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Oswaldo Guayasamín [Ecuador] "Maternidad" |
1/6/09
¿Por qué la ‘izquierda’ es un problema difícil para Cuba?
¿Por qué Cuba se ha vuelto un problema difícil para la izquierda?

Boaventura de Sousa Santos / Rebelión
De hecho, el lugar de
¿Qué es «izquierda» y qué es «problema difícil»?
A pesar de todo, pienso que la pregunta que trato de responder en este texto tiene sentido. Pero antes de intentar una respuesta, se necesitan varias precisiones. En primer lugar, la pregunta puede sugerir que fue solo Cuba la que evolucionó y se volvió problemática a lo largo de los últimos cincuenta años y que, por el contrario, la izquierda que la interpela hoy es la misma de hace cincuenta años. Nada sería tan falso. Tanto Cuba como la izquierda se desarrollaron mucho en este medio siglo y son los desencuentros de sus respectivos desarrollos los que crean el «problema difícil». Si es verdad que Cuba trató activamente de cambiar el escenario internacional de manera de hacer más justas las relaciones entre los pueblos, también es cierto que los hostiles condicionamientos externos en que
En segundo lugar, debo precisar lo que entiendo por «izquierda» y por «problema difícil». Izquierda significa el conjunto de teorías y prácticas transformadoras que, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, resistieron a la expansión del capitalismo y al tipo de relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que genera, y que se hicieron con la convicción de la posibilidad de un futuro poscapitalista, de una sociedad alternativa, más justa por estar orientada a la satisfacción de las necesidades reales de los pueblos, y más libre, por estar centrada en la realización de las condiciones del efectivo ejercicio de
Declarar a Cuba un «problema difícil» para la izquierda significa aceptar tres ideas: 1) en las presentes condiciones internas, Cuba dejó de ser una solución viable de izquierda; 2) que los problemas que enfrenta, sin ser insuperables, son de difícil solución; 3) que si tales problemas fueran resueltos en los términos de un horizonte socialista, Cuba podrá volver a ser un motor de renovación de
La resistencia y la alternativa
Hechas estas precisiones, el «problema difícil» se puede formular como sigue: Todos los procesos revolucionarios modernos son procesos de ruptura que se basan en dos pilares: la resistencia y
Debido a las hostiles condiciones externas en que el proceso revolucionario cubano se desarrolló -el embargo ilegal por parte de los Estados Unidos, la forzada solución soviética en los años 70, y el drástico ajuste ocasionado por el fin de la URSS en los años 90-, ese equilibrio no fue posible. La resistencia terminó por superponerse a
Debido a este relativo desequilibrio entre resistencia y alternativa, la alternativa ha estado siempre a un paso de estancarse, y su estancamiento siempre disfrazado por la continua y noble vitalidad de
El carisma revolucionario y el sistema reformista
El segundo vector del «problema difícil» concierne al modo específicamente cubano como se desarrolló la tensión entre revolución y reforma. En cualquier proceso revolucionario, el primer acto de los revolucionarios después del éxito de la revolución es evitar que haya otras revoluciones. Con ese acto comienza el reformismo dentro de
Sin embargo, con el tiempo, la complementariedad virtuosa tiende a transformarse en bloqueo recíproco. Para el líder carismático, el sistema, que comienza por ser una limitación que le es exterior, con el tiempo se convierte en su segunda naturaleza. Se hace así difícil distinguir entre las limitaciones creadas por el sistema y las limitaciones del propio líder. El sistema, a su vez, conociendo que el éxito del reformismo terminará por erosionar el carisma del líder, se autolimita para prevenir que tal cosa ocurra. La complementariedad se transforma en un juego de autolimitaciones recíprocas. El riesgo es que, en vez de desarrollo complementario, ocurran estancamientos paralelos.
La relación entre carisma y sistema es, pues, muy sensible a veces, y particularmente en momentos de transición. (1). El carisma, en sí mismo, no admite transiciones. Ningún líder carismático tiene un sucesor carismático. La transición solo puede ocurrir en la medida en que el sistema reemplaza al carisma. Pero, para que tal cosa suceda, es necesario que el sistema sea suficientemente reformista para lidiar con fuentes de caos muy diferentes de las que emergían del líder. La situación es dilemática, siempre y cuando la fuerza del líder carismático tenga objetivamente bloqueado el potencial reformista del sistema. Este vector del «problema difícil» puede resumirse así: el futuro socialista de Cuba depende de la fuerza reformista del sistema revolucionario; no obstante, esta es una incógnita para un sistema que siempre hizo depender su fuerza del líder carismático. Este vector de la dificultad del problema explica el discurso de Fidel en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005. (2).
Las dos vertientes del «problema difícil» -desequilibrio entre resistencia y alternativa, y entre carisma y sistema- están íntimamente relacionadas. La prevalencia de la resistencia sobre la alternativa fue simultáneamente el producto y el productor de la del carisma sobre el sistema.
¿Qué hacer?
