
Carlos Varea, Paloma Valverde y Ester Sanz, editores
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, enero de 2009
“A lo largo de estos años de ocupación del país, pese a la inicial oposición mundial a la guerra, la comunidad internacional ha mirado hacia otro lado mientras Irak era demolido desde sus cimientos, mientras su estructura social se desintegraba fruto de la violencia y del sectarismo que la ocupación y la guerra han provocado. La ocupación de Irak ha generado la mayor y más rápida crisis mundial de refugiados de las últimas décadas (en torno a cinco millones de refugiados y desplazados internos) y la violencia se ha cobrado más de un millón de víctimas. Ante estas cifras aterradoras, el expolio del patrimonio cultural de Irak —que lo es de toda
Al éxodo masivo y al cómputo inacabable de pérdidas humanas, al desmantelamiento de las instituciones, a la destrucción material del país y de los medios de subsistencia de su población, se une la anulación de una memoria colectiva integradora. En la imagen, médicos Irakuíes se concentran ante su centro en protesta por el deterioro de la sanidad pública en el país.
En su discurso de la madrugada del día 5 de noviembre de 2008, pronunciado en Chicago inmediatamente después de la confirmación de su triunfo electoral, el candidato demócrata Barack Obama recordaba que soldados estadounidenses “se despiertan en los desiertos de Irak”. El ya electo presidente de EEUU confirmaba así que desconoce la geografía natural y humana del país que su predecesor invadió en 2003.
Sin embargo, esta imagen orientalista constituye hoy una acertada aproximación a la realidad de Irak, tras todo lo acontecido en estos casi seis años de ocupación. Al éxodo masivo y al cómputo inacabable de pérdidas humanas, al desmantelamiento de las instituciones, y por ende del aparato del Estado, a la destrucción material del país y de los medios de subsistencia de su población, se une la anulación de una memoria colectiva integradora, el deshilachado de la tupida trama social Irakuí. De ello trata este libro, de la destrucción premeditada de un país y de su sociedad o, si se prefiere, de la alteración radical y violenta de todos y cada uno de sus referentes internos, hoy marcados por el sectarismo y la regresión en todos los campos: Irak ya no es reconocible.
La idea de esta obra colectiva surge a raíz del Encuentro “Soberanía, cultura y ciudadanía: Resistir a la ocupación y el sectarismo”, celebrado en 2007 en
La ficticia ‘pacificación’ de Irak
Irak ha dejado de existir casi por completo en la información diaria. En estos años, el contrapunto informativo que provenía de una sociedad otrora articulada y muy dinámica, ha desaparecido como consecuencia de la destrucción del tejido asociativo y profesional Irakuí. El resultado de ello es que la información sobre Irak oculta —más que desvela— la terrible realidad de su población e ignora sus aspiraciones comunes.
A lo largo de estos años de ocupación del país, pese a la inicial oposición mundial a la guerra, la comunidad internacional ha mirado hacia otro lado mientras Irak era demolido desde sus cimientos, mientras su estructura social se desintegraba fruto de la violencia y del sectarismo que la ocupación y la guerra han provocado. La ocupación de Irak ha generado la mayor y más rápida crisis mundial de refugiados de las últimas décadas (en torno a cinco millones de refugiados y desplazados internos) y la violencia se ha cobrado más de un millón de víctimas. Ante estas cifras aterradoras, el expolio del patrimonio cultural de Irak —que lo es de toda
La ficticia y momentánea pacificación de Irak se cimenta en la aniquilación absoluta del enemigo, es decir, en la destrucción completa de una sociedad y en la anulación de su memoria, como fue el caso de
Hoy Irak es muerte y exilio, olvido y desolación absoluta: nada permite un atisbo de esperanza, salvo mantener la confianza en sus hombre y mujeres. Reconstruir Irak significa hoy reinventar Irak, permitiendo que se reencuentre con su propia Historia y con la historia de sus gentes y, para ello, lo primero es mantener y recuperar la memoria de lo acontecido en estos pocos años transcurridos, recuperar el recuerdo de lo que era este país y de lo que podría haber sido, de cómo eran sus habitantes y cuáles eran sus expectativas. A ese reto esencial, ingente, han querido contribuir quienes han participado en este libro, todos ellos, todas ellas, heridos por el destino infausto de Irak.