Marc Chagall (Bielorrusia-Francia) El mundo de Chagall
Salvador López Arnal
La crítica de la ciencia de marchamo más material, más existencial, no había tenido casi nunca preeminencia en el ámbito de las ciencias sociales. Sí, en cambio, en las naturales. Había sido sobre todo la discusión epistemológica sobre el valor científico de la investigación social la que había adquirido hegemonía en los debates. Desde esta atalaya, las ciencias sociales habían estado permanentemente en “crisis de fundamentos”.
Había que ponerse en guardia contra una interpretación patética y trágica de lo que solía llamarse “crisis de fundamentos”. Crisis, en este caso, no era catástrofe gnoseológica. Al cabo de tantos años de filosofía de la ciencia, Sacristán sostenía que era una afirmación razonable, y veraz a un tiempo, sostener “que toda ciencia está siempre en crisis de fundamentos y que eso no tiene nada grave, es decir, que en ninguna ciencia hay nunca una certeza absoluta acerca de su fundamentación, que eso es una cosa distinta. Creo que sí que conté aquella metáfora de Otto Neurath acerca de cómo hay que entender una ciencia, como un barco que se va construyendo y reconstruyendo mientras navega”. La metáfora del gran filósofo vienés era mucho más realista y fructífera que la idea imposible de una fundamentación absoluta, sobre roca firme, segura e inamovible… y para la eternidad.