La discusión precedente muestra que Cuba es un «problema difícil» para aquella izquierda que, sin abandonar el horizonte del poscapitalismo o socialismo, evolucionó mucho en los últimos cincuenta años. De las líneas principales de esa evolución el pueblo cubano podría extraer propuestas para la solución del problema a pesar de la dificultad de este. O sea,
Principales pasos de renovación de la izquierda socialista en los últimos cincuenta años:
1- En los últimos cincuenta años se ha ensanchado la brecha entre teoría de izquierda y práctica de izquierda, con consecuencias muy específicas para el marxismo. En tanto la teoría de izquierda crítica se desarrolló, principalmente, a partir de mediados del siglo XIX, en cinco países del Norte global (Alemania, Inglaterra, Italia, Francia y los Estados Unidos), y tomando en cuenta particularmente las realidades de las sociedades de los países capitalistas desarrollados, las prácticas de izquierda más creativas ocurrieron en el Sur global y fueron protagonizadas por clases o grupos sociales «invisibles», o seminvisibles para la teoría crítica y hasta para el marxismo, tales como pueblos colonizados, pueblos indígenas, campesinos, mujeres, afrodescendientes, etc.3 Se creó así una brecha entre teoría y práctica que domina nuestra condición teórico-política de hoy: una teoría semiciega que corre paralela a una práctica seminvisible. (4)
Una teoría semiciega no sabe dirigir, y una práctica seminvisible no sabe valorizarse. A medida que la teoría fue perdiendo en la práctica su papel de vanguardia -ya que mucho de lo que iba ocurriendo se le escapaba del todo-, (5) paulatinamente fue abandonando el estatus de teoría de vanguardia y ganando un estatus completamente nuevo e inconcebible en la tradición nortecéntrica de la zquierda: el estatus de una teoría de retaguardia. En el sentido que yo le atribuyo la teoría de retaguardia significa dos cosas. Por un lado, es una teoría que no guía con base en la deducción a partir de principios, leyes generales, por que se rige supuestamente por la totalidad histórica, sino con base en un examen constante,crítico y abierto de las prácticas de transformación social. Así, la teoría de retaguardia se deja sorprender por prácticas cambiantes progresivas, las acompaña, las analiza, intenta enriquecerse con ellas, y busca en ellas los criterios para profundizar y expandir las luchas sociales más progresistas. Por otro lado, una teoría de retaguardia mira en esas prácticas transformadoras tanto los procesos y actores colectivos más avanzados como los más retrasados, los más tímidos y al borde de
Para limitarme a un ejemplo, los grandes invisibles u olvidados de la teoría crítica moderna, los pueblos indígenas de
2- El final de la teoría de la vanguardia marca el final de toda forma de organización política asentada en ella, en particular el partido de vanguardia. Los partidos que fueron moldeados por la idea de la teoría de vanguardia no son hoy partidos ni de vanguardia ni de retaguardia (como la definí arriba). Son de hecho partidos burocráticos que cuando están en la oposición resisten fuertemente al status quo, pero no tienen alternativa, y que cuando están en el poder, resisten fuertemente al surgimiento de alternativas. Como reemplazo del partido de vanguardia habría que crear uno o más partidos de retaguardia que acompañen el fermento de activismo social que se genera cuando los resultados de la participación popular democrática se hacen transparentes hasta para los que todavía no participan y que, de esta manera, son atraídos a participar.
3- La otra gran innovación de los últimos cincuenta años fue el modo como la izquierda y el movimiento popular se apropiaron de las concepciones hegemónicas (liberales, capitalistas) de democracia y las transformaron en concepciones contrahegemónicas, participativas, deliberativas, comunitarias, radicales. Podemos resumir esta innovación afirmando que la izquierda decidió finalmente tomar la democracia en serio (lo que la burguesía nunca hizo, como bien señaló Marx). Tomar la democracia en serio significa no solamente llevarla mucho más allá de las fronteras de la democracia liberal sino también crear un concepto de democracia de tipo nuevo: la democracia como todo el proceso de transformación de relaciones de poder desigual en relaciones de autoridad compartida. Aun cuando no se asiente en el fraude, en el papel decisivo del dinero en las campañas electorales, o en la manipulación de la opinión publica a través del control de los medios de comunicación social, la democracia liberal es de baja intensidad, toda vez que se limita a crear una isla de relaciones democráticas en un archipiélago de despotismos (económicos, sociales, raciales, sexuales, religiosos) que controlan efectivamente la vida de los ciudadanos y de las comunidades. La democracia tiene que existir mucho más allá del sistema político, en el sistema económico, en las relaciones familiares, raciales, sexuales, regionales, religiosas, y en las relaciones de vecindad y comunitarias. Socialismo es democracia sin fin.
De aquí la conclusión de que la igualdad tiene muchas dimensiones y solo puede realizarse a plenitud si se percibe también el reconocimiento de las diferencias. Es decir, si transformamos las diferencias desiguales (que crean jerarquías sociales) en diferencias iguales (que promueven la diversidad social como vía para eliminar las jerarquías).
4- En las sociedades capitalistas son muchos los sistemas de relaciones desiguales de poder (de opresión, de dominación, de explotación, racismo, sexismo, homofobia, xenofobia, machismo). Democratizar significa transformar relaciones desiguales de poder en relaciones de autoridad compartida. En tanto las relaciones desiguales de poder actúan siempre en redes, raramente un ciudadano, clase o grupo es víctima de una de ellas por separado. Del mismo modo, la lucha contra ellas tiene que darse en redes, o sea, sobre la base de amplias alianzas donde no es posible identificar un sujeto histórico privilegiado, homogéneo, definido a priori en términos de clase social. El pluralismo político y organizacional se convierte así en un imperativo dentro de los límites constitucionales sancionados democráticamente por el pueblo soberano. En la sociedad cubana las relaciones desiguales de poder son diferentes de las que existen en las sociedades capitalistas, pero existen aunque que sean menos intensas, son igualmente múltiples e igualmente actúan en redes. La lucha contra ellas, al margen de las necesarias adaptaciones, tendría igualmente que guiarse por el pluralismo social, político y organizativo.
5- Las nuevas concepciones de democracia y de diversidad social, cultural y política, en tanto pilares de la construcción de un socialismo viable y autosustentable, exigen que se repiense radicalmente la centralidad monolítica del Estado, así como la supuestamente homogénea sociedad civil.(6)
Posibles puntos de partida para una discusión con el único objetivo de contribuir a un futuro socialista viable en Cuba:
1- Cuba es tal vez el único país del mundo donde los condicionamientos externos no son una coartada para la incompetencia o la corrupción de los líderes. Son un hecho cruel y decisivo. Esto no implica que no haya espacio de maniobra, el cual puede aumentar ante la crisis del neoliberalismo y los cambios geoestratégicos previsibles a corto plazo. Tal capital no puede dispersarse a través del rechazo a examinar alternativas, por más que se disfrace con reclamos excesivos a
2- El régimen cubano llevó a su límite la tensión posible entre legitimación ideológica y condiciones materiales de vida. De aquí en adelante, los cambios que cuentan deben ser los que transformen las condiciones materiales de vida de la abrumadora mayoría de
3- La temporalidad a largo plazo del cambio civilizatorio estaría por algún tiempo subordinada a la temporalidad inmediata de las soluciones de urgencia.
