en que las
exportaciones sean menos competitivas-, exceso de liquidez, presiones
inflacionarias y burbujas en los precios de acciones e inmuebles. También son
vulnerables a una caída repentina de las corrientes de capital, lo que puede
tener efectos devastadores. Algunos países asiáticos, como Tailandia y Corea
del Sur, utilizaron controles de capital para reducir los ingresos de capital,
pero las presiones continúan.
En cuarto lugar, varios
países asiáticos sufrieron pérdidas debido a la caída del valor de sus reservas
de divisas -gran parte de las cuales están en bonos del Tesoro de Estados
Unidos- como resultado de la depreciación del dólar. La actual falta de
alternativa al dólar como moneda mundial de reserva agudiza este problema.
Si bien los países
asiáticos pueden adoptar medidas nacionales para controlar o reducir las vulnerabilidades
mencionadas, dichas medidas podrían ser inefectivas a menos que exista una
acción colectiva a escala mundial. Por tanto, las autoridades de la región
deberían ser más activas en cuanto a impulsar reformas financieras mundiales.
Ésa fue una de las
conclusiones de la reunión en Manila.
La nueva desaceleración
mundial ha vuelto aún más urgente el replanteo de los modelos de crecimiento
nacionales y regionales, así como la necesidad tener una fuerte voz regional en
las políticas económicas y reformas financieras mundiales.
Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo,
es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo
con sede en Ginebra.
Fuente: http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy/2011/09/15/asia-y-la-nueva-crisis-mundial/
Fuente: http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy/2011/09/15/asia-y-la-nueva-crisis-mundial/