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La leyenda cuenta que muchas personas resultaban víctimas de mordeduras de tarántulas, lo que provocaba, en principio, un pequeño dolor, pero a medida que el tiempo pasaba, se volvía peor hasta el punto de sufrir problemas respiratorios y convulsiones. Luego llegaba un ataque de locura e histeria en el cual los enfermos lloraban, gritaban, saltaban y se sacudían. Si la víctima era atendida a tiempo, perecía.
Para este mal existía un antídoto muy particular: moverse frenéticamente durante mucho tiempo para así liberar las toxinas del veneno en el sudor. Estos movimientos espasmódicos comenzaron a ser tan frecuentes en la población que los músicos no vacilaron en componer piezas musicales que acompañasen a los enfermos. El tratamiento podía durar de 3 a 4 días, con descansos de 4 horas aproximadamente.
Hoy en día se sabe que la mordedura de una tarántula puede provocar dolor pero nunca esa clase de efectos convulsivos como los que manifestaban los legendarios habitantes de Tarento. De hecho, su veneno sólo es mortal para los insectos de los que se alimenta. Por eso se cree que cuando una persona mordida moría, en realidad había sido picada por otra especie de araña realmente mortal, como la “viuda negra”, o por una fuerte infección en la herida. Pero desde ya que el miedo de haber sido atacados por la difamada tarántula los hacía caer presos de la histeria colectiva. Los pobres ciudadanos de Tarento se salvaban con o sin baile.
En cuanto al baile, conocido en aquel entonces como la Danza de la Tarántula, fue poco a poco logrando su autonomía hasta que quedó establecido con un ritmo muy rápido de 3/8 o 6/8. El nombre es el diminutivo que recibe en italiano la palabra “tarántula” = Tarantella = “tarantulita”.