4- Una sociedad capitalista no lo es porque todas las relaciones económicas y sociales sean capitalistas, sino porque estas determinan el funcionamiento de todas las otras relaciones económicas y sociales existentes en
En este momento, en Cuba hay una situación sui generis: de una parte, un socialismo formalmente monolítico que no alimenta la emergencia de relaciones no-capitalistas de tipo nuevo ni puede determinar creativamente las relaciones capitalistas, aunque tiene que convivir a disgusto con ellas, incluidas las franjas de corrupción (como denunció oportunamente Fidel). De otro lado una forma de capitalismo que, salvaje y clandestino, o semiclandestino, se hace muy difícil de controlar. En esta situación, no hay motivación para el desarrollo de otras relaciones económicas y sociales de tipo cooperativo y comunitario, de las cuales habría mucho que esperar. Al respecto, sería muy útil para el pueblo cubano estudiar y evaluar con mucha atención los sistemas económicos consignados en la constitución de Venezuela y en las constituciones de Ecuador y de Bolivia recientemente aprobadas, y las respectivas experiencias de transformación. No para copiar soluciones, sino para apreciar los caminos de la creatividad de la izquierda latinoamericana en las últimas décadas. La importancia de este aprendizaje está implícita en el reconocimiento de errores pasados hecho de manera contundente por Fidel en el discurso en la Universidad de La Habana ya referido: «Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo».
5- Desde el punto de vista del ciudadano, la diferencia entre un socialismo ineficaz y un capitalismo injusto puede ser menor de lo que parece. Una relación de dominación (basada en un poder político desigual) puede tener en la vida cotidiana de las personas consecuencias extrañamente semejantes a las de una relación de explotación (basada en la extracción de la plusvalía).
Un vasto y apasionante campo de experimentación social y política a partir del cual Cuba puede volver a contribuir a la renovación de la izquierda mundial:
1- Democratizar
2- De la vanguardia a
3- Constitucionalismo transformador. Las transiciones en que hay cambios importantes en las relaciones de poder pasan, en general, por procesos constituyentes. En los últimos veinte anos varios países en África y
Tal democratización social y política implica la reinvención o la refundación del Estado moderno. Tal reinvención o refundación no puede dejar de ser experimental, y ese carácter se aplica a
4- Estado experimental. Por distintos caminos, tanto la crisis terminal por que pasa el neoliberalismo como la experiencia reciente de los Estados más progresistas de
Considérese además que esa materialidad institucional está inscrita en un tiempo-espacio nacional estatal que está sufriendo el impacto cruzado de espacios-tiempo locales y globales. Como lo que caracteriza a las épocas de transición es que coexistan en ellas soluciones del viejo paradigma con soluciones del nuevo paradigma, y que unas y otras sean igualmente contradictorias entre sí, pienso que se debe hacer de la experimentación un principio institucional de creación siempre y cuando las soluciones adoptadas en el pasado se hayan revelado ineficaces. Al hacerse imprudente tomar, en esta fase, opciones institucionales irreversibles, el Estado se debe transformar en un campo de experimentación institucional, que permita a diferentes soluciones institucionales coexistir y competir durante algún tiempo, con carácter de experiencias-piloto, sujetas a la monitorización permanente de colectivos de ciudadanos con vistas a la evaluación comparada de los desempeños. El método podría ser familiar de acuerdo, a los bienes públicos, sobre todo en el área social, (7) se apliquen y adopten donde solo después de que las alternativas se lleven al escrutinio de su eficacia y calidad democrática por parte de los ciudadanos.
Considero que esta nueva forma de un posible Estado democrático transicional se debe asentar en tres principios de experimentación política. El primero es que la experimentación social, económica y política exige la presencia complementaria de varias formas de ejercicio democrático (representativo, participativo, comunitario, etcétera). Ninguna de ellas por separado puede garantizar que la nueva institucionalidad sea eficazmente evaluada. Se trata de un principio difícil de respetar sobre todo por la presencia complementaria de varios tipos de práctica democrática y por ser, ella misma, novedosa y experimental. En este contexto cabría recordar la frase de Hegel: «Quien tiene miedo del error tiene miedo de la verdad».
El segundo principio es que el Estado solo es genuinamente experimental en la medida en que las diferentes soluciones institucionales reciben iguales condiciones para que se desarrollen según su lógica propia. O sea, el Estado experimental es democrático en la medida en que confiere igualdad de oportunidades a las diferentes propuestas de institucionalidad democrática. Solo así es posible luchar democráticamente contra el dogmatismo de una solución que se presenta como la única eficaz o democrática. Esta experimentación institucional que ocurre en el interior del campo democrático no puede dejar de causar alguna inestabilidad e incoherencia en la acción estatal. Además, la fragmentación estatal que de ella eventualmente resulte puede generar nuevas exclusiones furtivamente.
En estas circunstancias, el Estado experimental no solo debe garantizar la igualdad de oportunidades a los diferentes proyectos de institucionalidad democrática, sino que también debe -y este sería el tercer principio de experimentación política- garantizar patrones mínimos de inclusión que hagan posible la ciudadanía activa necesaria para monitorear, acompañar y evaluar el desempeño de los proyectos alternativos. En los términos de la nueva centralidad compleja, el Estado combina la regulación directa de los procesos sociales con la metarregulación, o sea, la regulación de formas no estatales de regulación social que deben ser respetadas en su autonomía, siempre y cuando respeten los principios de inclusión y de participación consagrados en la Constitución.
