Pepe Gutiérrez-Álvarez
Después de una primera lectura, el que escribe tuvo la oportunidad de estar en la mesa que presentó el libro en Madrid al pesado día 24 de octubre junto con el editor, Gonzalo Sichar, los amigos André López, Juan Manuel Municio, el propio autor, y Carlos Taibo que como quién dice aterrizó al final después de tomar parte en otro acto en Pontevedra, y que nos obsequió con interesantes reflexiones sobre los límites de determinados trabajos académicos, en el caso
Bien mirado, el mismo hecho de que una edición y un acto semejante, eran de por sí reveladores que nos encontramos en una fase social socialmente ascendente, aunque sea todavía en una fase inicial. En las fases reaccionarias, personajes como Trotsky devienen un mero referente historiográfico (medido además por los paradigmas dominantes), o parte del culto de minorías iniciadas, y muchas veces, también ancladas ya que olvidan que sí bien Trotsky puede ser un buen punto de partida, jamás lo será de llegada entre otras cosas porque lo mataron hace 67 años, antes de hecatombes tan determinantes como
De ahí fue básicamente la línea de exposiciones, estimar hasta qué punto Trotsky seguía todavía vigente. El autor nos recordó que la edición era coincidente tanto con el 90 aniversario de
Tampoco esta biografía aparecía en solitario…Trotsky está editado casi al completo por Internet, sus libros no han dejado de circulas por América Latina, y por aquí ya se pueden encontrar en librerías Mi Vida (Ed. Debate), y la Historia de la revolución rusa (Veintisiete Letras), e igualmente tenemos a la mano la edición de Trotskismos, de Daniel Bensaïd, un ensayo de idéntica vocación introductoria escrito con el poderoso aliento de la formación marxista y filosófica del autor, esto sin olvidar las apasionantes memorias de Tariq Ali (Años de lucha en la calle), por no hablar del muy mediocre y oportunista refrito de José Ramón Garmabella, El grito de Trotsky (Debate), obra que pone en evidencia la aplicación de la infame teorías de “los dos osos” (Stalin y Trotsky), así como hasta puede llegar la banalidad periodística ya que su autor “pasa olímpicamente” de todas las investigaciones serias que se han efectuado sobre el asesinato de Coyoacán, comenzando por la magnífica de Pierre Broué al que, por cierto, Antonio Liz dedica el libro. Curiosamente, lo mismo que yo había hecho en mis Retratos poumistas. Esto de las afinidades debe ser algo muy especial porque cuando murió Deborah Kerr, Antonio pensó que yo no tardaría en escribir mi particular evocación en Kaos como así fue.
Dicha afinidad viene de lejos ya que hace años (1979), también escribí una biografía introductoria, Conocer Trotsky y su obra que apareció en la famosa colección de Biografías de
Cierto que para los que entonces éramos jóvenes, eran tiempos que no dejan de tener su coincidencias con el que se está gestando. Quedaban lejos los años más oscuros del franquismo, el capitalismo estaba en una crisis que parecía irreversible (lástima que no encontró sepulturero adecuado), y el concepto de estalinismo comenzaba ser cada vez más un insulto.
Por entonces ya se había publicado en México la monumental biografía de Trotsky que le dedicó su (heterodoxo) discípulo Isaac Deutscher, fue durante mucho tiempo especialmente admirada y leída. Se compone de tres tomos que tomaban el título de una cita de Maquíavelo: El profeta armado, El profeta desarmado y El profeta desterrado, y las publicó ERA, México (catalán en Edició de Materials, BCN, 1967), obras que Antonio Liz ha “devorado” como hicimos tantos otros por aquel tiempo. El título de Deutscher venía justificado con una larga cita El Príncipe, de Maquiavelo. De forma más abreviada, Deutscher dedicó otros trabajos suyos a Trotsky, a veces de una manera bastante polémica como es el caso de "Trotsky en el nadir", que aparece en su recopilación Ironías de la historia (Península, BCN, 1972), o más admirativamente en Trotsky en nuestro tiempo, que sirvió de prólogo a la edición norteamericana de la antología, La era de la revolución permanente, que efectuó George Novack, y aunque no fue recogida por su edición española (de Akal que a cambió insertó un prólogo a todas luces circunstancial de Enrique Tierno Galván), aparece en la recopilación de Deutscher titulada El marxismo de nuestro tiempo (ERA, México, 1975).
Discusiones aparte, no hay duda que medio siglo después, se requería una puesta al día facilitada por la ampliación de toda clase de investigaciones y de reconocimientos llevadas a cabo desde los años sesenta. En los años ochenta tuvo lugar la creación del Instituto León Trotsky en Grenoble, bajo la dirección del historiador francés Pierre Broué. La culminación de esta empresa, a la que Broué ha dado toda una vida como profesional, dio lugar a un trabajo no menos ambicioso y sin duda mucho más minucioso en los datos: Trotsky (Fayard, Paris (1988), con 1105 apretadas páginas, y en las que cada paso, cada argumento, resultan escrupulosamente verificados. Aunque hay mucho que discutir, se trata del trabajo de toda una vida que merece una traducción al castellano como lo merece el conjunto de la obra de Broué del que Sepha prepara Comunistas contra Stalin, un impresionante estudio sobre la lucha que los comunistas de
La mayor aproximación hasta el momento sobre las ediciones de obras de Trotsky es el monumental trabajo de Louis Sinclair, Leon Trotsky, A Bibliography, Universidad de Stanford, 1972). Una extensa recopilación de "retratos" se encuentra en El verdadero Trotsky (Extemporáneos, México, 1975), que reúne, entre otros, textos de André Malraux, Víctor Raúl Haya de
El lector interesado encontrará un estudio pormenorizado sobre en la obra de Alain Brossat, En los orígenes de la revolución permanente. El pensamiento político del joven Trotski (Siglo XXI, Madrid, 1976, tr. Dolores Sacristán y José Manuel Muñoz), que incluye tres textos, "
Para Brossat: "La revolución de Octubre no significa solamente el ascenso de Trotsky a la dimensión histórica. En el plano teórico representa (…) la segunda mutación fundamental, la que le conduce a fundir la teoría de la revolución permanente en el crisol político y organizativo del bolchevismo". Que yo sepa, sus dos obras más "antileninistas" no han sido traducidas al castellano, aunque sí en francés, se trata de: 1) Nos tâches politiques (Belfond, París, 1970), con un "avant-propos" de Marguerite Bonnet, en el que ésta detalla el distanciamiento crítico de Trotsky de esta obra escrita en 1904; también comprende textos de Rosa Luxemburgo y del propio Lenin así como dos artículos de Trotsky de los años treinta sobre la primera; y 2) de Rapport de la délégation sibérienne (Spartacus, París, 1969, de la que existe una reciente traducción al castellano en la editorial castellana que ha tomado el mismo nombre), con prefacio, traducción y notas de Denis Authier.
Se podía decir de Trotsky lo que Orwell dijo de Dickens, que más que una obra es un planeta. Y este planeta no se puede atravesar sin una guía adecuada, una tarea que cumple el libro de Antonio Liz con minuciosidad y rigor, y al margen de los debates que son inherentes no ya al personaje sino a cualquier sistema de ideas porque no se puede interpretar ni cambiar el mundo sin discutir. Lo explicaba John Reed en su obra, una revolución es algo que hace que hasta los sectores sociales más atrasados se ven obligados a discutir sobre su situación y como cambiarla.