
¿Qué hay de malo en la felicidad? ¿Acaso es concebible que exista “lo malo” en algo que tanto se persigue hasta constituir el fin principal de la existencia? Nuestra sociedad líquida moderna nos induce a creer que el objetivo del arte de vivir debe y puede ser la felicidad, aunque no esté muy claro en qué consiste tal cosa.
Y es que, “sociedades como la nuestra, movidas por millones de hombres y mujeres que buscan la felicidad, se vuelven más prósperas, pero no está nada claro que se vuelvan más felices.
Parece como si la búsqueda humana de la felicidad fuera un engaño. Todos los datos empíricos disponibles sugieren que entre las poblaciones de sociedades desarrolladas puede no existir una relación entre una riqueza cada vez mayor, que se considera el principal vehículo hacia una vida feliz, y un mayor nivel de felicidad”. Pues, si bien el PIB tiene en cuenta, en sus cálculos, una serie de indicadores de bienestar, de servicios y de consumo, no refleja, en cambio, “la salud de nuestros hijos, la calidad de nuestra educación ni el grado de diversión de nuestros juegos.