5- Otra producción es posible. Esta es una de las áreas más importantes de experimentación social, y Cuba puede asumir en este ámbito un liderazgo estratégico en la búsqueda de soluciones alternativas, sea a los modelos de desarrollo capitalista, sea a los modelos de desarrollo socialista del siglo XX. En los comienzos del siglo XXI, la tarea de pensar y luchar por alternativas económicas y sociales se hace particularmente urgente por dos razones relacionadas entre sí. En primer lugar, vivimos en una época en que la idea de que no hay alternativas al capitalismo obtuvo un nivel de aceptación que probablemente carece de precedentes en la historia del capitalismo mundial. En segundo lugar, la alternativa sistémica al capitalismo, representada por las economías socialistas centralizadas, se mostró inviable. El autoritarismo político y la inviabilidad económica de los sistemas centralizados quedaron dramáticamente expuestos por el colapso de estos a fines de los años 80 y principios de los 90.
Paradójicamente, en los últimos treinta años el capitalismo reveló, como nunca antes, su orientación autodestructiva, del crecimiento absurdo de la concentración de la riqueza y de la exclusión social a la crisis ambiental, de la crisis financiera a la crisis energética, de la guerra infinita por el control del acceso a los recursos naturales a la crisis alimentaria. Por otro lado, el colapso de los sistemas de socialismo de Estado abrió el espacio político para la emergencia de múltiples formas de economía popular, de la economía solidaria a las cooperativas populares, de las empresas recuperadas a los asentamientos de la reforma agraria, del comercio justo a las formas de integración regional según principios de reciprocidad y de solidaridad (como el Alba). Las organizaciones económicas populares son extremadamente diversas y si algunas implican rupturas radicales (aunque locales) con el capitalismo, otras encuentran formas de coexistencia con él. La fragilidad general de todas estas alternativas reside en el hecho de que ocurren en sociedades capitalistas donde las relaciones de producción y de reproducción capitalistas determinan la lógica general del desarrollo social, económico y político. Por esta razón, el potencial emancipador y socialista de las organizaciones económicas populares termina siendo bloqueado. La situación privilegiada de Cuba en el ámbito de la experimentación económica está en el hecho de poder definir, a partir de principios, lógicas y objetivos no-capitalistas, las reglas de juego en que pueden funcionar las organizaciones económicas capitalistas.
Para realizar todo el fermento de transformación progresista contenido en el momento político que vive, Cuba va a necesitar de la solidaridad de todos los hombres y mujeres, de todas las organizaciones y movimientos de izquierda (en el sentido que se le atribuye en este texto) del mundo, y muy particularmente del mundo latinoamericano. Es este el momento para que el mundo de izquierda devuelva a Cuba lo mucho que debe a Cuba para ser lo que es.
Coimbra, 20 de enero de 2009
Boaventura de Sousa Santos es Doctor en Sociología del derecho por la Universidad de Yale, profesor catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra, director del Centro de Estudios Sociales y del Centro de Documentación 25 de Abril de esa misma universidad, profesor distinguido del Institute for Legal Studies de la Universidad de Wisconsin-Madison. Boaventura de Sousa Santos es uno de los principales intelectuales en el área de ciencias sociales con reconocimiento internacional. Es un activo participante en el Foro Social Mundial en Porto Alegre. Es uno de los académicos e investigadores más importantes en el área de la sociología jurídica a nivel mundial.
Traducción del portugués por Rodolfo Alpízar
Notas
1. Aurelio Alonso distingue dos procesos de transición en curso: una se refiere al rumbo de la dinámica de cambios dentro de «una transición mayúscula que comenzó hace casi medio siglo», y otra se refiere al peso de la subjetividad: la cuestión de la impronta que quedará de Fidel en el imaginario de los cubanos de las generaciones que lo sobrevivan. («Continuidad y transición: Cuba en el 2007» Le Monde Diplomatique, edición colombiana, Bogotá abril de 2007)
2. En las palabras lapidares de Fidel: «Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra». En comentario a la intervención de Fidel, Aurelio Alonso se pregúnta: «Qué tiene de extraño que la primera preocupación de Fidel gire en torno a la reversibilidad de nuestro propio proceso?». Y responde con una claridad tajante: «Fidel valora que la Revolución no puede destruirse desde fuera, pero que puede destruirse a sí misma, y centra en la corrupción el mal que puede obrar su destrucción. Yo pienso que es cierto, pero que no lo ha dicho todo. Me pregunto además si el derrumbe del sistema soviético fue, en esencia, un efecto de corrupción, aunque la corrupción estuviera presente en el entramado de las deformaciones. Creo que al socialismo lo puede revertir, junto con la corrupción, el burocratismo y la falta de democracia. No hablo de sistemas electoralistas, de confrontaciones pluripartidistas, de contiendas en campaña, de alternancias en los cargos de poder. Hablo de democracia, de la que no hemos sido capaces de crear sobre la Tierra, aunque todos creamos saber de qué se trata» «Una mirada rápida al debate sobre el futuro de Cuba» La Jiribilla, 17 de mayo de 2006.
3. La creatividad teórica inicial de
4. En el caso del marxismo hubo mucha creatividad para adaptar la teoría a realidades noeuropeas que no habían sido sistemáticamente analizadas por Marx. En el caso latinoamericano basta recordar a Mariátegui. Todavía durante mucho tiempo las ortodoxias políticas no permitieron transformar esa creatividad en acción política y de hecho los autores más creativos fueron perseguidos por eso (como en el caso de Mariátegui, acusado de populismo y romanticismo, una acusación que en los años treinta era muy grave). Hoy la situación es muy distinta, como lo demuestra el hecho de que otro gran renovador del pensamiento marxista en Latinoamérica, Álvaro García Linera, sea vicepresidente de Bolivia.
5. O sea, la supremacía de la inteligencia y de la audacia política sobre la disciplina, que fue la marca de la vanguardia, acabo siendo convertida en su contrario: la supremacía de la disciplina sobre la inteligencia y la audacia como medio de ocultar o controlar la novedad de los procesos de transformación social no previstos por la teoría.
6. Para una visión lúcida de la sociedad civil en Cuba, véase «Sociedad Civil en Cuba: ¿un problema de geometría? Entrevista con el sociólogo cubano Aurelio Alonso», en
7. Por ejemplo, transportes públicos estatales al lado de transportes cooperativos o de pequeños empresarios; producción agrícola en empresas estatales, al lado de empresas cooperativas, comunitarias o de pequeños empresarios capitalistas.
Alexandra Kollontai: Amores y desamores contra el heroico y trágico telón de fondo de la revolución rusa

Andrea D´Atri
La bolchevique enamorada Alexandra Kollontai Txalaparta Buenos Aires, 2008 232 p
Mi amigo vio el libro que apoyé sobre la mesa y preguntó de qué trataba.
–Es una novela de Alexandra Kollontai que acabo de leer y me pareció buenísima.
–¿Y cómo termina? ¿Al final, la protagonista se casa? –ironizó mi amigo sobre el título que llamaba su atención, demasiado romántico para lo que suponía podía escribir Kollontai.
–¡No! –le dije, redoblando su ironía- esta novela tiene un final feliz.
La novela que tenía sobre la mesa era La bolchevique enamorada, la única de Alexandra Kollontai quien, antes y después de esta experiencia literaria, se dedicó a escribir casi exclusivamente –con excepción de algunos relatos cortos[1]- artículos y folletos de propaganda. Quizás a esa escasa trayectoria se deban el tono duro de sus diálogos, la austeridad de recursos en la descripción de personajes y escenarios y la falta de pretensiones de su estilo.
Como señala Jacqueline Heinen respecto de sus relatos cortos, y que bien puede atribuirse también a esta novela, “podemos irritarnos en más de una ocasión por el vocabulario empleado, la tonalidad a veces algo necia de ciertas escenas, pero ello no quiere decir que las lectoras de fines del siglo XX no se sientan muy afectadas por los problemas de fondo que plantea Kollontai a propósito del amor y de la vida de la pareja.”[2]
Sin embargo, a pesar de no tratarse de una excelente obra literaria, desde el punto de vista formal, La bolchevique enamorada es una novela de amor, histórica, de propaganda comunista y, además, de esas que provocan que no se pueda parar de leerlas hasta llegar al final, de un tirón.
La bolchevique enamorada fue publicada en Moscú en 1927 y su autora decidió presentarla diciendo que no se trataba de “un estudio ético ni un cuadro de la vida en Rusia soviética.
Es puramente un estudio psicológico de las relaciones sexuales del período de la postguerra.(…). Mi intención al escribir este libro es que sirva, aunque sea un poco, para combatir la vieja hipocresía burguesa de los valores morales y para demostrar una vez más que empezamos a respetar a la mujer, no por su ‘moral buena’, sino por su actuación, por su sinceridad, con respecto a los deberes de su clase, de su país y de la Humanidad en general.”[3]
Pero ¿quién era esta mujer que podía editar una novela sobre la vida en Rusia al mismo tiempo que el creador del Ejército Rojo –quien fuera junto con Lenin uno de los máximos dirigentes de la revolución de 1917- era expulsado del partido en el décimo aniversario de aquella gesta heroica?
De una infancia rica a la toma del poder
Alexandra había nacido en San Petersburgo el 31 de marzo de 1872, en el seno de una familia de ricos terratenientes, lo que le permitió educarse con un instructor particular en una nación donde sólo de cada trescientas muchachas tenía acceso a la educación media.[4] Siendo joven estudió historia del trabajo en Suiza y, en 1899, se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) donde se enroló en la fracción menchevique.[5]
Después de presenciar los acontecimientos del Domingo Sangriento, cuando centenares de obreros perecieron bajo los fusiles de la autocracia mientras –conducidos por un pope de la iglesia ortodoxa- peticionaban al Zar, Alexandra se involucró en el proceso revolucionario que conmocionó a Rusia, escribiendo artículos y organizando a las mujeres trabajadoras. Frente al ataque que recibió de la reacción por su labor entre las obreras, la corriente menchevique aclaró que se oponía a la política de organización independiente de las trabajadoras que ella llevaba adelante, en la editorial de su periódico Voz Socialdemócrata. Rápidamente, con la publicación de su artículo “Finlandia y el socialismo” –en el que Kollontai hace un llamamiento a la insurrección contra el régimen zarista- le llegó el exilio. En Europa, entró en contacto con los partidos socialdemócratas de Alemania, Gran Bretaña y Francia. Su nivel cultural y sus viajes son los que, el resto de su vida, le permitieron hablar fluidamente más de media docena de idiomas.
En el inicio de
Sin embargo, a pesar de su compromiso con esta causa, Kollontai no pudo participar de
En enero ella escribió a Vladimir Ilich y a mí, enviándonos un panfleto. ‘Mi estimada camarada –escribió Vladimir Ilich en retorno- (…). Según parece, usted no concuerda del todo con la consigna de la guerra civil y le asigna, por así decir, un lugar subordinado (y quizás aún condicional) ante la consigna de
Finalmente, Alexandra Kollontai pudo participar de la Conferencia de Zimmerwald, donde se reunieron delegaciones internacionalistas de la socialdemocracia europea. Allí acompañó la posición de la delegación bolchevique encabezada por Lenin quien planteaba, en minoría, que los socialistas debían romper la colaboración con los gobiernos burgueses, que era necesaria la movilización de las masas contra el social-chauvinismo y la transformación de la guerra en guerra revolucionaria. “Simpatizaba con los bolcheviques y admiraba a Lenin porque se oponía a la guerra de una manera muy resuelta.”, dice de su personaje Vassilissa, como si esta joven obrera bolchevique se tratara de su alter ego. [8]
Al estallar la revolución, en febrero de 1917, Alexandra Kollontai regresa a Rusia y es electa para el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado. Entretanto, Stalin sostiene que hay que consolidar las conquistas democrático-burguesas, proponiendo que el partido bolchevique apoye al gobierno provisional de Kerensky, cuando Lenin aún no había regresado de su exilio.
Pero una minoría de obreros metalúrgicos, apoyados por Kollontai, resiste esta postura de Stalin, en sintonía con la visión del dirigente bolchevique que sostenía que los soviets eran organismos para el ejercicio del poder y que era necesario superar la revolución burguesa con la revolución proletaria.
En julio, Alexandra fue encarcelada junto a centenares de bolcheviques, después de que fueran derrotadas las jornadas donde miles de obreros y soldados levantaron la consigna de “todo el poder a los soviets”. “Cuando llegué a Rusia, Kollontai estaba en prisión”, relata la periodista norteamericana Louise Bryant. “Había sido exiliada por su oposición al zarismo.
Fue encerrada nuevamente por discrepar con el gobierno provisional. Sabían que era una bolchevique y por aquel ‘crimen’ fue detenida en la frontera rusa bajo el vergonzoso cargo de ser una espía alemana. Fue liberada nuevamente porque no encontraron pruebas para procesarla. Fue detenida nuevamente y encarcelada por Kerensky después del levantamiento de julio, por haber dicho abiertamente que los soviets eran la única forma de gobierno para Rusia…”[9] Aún permanecía prisionera cuando fue elegida para integrar el Comité Central del Partido Bolchevique, el mismo que condujo la insurrección de octubre con el voto negativo de sólo dos de sus miembros: Zinoviev y Kamenev.
Tras la toma del poder, Alexandra Kollontai fue nombrada Comisaria del Pueblo para
Diez años más tarde, el mismo año en que se publicaba La bolchevique enamorada,
A una de esas heroínas, Alexandra la sacó del anonimato, le puso de nombre Vassilissa y la transformó en el personaje principal de su novela, esa “muchacha obrera” que “vestía blusa, falda y un cinturón de cuero” que también se había enrolado en el Partido Bolchevique al comienzo de la guerra, como la autora que le dio vida.
Asuntos públicos y privados de la “pequeña camarada”
Desde el ministerio de Asistencia Pública, la “pequeña camarada” –como la llamaban afectuosamente sus colaboradores- será una de las artífices de gran parte de las reformas que se introducen en la legislación sobre la mujer y
Pero, a pocos meses de asumido el cargo, Kollontai renuncia por “razones de discrepancias de principio con la política actual.”[13] Se oponía al tratado de paz de Brest-Litovsk, firmado en marzo de 1918, después de arduas negociaciones para conseguir el armisticio con el fin de sacar al naciente estado obrero de
El 21 de enero, la posición de Bujarin ganó, provisoriamente, por 32 votos contra 15 para
Las discrepancias de Kollontai sobre este asunto no impidieron, sin embargo, que impulsara la organización del Primer Congreso Panruso de Trabajadoras, donde se resuelve la creación de comisiones de agitación y propaganda entre las mujeres que fueron el embrión del Zhenotdel, la Secretaría de la Mujer del partido que publicará el periódico
Esta falta de comprensión y oposición de viejos dirigentes bolcheviques también aparece representada en su novela. “Vassilissa se enfadaba; discutía con los compañeros y se peleaba con el secretario del distrito. ‘¿Por qué han de ser los problemas de las mujeres menos importantes? Esta idea es común en vosotros. Por eso están las mujeres tan atrasadas. Pero no triunfaréis en la Revolución sin las mujeres.’”[17]
En relación a los derechos de las mujeres, como el personaje de su novela, Alexandra “sabía lo que quería y, por lo tanto, no transigía. Muchos habían perdido el entusiasmo; poco a poco se quedaron rezagados, hasta que terminaron por quedarse en casa.” La dirigente bolchevique, como su personaje, continuaba igual “siempre luchando, siempre organizando algo, siempre insistiendo sobre un punto determinado.”[18]
Pero a pesar de la intensa actividad de estos primeros meses posteriores a la toma del poder, Alexandra Kollontai se hizo tiempo para casarse por segunda vez –según el nuevo código civil- con un camarada diecisiete años menor que ella, un héroe de la flota del Báltico. Trotsky, a propósito de retratar la vulgaridad de Stalin, en su inacabada biografía de éste, apunta una anécdota que involucra a la pareja: “De detrás del tabique llegó hasta nosotros el vozarrón de Dybenko: estaba hablando con Finlandia y la conversación era un tanto tierna.
El corpulento y arrogante marinero de veintinueve años y negra barba había intimado hacía poco con Alexandra Kollontai, mujer de antecedentes aristocráticos, que conocía media docena de lenguas extranjeras y se acercaba a los cuarenta y seis. En ciertos círculos del Partido se murmuraba no poco a propósito de aquello. Stalin, con quien hasta entonces no había sostenido yo una conversación personal, vino hacia mí con una especie de inesperado alborozo, y señalando con el hombro hacia el tabique, dijo a través de una sonrisa forzada: ‘¡Ahí está ése con Kollontai, con Kollontai!’ Sus gestos y su risa me parecieron fuera de lugar y de una vulgaridad insoportable, especialmente en aquella ocasión y aquel lugar. No recuerdo si le contesté algo, volviendo la cabeza a otro lado, o si le respondí secamente: ‘Es asunto suyo.’”[19] Pero a pesar de la ternura demostrada en estos primeros días de matrimonio, Alexandra abandonará a Dybenko. Cuatro años más tarde le escribe: “No soy la esposa que necesitas, soy un individuo antes que una mujer.”[20]
La NEP y
El invierno de
Y esto tenía consecuencias políticas: el Estado se apoyaba en una clase obrera diezmada por la guerra civil, el hambre y porque los trabajadores se volvían al campo en busca de comida.
Los marineros de Kronstadt, en el Báltico, se amotinan; entre sus demandas incluyen un mercado libre para el grano. La oposición de los campesinos –que constituían nada menos que el 80% de la población- al gobierno de los soviets hacía peligrar el futuro de
La crisis obligaba a los bolcheviques a restaurar la propiedad privada, en algunos sectores de la economía, reemplazando la política de “comunismo de guerra” de los años anteriores. Con estas medidas, la producción agrícola se incrementó considerablemente. Pero esta política también fortaleció a los campesinos ricos y a los especuladores, esos hombres y muchachas de la NEP que son los personajes más despreciables de La bolchevique enamorada. Cuando Vassilissa emprende el viaje en tren para reencontrarse con su amado, comparte el camarote con una de estas mujeres que se beneficiaban con las actividades especulativas. “Su compañera de viaje era una muchacha de la NEP, muy llamativa, vestida con sedas, perfumada, con pesados pendientes”, un comportamiento ajeno e impensado para millones de mujeres trabajadoras hundidas en la miseria.[22]
Para Lenin y Trotsky, estos cambios en la política económica constituían un retroceso ordenado, para hacer tiempo hasta la próxima oleada de la revolución internacional. Sin embargo, no desconocían los peligros que acarreaban estas medidas: la NEP abría las puertas a las presiones de clases antagónicas con el proletariado que podían provocar una ruptura en el Partido Comunista, dando paso a
Pero en medio de esta situación, Lenin enfrenta aún a otro grupo que se denomina Oposición Obrera: “Una desviación ligeramente sindicalista o semianarquista no habría sido muy grave porque el partido la habría reconocido a tiempo y se habría preocupado de eliminarla. Pero, cuando tal desviación se produce en el cuadro de una aplastante mayoría campesina en el país, cuando crece el descontento del campesinado ante la dictadura proletaria, cuando la crisis de la agricultura alcanza su límite, cuando la desmovilización del ejército campesino está liberado a centenares y millares de hombres deshechos que no pueden encontrar trabajo y no conocen más actividad que la guerra, pasando a alimentar el bandidaje, ya no es tiempo de discusiones acerca de las desviaciones teóricas. Debemos decir claramente al Congreso: no permitiremos más discusiones sobre las desviaciones, es preciso detenerlas (...). El ambiente de controversia se está haciendo extraordinariamente peligroso, se está convirtiendo en una auténtica amenaza para la dictadura del proletariado.”[23]
En
En la ficción, corre el año 1922 y la autora hace reflexionar al personaje: “… Vassilissa tampoco era la misma. ¿Por qué? ¿De quién era la culpa? Con las manos en la cabeza, Vassilissa pensaba. En aquellos años nunca había tenido tiempo para pensar. Vivía y trabajaba. Pero ahora tenía la sensación de haber olvidado o descuidado algo. ¿El qué? Discordia dentro del Partido, disgustos en las organizaciones…”[25] Ella también se junta, con otros compañeros, para presentarse como un grupo de opinión en el siguiente congreso del partido. “La tendencia de Vasya fue derrotada. Pero había obtenido más votos de los que ella esperaba. Eso también era una victoria.”[26]
En la vida real,
En La bolchevique enamorada, transcurren los meses en que Vassilissa se reencuentra con su amor, pero éste ya no es el mismo. Ahora, Vladimir ocupa un cargo de director en una empresa y mantiene relaciones comerciales con los especuladores de
La vida de la pareja no se parece a la que ella imaginaba en aquel viaje en tren que la conducía a los brazos de Vladimir. Todas las noches la casa se llenaba de invitados que no le simpatizaban a la obrera bolchevique: directores de empresas, hombres de la NEP, oficiales de la GPU… y, para peor, sus esposas que vestían de seda, con abrigos finos y los dedos relucientes de sortijas. “La dama dijo que era religiosa y que se confesaba, aunque no ayunaba. ¿Cómo podía ser eso?, ¡un compañero de la GPU casado con una creyente! Vasya frunció el ceño. Se puso de mal humor. Vladimir tenía la culpa también. ¿Qué clase de amigos tenía?”[28]
Pocos años más tarde, Alexandra recorrería el mundo, viviendo en embajadas suntuosas de
Un final silencioso
Hacia el final de la novela, Vassilissa se recobra a sí misma, recobra nuevos bríos y el placer de dedicar su vida a la actividad revolucionaria, después de haber intentado, infructuosamente, recuperar el viejo amor de 1917 que había cambiado tanto bajo la influencia de
Su vieja amiga Grusha le dice: “Eso es lo peor de todo; el modo como nuestros hombres desertan para convertirse en directores. Pero no te sientas desgraciada, Vasya. ¡Quedan muchos más de los nuestros! Fíjate en ésos que no pertenecen al Partido. Entre ellos encontrarás comunistas de verdad, proletarios comunistas sinceros.” Los otros “hace tiempo que cambiaron sus ideas proletarias por lámparas y colchas. No nos comprenden.”[31] Sin embargo, advierte que entre los miembros de la clase trabajadora, reinan el desgano y la apatía: “Guarda tu amor, tu corazón para los trabajadores; su situación es difícil ahora. Muchos de ellos han perdido la fe en sí mismos.”[32]
Ese sentimiento se expande en
Hasta su muerte, acaecida en Moscú el 9 de marzo de 1952, Kollontai permaneció en el exterior y la mayoría de sus escritos trataron sobre temas relativos a la mujer, la familia y
¿Cuánto hubo de desconocimiento acerca de lo que acaecía en el Estado obrero aprisionado por la bota de Stalin? ¿Cuánto de desazón, de escepticismo, de desmoralización y cansancio como para emprender una nueva batalla por sus convicciones? Lo cierto es que, Alexandra Kollontai, quien en numerosas ocasiones mantuvo divergencias con las líneas directrices de Lenin y que, sin embargo, siempre acató la decisión mayoritaria y las resoluciones del partido, esta vez guardó silencio.
¿Una vez más trató de acatar la disciplina sin miramientos? ¿O más bien fue un intento de escapar a las garras de la reacción que aplastaba cualquier discrepancia con los campos de trabajo forzoso, los juicios sumarios y los fusilamientos?
Trotsky, como miles de oposicionistas de izquierda al régimen termidoriano impuesto por Stalin, no escapó a este destino. En 1932, al fundador del Ejército Rojo perseguido por todo el mundo, Suecia le negaba una visa por pedido de Alexandra Kollontai que cumplía, así, con las órdenes del Kremlin. “La fracción stalinista tomó una posición vergonzosa en la contienda clasista sobre el problema de
La bolchevique enamorada termina antes de estos acontecimientos dramáticos que golpearon a la clase trabajadora soviética. El final transcurre en medio de estruendosas risas y el grito de Vassilissa a su amiga: “¡Vivamos, Grusha, vivamos!” Lamentablemente, Alexandra eligió hacerlo en el silencio y bajo una falsa disciplina que le salvó la vida a costa de no denunciar los crímenes contra los revolucionarios, que, paradójicamente, se cometían en nombre del socialismo.
Sus oscilantes posiciones políticas y su reclusión en los lujosos salones de las embajadas para evitar mirar al monstruo de frente, no invalidan sin embargo, su notablemente audaz pensamiento sobre las nuevas formas de las relaciones humanas liberadas del yugo capitalista. Esos escritos han perdurado por su perspicacia para reconocer hasta qué punto el amor y la sexualidad obedecen también a los resortes sociales y económicos del mundo en el que vivimos. Pero, fundamentalmente, por su capacidad de imaginar nuevos vínculos igualitarios entre los seres humanos.
Vassilissa así lo sueña, hasta lo que conocemos de su historia ficticia. Alexandra supo que los sueños que los bolcheviques fueron capaces de concebir en 1917 estaban siendo estrangulados por “el puño del gendarme y la filosofía del cura” que imponía la burocracia stalinista.
Pero hoy, cuando acaban de cumplirse 90 años de la revolución rusa y Txalaparta edita La bolchevique enamorada, el libro adquiere nuevas dimensiones. Y más allá de las defecciones de su autora, se muestra como un lienzo que expone otras formas y colores del amor, en el marco del compromiso y la convicción revolucionarias.
Contra el individualismo que impregna nuestra cultura, La bolchevique enamorada es una lección no sólo de cuánto las mujeres necesitan luchar por su propia individualidad, sino también de cuánto más rico es el amor cuando su objeto es la comunidad y no la posesión del otro.
Notas
[1] Kollontai escribió El amor de las tres generaciones, Las hermanas y El amor libre, en 1923.
[2] Jacqueline Heinen, Introducción a Mujer, Historia y Sociedad. Sobre la liberación de la mujer, de A. Kollontai, Fontamara, México, 1989.
[3] Citado por Zaloa Basabe en el prólogo a la edición de La bolchevique enamorada, en español.
[4] Introducción de Bárbara Funes al capítulo V de Luchadoras. Historias de Mujeres que hicieron Historia, Ediciones del IPS, Bs. As., 2006.
[5] Los mencheviques eran la fracción moderada del POSDR, quienes bregaban por un partido “amplio” y consideraban que en Rusia estaba planteada una revolución burguesa como primera etapa del proceso revolucionario, donde el partido obrero debía ubicarse como ala izquierda.
[6] Alexandra Kollontai, La bolchevique enamorada, Txalaparta, Bs. As., 2008, p. 20.
[7] Nadezhda Krupskaya, Lenin. Su vida, su doctrina, Editorial Rescate, Bs. As., 1984.
[8] Kollontai, op.cit., p. 20.
[9] Louise Bryant, Six Red Months in Russia: An Observers Account of Russia Before and During the Proletarian Dictatorship, George H. Doran Company, New York, 1918. Versión electrónica en <> [T.de A.]
[10] John Reed, Diez días que conmovieron al mundo, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1967.
[11] A. Kollontai, “Mujeres Combatientes en los días de
[12] A. Kollontai, Mujer, Historia y Sociedad. Sobre la liberación de la mujer, Fontamara, México, 1989.
[13] Citado en nota al pie de Jacqueline Heinen a Mujer, Historia y Sociedad, op.cit.
[14] L. Trotsky, Mi vida, Antídoto, Bs. As., 1996.
[15] A. Kollontai, La bolchevique enamorada, p. 34.
[16] A. Kollontai, “V.I. Lenin and the First Congress of Women Workers”, versión electrónica en <>
[17] A. Kollontai, La bolchevique enamorada, p. 21
[18] íd.
[19] Trotsky, Stalin, versión electrónica en <>
[20] Citada por Jacqueline Heinen en Introducción a Mujer, Historia y Sociedad, op.cit.
[21] Citado por Ted Grant en Rusia, de la revolución a la contrarrevolución, Fundación Federico Engels, Madrid, s/f.
[22] Kollontai, op.cit., p. 31
[23] Citado por Pierre Broué en El Partido Bolchevique, Editorial Ayuso, Madrid, 1974.
[24] Lenin, “Primer proyecto de resolución del X Congreso del PC de Rusia sobre la desviación sindicalista y anarquista en nuestro partido”, en Acerca de los sindicatos, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1958.
[25] A. Kollontai, op.cit., p. 51.
[26] Íd., p. 75.
[27] Ibíd.., p. 83.
[28] Ibíd., p. 93.
[29] Ibíd., p. 177.
[30] Ibíd., p. 201.
[31] Ibíd., p. 216.
[32] Ibíd., p. 218.
[33] “Una declaración de los bolcheviques leninistas sobre el viaje del camarada Trotsky”, noviembre de 1932, en Escritos de León Trotsky, CD ROM del CEIP “León Trotsky”, Bs. As., 2000.